Reconstrucción del tímpano del Templo de Atenea en Afaia
La primera de ellas es la falta de piezas originales, ya que la mayoría de las esculturas en mármol de los siglos V y IV aC que han llegado hasta nosotros, son copias romanas. Conservamos, eso sí, los relieves que ornamentaban los frisos, tímpanos y metopas de los recintos religiosos.
A esta primera dificultad, se añade una segunda. Hoy estamos acostumbrados a contemplar, por ejemplo, los mármoles del Partenón o las Cariátides del Erecteion con el color crudo de la piedra. Sin embargo no era así como las veían los atenienses que paseaban por la Acrópolis, ni tampoco Fidias y los demás escultores que trabajaron en ellas. Al contrario, buscaban dotarlas de realismo, que parecieran de verdad, y para ello nada mejor que policromarlas, empleando colores que a veces, para el gusto actual, pueden resultar incluso estridentes. Las carnes se cubrían con una suave capa de cera de colores claros, que además favorecía su conservación.
Las técnicas actuales permiten hacernos una idea de los colores utilizados y rescatar, al menos de una manera virtual, su aspecto original.
En ellas, el bronce tenía un aspecto dorado y, para ganar en realismo, en los ojos se incrustaban materias vítreas coloreadas y los labios se cubrían con láminas metálicas rojizas. En el año 1972, sumergidas en las aguas del mar Jónico, frente a Riace, aparecieron dos fabulosas esculturas en bronce de época griega, bautizadas como los Guerreros de Riace, atribuidas al escultor Pitágoras de Reggio. Los dos guerreros aportaron, no sólo algún espacio en el vacío de bronces griegos, sino que también pusieron de manifiesto todo lo que nos estamos perdiendo. Al contemplarlos se entiende mejor a aquellos que afirman que contemplar la escultura griega en copias romanas de mármol, es como leer una traducción de un poema a otro idioma.
Atenea Pártenos, de Fidias (reconstrucción del Partenón de Nashville, Tennessee)