jueves, 1 de marzo de 2018

El monumento funerario de Pío III

SEBASTIANO DI FRANCESCO FERRUCI [atribuido]. Monumento funerario del Papa Pío III (h. 1505)
Iglesia de Sant'Andrea della Valle, Roma

El papado de Pío III fue uno de los más cortos de la historia. Duró tan sólo 26 días, los que van desde su elección el 22 de septiembre de 1503, hasta su muerte, el 18 de octubre del mismo año. Su ascenso al papado fue una solución de compromiso en el agitado cónclave de septiembre de 1503, en el que se buscaba sucesor para Alejandro VI, el célebre Papa Borgia, que había muerto envenenado.

El número de electores era treinta y nueve, nunca hasta entonces se había contado con tantos cardenales para una elección papal, aunque no todos llegaron a tiempo para el cónclave. Los dos grandes aspirantes eran el cardenal francés Georges d’Amboise y el italiano Giuliano della Rovere, aunque también contaban con opciones el español Bernardino López de Carvajal y Oliviero Caraffa, decano del Colegio Cardenalicio. D'Amboise contaba con el apoyo del rey de Francia, Luis XII, y llegó incluso a ser aclamado como papa por el pueblo romano a su entrada en Roma, convencidos (y convenientemente pagados también) de que iba a ser elegido. Sin embargo, el transcurso de las votaciones demostró que su elección iba a resultar imposible. Una vez más vino a cumplirse el conocido apotegma de que "quien entra Papa sale cardenal".

No es posible conocer con exactitud cómo se produjeron las votaciones. Los escrutinios varían según las fuentes que se consulten, pero todos coinciden en asegurar que, ante el bloqueo de su elección, el francés se resignó y maniobró para evitar la elección de della Rovere. Se trataba de encontrar un candidato de compromiso, "lo suficientemente inofensivo como para consensuar los sufragios de sus competidores, y lo suficientemente anciano y con condiciones de salud lo suficientemente precarias como para dejar entrever un interregno breve y sin complicaciones", como escribe J. Catalán.

Con estos requisitos, el candidato ideal era el cardenal de Siena, Francesco Piccolomini-Todeschini, el más débil y anciano de todos, quien a la postre resultó elegido, adoptando el nombre de Pío III, en honor a su tío, el papa Pío II, aunque había quien afirmaba que en realidad era su hijo. De esto último se hace eco, por ejemplo, el clérigo liberal Juan Antonio Llorente en su obra Retrato político de los papas desde San Pedro hasta Pío VII inclusive (1823).

BERNINI, Busto del Cardenal Alessandro Peretti (1622-23)
Kuntshalle Hamburg
Pío III contaba con una larga experiencia en la Curia romana, desde su nombramiento como cardenal diácono en 1460, desempeñando diferentes cargos y prestando importantes servicios, especialmente a los papas Sixto IV y Alejandro VI. Su proximidad con éste último fue clave para contar con el apoyo decisivo que le brindó su hijo César Borgia en su elección papal, enemigo declarado del cardenal della Rovere. Como devolución del favor, una de las primeras y escasas decisiones que pudo adoptar el nuevo pontífice, fue restituirle en sus cargos y dignidades.

Unos días después de la elección fue ordenado obispo por el que fuera su rival en la carrera papal, el cardenal della Rovere y el día 8 de octubre fue coronado como Papa. El que sería el Papa número 215 de la Iglesia Católica, era un anciano de 64 años, tan enfermo de gota que sólo podía decir misa sentado y con las piernas estiradas, y que sólo sobrevivió  diez días a su coronación.

A pesar de su delicado y conocido estado de salud, empezaron a circular rumores, nada descartables, de un posible envenenamiento del que se acusaba a Pandolfo Petrucci, el tirano que había usurpado el gobierno de Siena y un "hombre valiente" en palabras de Maquiavelo. La enemistad entre ambas familias sienesas venía de lejos, y en aquellos años las diferencias se habían hecho mayores aún en el marco de las guerras italianas de finales del siglo XV, en las que Petrucci mantuvo una confrontación directa con César Borgia, aliado del nuevo Papa. Ambos, Papa y tirano, se profesaban un profundo  y mutuo odio personal. Hay quien llega incluso a apuntar el nombre de Antonio da Venafro, confidente y consejero de Petrucci, "un hombre capaz de cualquier tipo de maquinación y de fomentar el odio y la división", como escribe Gaetano Moroni, un ayudante de cámara del Papa Pío IX, en su célebre Dizionario di erudizione storico-eclesiastica da San Pietro sino ai nostri giorni (1840-61). Las sospechas de asesinato vendrían así a sumarse a otras que también se le achacaban, como las de sus rivales Nicollò Borghesi y Lucio Bellanti. Su sucesor en la silla de Pedro fue Giuliano della Rovere, quien adoptó el nombre de Julio II.

Tras su muerte, el papa Pío III recibió sepultura en el Vaticano, próximo al enterramiento de su tío Pío II, en la capilla de San Andrés, muy cerca de la entrada de la antigua basílica romana. Sin embargo, con motivo de la construcción de la nueva basílica que iba a llevar a cabo su sucesor Julio II, algunos enterramientos hubieron de ser movidos. Entre las piezas más impresionantes que salieron fuera de San Pedro estaban los de Pío II y Pío III, que se trasladaron provisionalmente a las grutas vaticanas. Según el relato que nos dejó el historiador y archivero del Vaticano, Giacomo Grimaldi, cuando se abrió la tumba pudo comprobarse que los restos del pontífice estaban vestidos con una exquisita casulla con brocados de oro y bordados con figuras de santos.

