En 1889, Van Gogh ingresa nuevamente en el hospital, en esta ocasión en el sanatorio mental de Saint-Rémy, un pueblecito cercano a Arlés. Como explicábamos en una entrada anterior, este nuevo ingreso se produjo por las crisis, que se venían repitiendo, pero también por las presiones de sus vecinos, que lo denunciaron a la policía como un loco peligroso. La persistencia de esta situación le lleva a pedir ayuda, una vez más, a su hermano Théo, quien deberá hacer frente a los gastos del internamiento, que finalmente se produce a petición del propio Vincent:
Como se aprecia, Vincent empieza a considerar la locura como una enfermedad más, y el contacto con los otros enfermos le ayuda a disipar sus miedos ante ella. Su estado va mejorando poco a poco, aunque teme que algunas de sus ideas sean consideradas como una evidencia más de su estado mental, como cuando plantea la posibilidad de enrolarse en la Legión Extranjera por cinco años, argumentando, no sin cierta amargura:
VINCENT VAN GOGH. El jardín de Saint Paul (1889) Colección privada
Afortunadamente, los médicos permitieron a Vincent continuar pintando, y y en el año que permaneció en la clínica, su producción aumentó en unas ciento cincuenta pinturas, si bien es cierto que esta producción no fue constante, sino que alterna períodos de creatividad con otros de ausencia de trabajo, coincidiendo con sus desórdenes mentales.
En sus cuadros aparece ahora su mundo más inmediato y cercano, los pasillos de las habitaciones; los propios residentes de la clínica, enfermos como él; el jardín; o los paisajes de olivos y cipreses de los paisajes circundantes al hospital que pinta cuando le dejan salir del mismo.
Se aprecia en la pintura de este año que el colorido intenso de Arlés, deja paso a otro más fresco y suave, que bien pudiera interprertarse como una prueba más de que su ánimo está más sosegado. Las pinceladas, en cambio, siguen siendo vigorosas, frenéticas y llenas de un sugestivo movimiento ondulante, como se aprecia en la hermosísima Noche estrellada, del Metropolitan.
Van Gogh, definitivamente, se aleja de los impresionistas, a los que reprocha sus carencias en la representación de la figura humana que, no lo olvidemos, constituía el gran anhelo de Van Gogh:
En enero de 1890, el nombre de Vincent Van Gogh, aunque seguía sin vender ni un cuadro, empezó a disfrutar de un cierto reconocimiento, cuando el escritor Albert Aurier elogia su pintura en un artículo publicado en el Mercure de France. El efecto de aquel artículo tuvo un efecto contradictorio sobre Van Gogh, por un lado se sintió reconfortado, pero a medida que pasa el tiempo le produce una desazón que va en aumento, y termina suplicando a Théo:
El 16 de mayo de 1890, un año después de haber ingresado en el sanatorio, Vincent regresa a París, donde se reune con Théo, y conoce a su cuñada y a su sobrino, a quien han bautizado con su nombre. Poco después se traslada a Auvers-sur-Oise, un pequeño pueblecito de artistas situado al norte de París, donde transcurrirán los últimos meses de su vida y la última etapa de su obra.
"Para fin de mes desearía ir otra vez al hospicio de Saint-Rémy o a otra institución de este género, de la cual el Sr. Salles me habló. [...]. Creo que bastará que te diga que me siento decididamente incapaz de recomenzar, de reinstalar un nuevo taller y de quedarme solo aquí, en Arlés o en otra parte; sigue siendo igual por ahora; he tratado de hacerme a la idea de recomenzar; sin embargo, por el momento no es posible. Tendría miedo de perder la facultad de trabajar, que retorna ahora, forzándome, y cargando además con todas las otras responsabilidades, encima, de tener un taller. Y provisionalmente deseo quedar internado; tanto para mi propia tranquilidad, como para la de los demás. Lo que me consuela un poco es que comienzo a considerar la locura como una enfermedad como cualquier otra y acepto la cosa como tal; mientras que, en las crisis mismas, me parecía que lo que imaginaba era la realidad. En fin, justamente no quiero pensar ni hablar de ello".
