Monumento a Sinan, Edirne (Turquía) |
Sin embargo, lo sorprendente no es el elevado número de edificaciones. Lo realmente sorprendente es que esta ingente producción arquitectónica no la inició hasta cumplir los cincuenta años, lo que implica que, a pesar de la grandiosidad de muchas de ellas, fue capaz de culminarlas en períodos de tiempo muy cortos, por ejemplo, la mezquita Süleymaniye de Estambul la levantó en siete años, y la Selimiye de Edirne en seis. Para hacernos una idea de lo que esto significa, basta con recordar que otros edificios de dimensiones similares como, por ejemplo, San Pedro de Roma tardó 160 años en completarse desde que la inició Bramante hasta que la culminó Bernini, o que Chritopher Wren trabajó durante más de cuarenta en la construcción de la catedral de San Pablo, en Londres. Pero además, en Sinan se da la circunstancia que no permanece anclado en una solución constructiva, sino que es capaz de evolucionar y perfeccionar su estilo hasta prácticamente la última de sus obras.
Sinan, a la izquierda, preparando la tumba de Solimán el Magnífico, en un dibujo de 1579 |
En la práctica, formar parte de los jenízaros se convirtió en un sistema eficaz de promoción social que permitía alcanzar los más altos puestos de la administración y del ejército. Su aprendizaje duraba unos catorce años, y recibían una formación variada que comprendía tanto una exigente preparación física como teórica, que incluía, entre otras materias, el estudio del turco, el árabe, el persa, literatura y teología. Al alcanzar los veinte años, normalmente, unos eran destinados al ejército, donde podían convertirse en oficiales; otros, los más afortunados, permanecían en palacio y hacían carrera en la administración, convirtiéndose no pocos de ellos en gobernadores de las provincias e incluso en visires.
SINAN. Puente Mehmed Pasha Sokolovic (1577), sobre las aguas del río Drina, a su paso por Visegrad (Bosnia-Herzegovina) |
SINAN. Mezquita Khusruwiyah (1536-37), Aleppo |
Aunque hoy pueda parecernos sorprendente, en tiempos de Sinan en Oriente no había ningún aprendizaje establecido de arquitecto, sino que se aprendía por la práctica, por rutina. Ibn Jaldún, por ejemplo, consideraba al arquitecto más que como artista, como un ingeniero o un contratista, que debía conocer de hidráulica, fontanería o saber cómo usar máquinas para alzar grandes pesos. Estos maestros constructores, a diferencia de sus coetáneos europeos del Renacimiento, están más cerca de ser maestros de obras que propiamente arquitectos. Muchos de ellos, incluso, añade Rodríguez Zahar, permanecían analfabetos, y no trabajaban con planos sino que se ayudaban solamente de maquetas. Esto explicaría la ausencia de obras de teoría en la arquitectura otomana. Incluso el propio Sinan, que escapa en parte a esta generalización, se limitó a dejar sólo algunos comentarios o notas dispersas.
Haciendo uso de gran inteligencia y de su amplia experiencia militar, Sinan se rodeó de un gabinete, una especie de colegio de arquitectos imperiales, al que se accedía por méritos, que tenía como misión fundamental encontrar soluciones a todos los problemas constructivos del imperio, y terminó siendo un maestro en logística, capaz de organizar eficazmente a un gran número de obreros para alcanzar sus fines. Sin duda, fue una pieza clave para entender su extensísima producción arquitectónica.
SINAN. Mezquita de Rustem Pasha (1561-1563), Estambul. Vista del interior con las paredes recubiertas con el azul deslumbrante de los azulejos de Iznik |
En sus construcciones monumentales, parece como si el arquitecto persiguiese constantemente el sueño de levantar un edificio que superase en proporciones a Santa Sofía. Sin embargo, más allá del orgullo personal por conseguirlo, y más importante si cabe, se vislumbra la preocupación por dominar una técnica, una forma de construir, capaz de resolver cualquier programa, independiente del uso o de las dimensiones. En esa forma de construir se descubre la predilección de Sinan por el baldaquino como estructura básica de todas sus construcciones, lo que hace, escribe Erzen, que tanto la estructura como el resto de elementos formales estén estrechamente relacionados, de modo que la forma de cubrir mediante cúpulas sus mezquitas tiene su reflejo en la articulación de los volúmenes, las fachadas, el orden interior y el ambiente. Esta interdependencia y relación jerárquica es lo que permite establecer con claridad la evolución estilística de las mezquitas de Sinan, que los historiadores dividen en tres períodos, coincidentes cada uno de ellos con sus tres obras más importantes: los primeros años, al que algunos llaman período preclásico (1540-1555) ejemplificado en la Mezquita Sehzadé; el período de madurez o clásico (1555-1570) en la Suleymaniye; y el período final o anticlásico (1570-1585) en la Selimiye, esta última en Edirne. Las dos primeras, dice Erzen, reflejan las aspiraciones de Sinan por alcanzar la perfecta armonía con el lenguaje clasicista, la tercera, en cambio, manifiesta la tensión y la ansiedad que puso fin a la Edad de Oro del Imperio Otomano.
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