Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo. Fot. wikipedia
A juicio de buena parte de los egiptólogos, la larga historia del Antiguo Egipto unificado pudo comenzar con el reinado del rey Narmer, posible fundador de la I Dinastía, que gobernaría el territorio a finales del IV milenio aC, aproximadamente entre los años 3185 - 3125 aC. En cualquier caso, tanto la cronología como la propia figura de Narmer es discutida, y se confunde con la de otros gobernantes que le precedieron, como el famoso rey Escorpión, o que le sucedieron, como es el caso del rey Aha. Quizá alguna explicación pueda arrojarnos una de las obras de arte más antiguas del mundo egipcio, la paleta de Narmer, depositada en el Museo Egipcio de El Cairo.
A juicio de buena parte de los egiptólogos, la larga historia del Antiguo Egipto unificado pudo comenzar con el reinado del rey Narmer, posible fundador de la I Dinastía, que gobernaría el territorio a finales del IV milenio aC, aproximadamente entre los años 3185 - 3125 aC. En cualquier caso, tanto la cronología como la propia figura de Narmer es discutida, y se confunde con la de otros gobernantes que le precedieron, como el famoso rey Escorpión, o que le sucedieron, como es el caso del rey Aha. Quizá alguna explicación pueda arrojarnos una de las obras de arte más antiguas del mundo egipcio, la paleta de Narmer, depositada en el Museo Egipcio de El Cairo.
El objeto en cuestión apareció a finales del siglo XIX, concretamente en 1898, durante las excavaciones llevadas a cabo en el templo de Horus de Nejen. Este tipo de piezas era empleado por los egipcios como una especie de molinillo donde se preparaban los afeites con que luego se maquillaban los ojos. El tamaño de la misma, de 64 cm, mayor de los que se empleaban en la vida cotidiana, es un indicio del claro carácter votivo de la paleta, que formaría parte de alguna ofrenda ritual.
Lo más interesante de la paleta de Narmer, aparte de su evidente valor artístico, radica en su valor como documento histórico. En los bajorrelieves que ocupan sus dos caras parece que ser que se narra cómo se produjo la conquista del Delta del Nilo por el rey Narmer. Como es sabido, el Egipto predinástico estaba dividido en dos reinos, el Alto Egipto, al sur del país, y el Bajo Egipto, en la zona del delta, al norte de Egipto. Narmer llevó a cabo la conquista de la región del delta y unificó Egipto en un solo reino. Sin embargo, las representaciones del monarca, como ocurre en la propia paleta, nunca le representan portando la doble corona, símbolo de la unión del Alto y el Bajo Egipto, sino una u otra alternativamente, como si en lugar de ser rey de un solo reino, fuese el mismo rey para dos reinos diferentes.
Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo[det.]. Fot. tomada de Amigos de la Egiptología
En una de sus caras, se representa a Narmer a una escala superior al resto de las figuras y portando la corona del Alto Egipto. El faraón, como sería frecuente en lo sucesivo en otras muchas representaciones de los faraones, golpea con una violencia extrema al enemigo al que tiene sujeto por el cabello. Sin duda, una advertencia para cualquiera que ose oponerse al poder del faraón, como los vencidos que están en otro registro, bajo sus pies. En su victoria cuenta con la protección de Horus, en su habitual representación de halcón. Su presencia junto a Narmer viene a recordarnos el carácter divino del monarca. Tras el rey aparece la figura del portador de las sandalias del rey.
En la otra cara los sucesos se narran en tres franjas horizontales. En la primera banda Narmer porta ya la corona roja, símbolo del Bajo Egipto, que tras la victoria le pertenece. Acompañado de su séquito, se nos muestran dos filas de enemigos decapitados, en otra muestra más de la crueldad con que se paga a los enemigos del rey. En el segundo registro, aparecen dos extraños monstruos con unos enormes cuellos entrelazados a los que dos egipcios tienen atados con unas correas, y que constituye uno de los pocos elementos no interpretados de la paleta. Por último, en el tercer registro se muestra a un poderoso toro pisoteando a los enemigos vencidos y arremetiendo contra las murallas de una ciudad que ceden ante su ataque. La identificación del toro con el faraón parece clara.
En sus dos caras, aparece escrito el nombre de Narmer, entre dos cabezas de vaca que se muestran frontalmente, lo que no es muy usual en la plástica egipcia. Aunque suelen identificarse con tempranas representaciones de la diosa Hathor, también hay autores que piensan que se trata de una representación de la diosa Bat.
Llama poderosamente la atención comprobar cómo en una época tan temprana como la que corresponde al reinado de Narmer, ya están asimilados, o al menos planteados, los fundamentos y convencionalismos estéticos de la plástica egipcia. El más importante de todos ellos es la norma del perfil, que surge en gran medida de adoptar el contorno como elemento fundamental de la figuración. Ya el historiador romano Plinio el Viejo afirmaba que los egipcios crearon el dibujo siguiendo al carbón los contornos de la sombra que un hombre proyectaba en la pared. No obstante, el perfil egipcio no es real, sino que está plagado de una serie de convencionalismos que le hacen inconfundible. La cabeza se muestra de perfil, aunque el ojo nos mira de frente, el torso aparece vuelto frontalmente hacia el espectador y las piernas vuelven a mostrarse de perfil en un escorzo imposible, una adelantada sobre la otra pero con los pies firmemente plantados sobre el suelo.
Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo[det.]. Fot. tomada de Sobre Egipto
También la concepción espacial, carente de cualquier intento de perspectiva, está ya formulada en la paleta de Narmer, limitándose únicamente a superponer figuras unas sobre otras, ya que "la única distancia mensurable en las representaciones bidimensionales es la paralela al plano de la superficie, quedando anuladas la distancia perpendicular y la oblicua" (Historia del Arte, Ed. Salvat). Además, por su forma de distribuir las figuras, incluso en obras de pequeñas dimensiones como la que nos ocupa, se aprecia el carácter mural de la plástica.
Por último, encontramos aquí también otro de los principios básicos del relieve egipcio, el de jerarquía. Cuanto mayor es la importancia política, religiosa o social de una figura, mayor es el tamaño con el que se la representa, y por eso podemos ver en la paleta de Narmer hasta cuatro escalas diferentes para representar a los personajes. Todo ello ayudaba a reforzar y complementar el mensaje mediante el cual se transmitía el poder del faraón.
Lo más interesante de la paleta de Narmer, aparte de su evidente valor artístico, radica en su valor como documento histórico. En los bajorrelieves que ocupan sus dos caras parece que ser que se narra cómo se produjo la conquista del Delta del Nilo por el rey Narmer. Como es sabido, el Egipto predinástico estaba dividido en dos reinos, el Alto Egipto, al sur del país, y el Bajo Egipto, en la zona del delta, al norte de Egipto. Narmer llevó a cabo la conquista de la región del delta y unificó Egipto en un solo reino. Sin embargo, las representaciones del monarca, como ocurre en la propia paleta, nunca le representan portando la doble corona, símbolo de la unión del Alto y el Bajo Egipto, sino una u otra alternativamente, como si en lugar de ser rey de un solo reino, fuese el mismo rey para dos reinos diferentes.
Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo[det.]. Fot. tomada de Amigos de la Egiptología
En una de sus caras, se representa a Narmer a una escala superior al resto de las figuras y portando la corona del Alto Egipto. El faraón, como sería frecuente en lo sucesivo en otras muchas representaciones de los faraones, golpea con una violencia extrema al enemigo al que tiene sujeto por el cabello. Sin duda, una advertencia para cualquiera que ose oponerse al poder del faraón, como los vencidos que están en otro registro, bajo sus pies. En su victoria cuenta con la protección de Horus, en su habitual representación de halcón. Su presencia junto a Narmer viene a recordarnos el carácter divino del monarca. Tras el rey aparece la figura del portador de las sandalias del rey.
En la otra cara los sucesos se narran en tres franjas horizontales. En la primera banda Narmer porta ya la corona roja, símbolo del Bajo Egipto, que tras la victoria le pertenece. Acompañado de su séquito, se nos muestran dos filas de enemigos decapitados, en otra muestra más de la crueldad con que se paga a los enemigos del rey. En el segundo registro, aparecen dos extraños monstruos con unos enormes cuellos entrelazados a los que dos egipcios tienen atados con unas correas, y que constituye uno de los pocos elementos no interpretados de la paleta. Por último, en el tercer registro se muestra a un poderoso toro pisoteando a los enemigos vencidos y arremetiendo contra las murallas de una ciudad que ceden ante su ataque. La identificación del toro con el faraón parece clara.
En sus dos caras, aparece escrito el nombre de Narmer, entre dos cabezas de vaca que se muestran frontalmente, lo que no es muy usual en la plástica egipcia. Aunque suelen identificarse con tempranas representaciones de la diosa Hathor, también hay autores que piensan que se trata de una representación de la diosa Bat.
Llama poderosamente la atención comprobar cómo en una época tan temprana como la que corresponde al reinado de Narmer, ya están asimilados, o al menos planteados, los fundamentos y convencionalismos estéticos de la plástica egipcia. El más importante de todos ellos es la norma del perfil, que surge en gran medida de adoptar el contorno como elemento fundamental de la figuración. Ya el historiador romano Plinio el Viejo afirmaba que los egipcios crearon el dibujo siguiendo al carbón los contornos de la sombra que un hombre proyectaba en la pared. No obstante, el perfil egipcio no es real, sino que está plagado de una serie de convencionalismos que le hacen inconfundible. La cabeza se muestra de perfil, aunque el ojo nos mira de frente, el torso aparece vuelto frontalmente hacia el espectador y las piernas vuelven a mostrarse de perfil en un escorzo imposible, una adelantada sobre la otra pero con los pies firmemente plantados sobre el suelo.
Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo[det.]. Fot. tomada de Sobre Egipto
También la concepción espacial, carente de cualquier intento de perspectiva, está ya formulada en la paleta de Narmer, limitándose únicamente a superponer figuras unas sobre otras, ya que "la única distancia mensurable en las representaciones bidimensionales es la paralela al plano de la superficie, quedando anuladas la distancia perpendicular y la oblicua" (Historia del Arte, Ed. Salvat). Además, por su forma de distribuir las figuras, incluso en obras de pequeñas dimensiones como la que nos ocupa, se aprecia el carácter mural de la plástica.
Por último, encontramos aquí también otro de los principios básicos del relieve egipcio, el de jerarquía. Cuanto mayor es la importancia política, religiosa o social de una figura, mayor es el tamaño con el que se la representa, y por eso podemos ver en la paleta de Narmer hasta cuatro escalas diferentes para representar a los personajes. Todo ello ayudaba a reforzar y complementar el mensaje mediante el cual se transmitía el poder del faraón.
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