Como se aprecia, Vincent empieza a considerar la locura como una enfermedad más, y el contacto con los otros enfermos le ayuda a disipar sus miedos ante ella. Su estado va mejorando poco a poco, aunque teme que algunas de sus ideas sean consideradas como una evidencia más de su estado mental, como cuando plantea la posibilidad de enrolarse en la Legión Extranjera por cinco años, argumentando, no sin cierta amargura:
"Yo estoy atravesado en la vida y mi estado mental no sólo es sino que ha sido también abstracto, de manera que cualquier cosa que se haga por mí, no puedo pensar en equilibrar mi vida. Cuando debo seguir una regla como aquí en el hospicio, me siento tranquilo. Y en el servicio pasaría más o menos lo mismo"
VINCENT VAN GOGH. El jardín de Saint Paul (1889) Colección privada
Afortunadamente, los médicos permitieron a Vincent continuar pintando, y y en el año que permaneció en la clínica, su producción aumentó en unas ciento cincuenta pinturas, si bien es cierto que esta producción no fue constante, sino que alterna períodos de creatividad con otros de ausencia de trabajo, coincidiendo con sus desórdenes mentales.
En sus cuadros aparece ahora su mundo más inmediato y cercano, los pasillos de las habitaciones; los propios residentes de la clínica, enfermos como él; el jardín; o los paisajes de olivos y cipreses de los paisajes circundantes al hospital que pinta cuando le dejan salir del mismo.
Se aprecia en la pintura de este año que el colorido intenso de Arlés, deja paso a otro más fresco y suave, que bien pudiera interprertarse como una prueba más de que su ánimo está más sosegado. Las pinceladas, en cambio, siguen siendo vigorosas, frenéticas y llenas de un sugestivo movimiento ondulante, como se aprecia en la hermosísima Noche estrellada, del Metropolitan.
A la izquierda: V. VAN GOGH. L'Arlesienne (Madame Ginoux) (1890). Museo de Arte de Sao Paulo. A la derecha: V. VAN GOGH. Lirios sobre fondo amarillo (1890). Museo Van Gogh, Amsterdam
Van Gogh, definitivamente, se aleja de los impresionistas, a los que reprocha sus carencias en la representación de la figura humana que, no lo olvidemos, constituía el gran anhelo de Van Gogh:
"¡Ah ... pintar rostros como Claude Monet pinta los paisajes! Eso es lo que falta, a pesar de todo, por hacer, y antes de que en rigor sólo se identifique a Monet con los impresionistas. Porque, en fin, en rostros Delacroix, Millet, muchos escultores han hecho cosas mucho mejores que los impresionistas y aun J. Breton ...
Y así guardaremos siempre una cierta pasión por el impresionismo; pero yo siento que vuelvo más y más a las ideas que ya tenía antes de ir a París..."
En enero de 1890, el nombre de Vincent Van Gogh, aunque seguía sin vender ni un cuadro, empezó a disfrutar de un cierto reconocimiento, cuando el escritor Albert Aurier elogia su pintura en un artículo publicado en el Mercure de France. El efecto de aquel artículo tuvo un efecto contradictorio sobre Van Gogh, por un lado se sintió reconfortado, pero a medida que pasa el tiempo le produce una desazón que va en aumento, y termina suplicando a Théo:
"Por favor pídele a M. Aurier que no escriba más artículos sobre mi pintura; insiste sobre todo en el hecho de que está equivocado con respecto a mí, que en realidad estoy demasiado conmovido por la mortificación como para afrontar la publicidad. Pintar cuadros me distrae, pero oír hablar de ellos me hace más daño del que él pueda imaginar"
El 16 de mayo de 1890, un año después de haber ingresado en el sanatorio, Vincent regresa a París, donde se reune con Théo, y conoce a su cuñada y a su sobrino, a quien han bautizado con su nombre. Poco después se traslada a Auvers-sur-Oise, un pequeño pueblecito de artistas situado al norte de París, donde transcurrirán los últimos meses de su vida y la última etapa de su obra.
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