"Corre el año 1123. El pueblo de Kingsbridge asiste expectante al ahorcamiento público de un inocente que entona una quejumbrosa melodía en francés, la lengua de la nobleza normanda, dirigida a una joven embarazada. Esta, tras el ajusticiamiento, abandona apesadumbrada el lugar y huye al bosque, maldiciendo a los siniestros responsables de tan cruel castigo. Un suceso que, por otra parte, no es inhabitual en la convulsa Inglaterra del siglo XII, sacudida por una cruenta lucha sucesoria.
Sin embargo, Kingsbridge también es el escenario de la realización de un sueño: el inicio de la construcción de una catedral gótica, el proyecto de Tom Builder, un sencillo maestro de obras que quiere erigir el monumento a la celebración de la gloria del Señor." (tomado de la contraportada de la edición de Círculo de Lectores).
La novela no trata de la construcción de las catedrales, sino que la usa como pretexto para enmarcar una historia, una narración. Sin embargo, es precisamente este último asunto, la construcción de la catedral, lo que más nos interesa del exitoso best-seller del escritor británico. En la novela puede apreciarse el momento en que empieza a producirse el tránsito del estilo románico al novedoso estilo gótico, iniciado en Saint-Denis, del que el protagonista del libro tiene noticia tras su huida forzosa de Inglaterra y su llegada a Francia. A través de buenas descripciones, salpicadas a lo largo de la narración, podemos conocer distintos aspectos que rodeaban la construcción de las catedrales medievales: técnicas de construcción, conocimientos de los arquitectos (o quizá mejor sería decir constructores o maestros de obras), herramientas, problemas de financiación, accidentes, incendios, intereses políticos, sociales o religiosos en torno a ellas, etc.
Ahora bien, no perdamos de vista que es una típica novela de best-seller, con lo mejor y lo peor de este género literario.
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