lunes, 5 de julio de 2010

SÁENZ DE OIZA, "Palacio de Festivales de Cantabria"

FRANCISCO JAVIER SAÉNZ DE OIZA. Palacio de Festivales de Cantabria (Santander, 1990)


Sobre los terrenos que ocupaba un antiguo astillero, colgado sobre el mar de la bahía de Santander, levantó entre 1986 y 1990 el arquitecto Sáenz de Oiza el Palacio de Festivales de Cantabria, sede de un importante festival de música clásica internacional.

El navarro Francisco Javier Sáenz de Oiza es uno de los arquitectos más importantes de la segunda mitad del siglo XX en España. Entre sus obras, a camino entre el organicismo y el racionalismo, encontramos edificios emblemáticos como el Edificio Torres Blancas (Madrid, 1969), el Edificio del BBVA (Madrid, 1972) o el Edificio Torre Triana (Sevilla, 1993), por poner un ejemplo de su trabajo en Andalucía.

En el diario El Mundo el 19 de julio de 2000, con motivo del fallecimiento del arquitecto, se publicaba una semblanza en la que se recogían estas palabras en las que enjuiciaba su propio trabajo, no sin cierta dureza:

"A estas alturas de mi vida lo tengo más claro que nunca: he fracasado como arquitecto, soy un mal profesional. La arquitectura tiene que ver más con el arte y la poesía que con la técnica, y desde luego a mí no se me puede considerar un artista. La técnica es algo que se domina con esfuerzo y tesón, y eso no tiene demasiado mérito".


FRANCISCO JAVIER SAÉNZ DE OIZA. Entrada principal, Palacio de Festivales de Cantabria (Santander, 1990)


No sé si se trataba de un ejercicio de sinceridad o de falsa modestia, aunque bien pudieran ser las dos cosas. Que hay poesía y arte en muchas de sus construcciones no seré yo quien lo cuestione, pero que otras son un ejercicio frío de pura técnica también me lo parece, y una de estas bien podría ser el Palacio de Festivales, que desde su misma inauguración despierta el recelo y las críticas feroces de muchos ciudadanos de Santander. Yo mismo, el verano pasado, mientras tomaba las fotografías que acompañan este artículo, recibí el reproche de una paseante que me preguntó "por qué fotografiaba una cosa tan fea, con las cosas tan bonitas que hay en Santander". En realidad creí entender que aquel reproche no se dirigía al edificio en sí, sino a la arquitectura contemporánea en general. Mi respuesta fue instintiva, sin tiempo para pensarlo: "¡Pues a mí me gusta!", la arquitectura contemporánea claro, porque el Palacio, sinceramente, no mucho.

FRANCISCO JAVIER SAÉNZ DE OIZA. Entrada principal, Palacio de Festivales de Cantabria (Santander, 1990)


Las críticas hacia el edificio, como decía, son antiguas, y no afectan únicamente a su estética, sino también a algunos errores atribuidos al arquitecto, como el cambio de coloración de algunos materiales por su proximidad al mar, el diseño de las sillas, demasiado estrechas para una persona y que hubieron de cambiarse poco después de su inauguración, algún derrumbamiento incluso. Otras se dirigen, creo que con poco fundamento, al uso elitista del edificio.

Los materiales que predominan son el mármol y el cobre. La cubierta está plagada de tragaluces que permiten iluminar el interior de forma natural. Su entrada principal, inspirada en los teatros griegos como el de Epidauro, podemos entenderlo como un claro ejemplo del intento de síntesis entre la tradición más clásica y la vanguardia.

El palacio se inauguró con un Oratorio de Haendel, Josué, a cargo del King's Consort. Enrique Franco escribió la crónica del estreno para el diario El País, y en ella alaba la belleza del palacio santanderino, tanto en el interior de la sala como en el exterior, que en su opinión se integra perfectamente en la ciudad. Pero, sobre todo, destaca la acústica, que considera clara, transparente y efusiva, ya que el sonido se refleja y corre con naturalidad.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me consta que el edificio es detestado por no pocas cabezas pensantes de la ciudad. A mí, si te digo la verdad, tampoco me gusta. Un abrazo.

Unknown dijo...

Me ha encatado visitar tu blog.

Volveré.

Lo hojearé con más tranquilidad.

Hasta pronto

Gonzalo Durán dijo...

Muchas gracias Alba, encantado de recibirte por aquí.
Un abrazo José Manuel, me alegro de coincidir contigo, en efecto, no es una obra muy afortunada.

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