En 1614, el cardenal Alessandro Peretti, que sufragó con su fortuna personal una buena parte de la construcción de la iglesia de Sant'Andrea della Valle, consiguió que los monumentos funerarios de los dos papas Piccolomini fueron trasladados a su ubicación actual, en dicha iglesia. De esta manera, los padres teatinos agradecían a Constanza Piccolomini, Duquesa de Amalfi, el legado que les había hecho del Palacio Piccolomini, sobre cuyos terrenos se levantó la iglesia; y al mismo tiempo, albergando las tumbas de dos papas, obtenían un gran triunfo en el engrandecimiento de la iglesia.

MIGUEL ÁNGEL. San Pablo (1501-1504)
Altar Piccolomini, Catedral de Siena
La atribución de la autoría del monumento funerario entraña cierta complejidad. Aunque algunos la consideran de la mano de Niccolo della Guardia y Pietro Paulo da Todi, la opinión más extendida la considera obra Sebastiano di Francesco Ferrucci, quien pudo estar ayudado por Francesco di Giovanni. Seguramente, de haber podido elegir,  Pío III, que era un conocido humanista que trató con los escritores más importantes del momento, y que tenía buen gusto artístico, hubiera elegido un artista de mayor renombre. Siendo cardenal en Siena, por ejemplo, encargó diferentes trabajos en su catedral: a Andrea Bregno el altar Piccolomini, y a Pinturicchio las pinturas del mismo altar, una Natividad de la Virgen que se perdió en el incendio de la iglesia de San Francisco en 1655, y los magníficos frescos de la Biblioteca Piccolomini; aunque el encargo más importante fue el que hizo a Miguel Ángel Buonarroti, con quien contrató el 19 de junio de 1501 quince esculturas de santos y apóstoles para aquel mismo altar de la catedral de Siena, es decir, en las mismas fechas que ejecutó el David. En ellas trabajó hasta 1504, aunque sólo llegaría a hacer cuatro, o cinco, si  se tiene en cuenta la hermosa Virgen de Brujas, que algunos autores piensan que también se hizo originalmente para aquel altar. En cualquier caso, es uno de sus trabajos menos geniales, a juicio de sus biógrafos, "desprovisto de esa aureola de 'terribilitá', que aún a ojo del observador moderno, parece envolver su actividad", escriben Tartuferi y Mancinelli. La escultura más notable de aquel conjunto es la de San Pablo, en quién se ha querido ver un autorretrato del artista florentino.

Sin embargo, sus hermanos Giacomo y Andrea, que fueron los que se ordenaron del monumento, debieron conformarse con un escultor casi desconocido. Entre los pocos datos que se conocen del escultor Sebastiano Ferrucci, se dice que nació en Florencia en 1479, y que era el cuarto de los hijos del también escultor Francesco di Simone Ferrucci, uno de los seguidores de Verrochio. Seguramente debió formarse en el taller de su padre, y se ignora cuál pudo ser la fecha de su muerte. La fecha de 1505 es la que se baraja como más probable en la ejecución del monumento funerario del Papa, el único notable que realizó el artista, y al que le cabe el honor de ser el último monumento funerario de un Papa enterrado en la antigua basílica paleocristiana de San Pedro.

La tumba está formada por la superposición de cuatro cuerpos, cada uno de los cuales se organiza de modo similar: un relieve en la parte central y nichos con esculturas de santos enmarcadas por columnas, o escudos, flanqueándolos a cada lado. En la parte central del primer cuerpo, puede leerse una inscripción epigráfica que identifica al muerto, los títulos y méritos que le honraron en vida, acompañada de los escudos de armas de la familia Piccolomini en los laterales. Esta lápida no es la original, sino una nueva que se colocó cuando se transfirió el monumento desde San Pedro.

Un segundo cuerpo ofrece un hermoso bajorrelieve en el que se representa la coronación del Papa, y las estatuas de San Romualdo y San Francisco de Asís en los laterales. En el siguiente cuerpo puede verse el sepulcro del Papa, con su nombre escrito en grandes letras, y sobre él el cuerpo yacente del pontífice, con las figuras del Papa Pío I y de San Gregorio Magno a ambos lados. Por último, en el cuerpo superior, el pontífice aparece arrodillado ante la Virgen y el Niño, acompañado a la derecha, vestido de cardenal, por San Pablo, y a la izquierda, ya coronado como Papa, siendo presentado por San Pedro. Todo el conjunto aparece rematado por el escudo y la tiara papal que por tan poco tiempo lució Pío III.

Referencias
  • Catalán Deus, J. (2008). El Príncipe del Renacimiento. Vida y leyenda de César Borgia. Barcelona: Random House Mondadori.
  • Morello, G. (ed.) (2012). La basilica di San Pietro: Fortuna e immagine. Gangemi ed.
  • Reardon, W. (2013). The Deaths of the Popes: Comprehensive Accounts, Including Funerals, Burial Places and Epitaphs. Jefferson, NC: McFarland.
  • Tartuferi, A. y Mancinelli, F. (2001). Michelangelo. Pittore, scultore, architetto, con gli affreschi restaurati della Cappella Sistina e del Giudizio universale (Ediz. spagnola). ATS Italia Editrice.


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