JUAN BAUTISTA DE TOLEDO /JUAN DE HERRERA. Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
El 10 de agosto de 1557, durante las guerras que enfrentaron a España y Francia por la hegemonía europea durante el siglo XVI, las tropas de Felipe II obtuvieron una victoria aplastante sobre las de Enrique II en la localidad de San Quintín, en la Picardía, región del norte de Francia fronteriza con Flandes. La tradición dice que para conmemorar aquel acontecimiento el rey español ordenó la construcción de un monasterio en honor a San Lorenzo, santo cuya festividad celebra la iglesia el mismo día que tuvo lugar la batalla.
Poco más de un año después, el 21 de septiembre de 1558, fallecía en Yuste, aquejado por la gota y víctima del paludismo, el padre del rey, Carlos I de España y V de Alemania. Unos días antes, el 9 de septiembre, había redactado un codicilio testamentario que completaba y modificaba algunas de las cláusulas recogidas en el testamento de Bruselas de 1554. Una de ellas afectaba al lugar donde había de reposar su sepultura. Inicialmente había dispuesto Granada, junto a su amada esposa Isabel de Portugal, pero finalmente decide que se le entierre en Yuste o donde decida su hijo el rey Felipe, con tal que su cuerpo y el de la reina reposen juntos, tal como aquella lo había determinado.
ANTONIO MORO. Retrato de Felipe II (1557). Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
Seguramente aquel cambio de opinión se debió al plan de Felipe II de hacer del monasterio proyectado un Panteón Real, donde reposasen, no sólo los restos de sus padres, sino los suyos propios y los de sus herederos. Un lugar también en cuya iglesia se rezase e intercediese por las almas de toda la familia real. Ese es pues el motivo de la fundación de El Escorial, funerario y religioso, como se recoge en la propia carta fundacional del que había de ser una de las obras cumbres de la arquitectura española.
El lugar elegido fue una explanada en las faldas de la Sierra de Guadarrama, a unos 50 kilómetros de Madrid, por entonces una zona boscosa y despoblada, precepto este último exigido para los monasterios de la orden jerónima, a los que el rey concedió la fundación, cuya primera piedra se colocó el 23 de abril de 1563.
"Para que asimismo se ruegue e interceda a Dios por nos e por los Reyes nuestros antecesores y sucesores e por el bien de nuestras ánimas e la conservación de nuestro estado real, teniendo asimismo fin e consideración a que el Emperador y Rey mi señor y padre (...), en el codicilo qu últimamente hizo nos cometió remitió lo que tocaba a su sepultura, y al lugar y parte donde su cuerpo y el de la Emperatriz y Reina mi señora y madre habían de ser puestos y colocados, siendo cosa justa y decente que sus cuerpos sean muy honorablemente sepultados, e por sus ánimas se hagan y digan continuas oraciones, sacrificios, conmemoraciones e memorias. E porque otrosí nos hablemos determinado, cuando Dios Nuestro Señor fuere servido de nos llevar para sí, que nuestro cuerpo sea sepultado en la misma parte y lugar (...).
Por las cuales consideraciones fundamos y edificamos el Monasterio de San Lorencio el Real, cerca de la villa de El Escorial, en la diócesis y arzobispado de Toledo; el cual fundamos en dedicación y en nombre del bienaventurado San Lorencio, por la particular devoción que, como dicho es, tenemos a este glorioso santo. Y en memorial de la merced y victorias que en el día de su festividad de Dios comenzamos a recibir. E otrosí, le fundamos de la Orden de San Jerónimo, por la particular afección y devoción que a esta Orden tenemos, y le tuvo el Emperador y Rey mi señor. E demás de esto habemos acordado instituir y fundar un colegio en que se enseñen y lean las Artes y Santa Teología, y que se críen e instituyan algunos niños a la manera de Seminario, etc. Todas las cuales obras esperamos en Dios serán para su santo servicio, e de que se conseguirá y resultará mucho fruto e beneficio al pueblo cristiano"
Carta de Fundación y Dotación, recogida por el P. Sigüenza. Cit. por MªPaz Soler Villalobos, "El Palacio del Rey", en Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (Madrid, Patrimonio Nacional, 2005)
2 comentarios:
EL VALLE DE LOS CAÍDOS es, junto con el Monasterio de El Escorial, una de las primeras maravillas del mundo. Y si estuviera iluminado como la Torre Eiffel, 20.000 bombillas, 352 proyectores de 1.000 vatios cada uno y 4 reflectores de neón de 6.000 vatios cada uno que giran, sería, sin duda, LA PRIMERA MARAVILLA DEL MUNDO.
EL MONASTERIO DE EL ESCORIAL fue considerado en el siglo XVII como la octava maravilla del mundo.
"El presbiterio de El Escorial, el retablo, los sepulcros reales, el divino tabernáculo, he aquí uno de los conjuntos más impresionantes que jamás hayan sido creados por los hombres. Juan de Herrera tocó aquí las cimas de los sublime".
"La creación magna de Juan Bautista de Toledo es el Patio de los Evangelistas, que es una de las creaciones más claras y definitivas del renacimiento universal".
"La fachada, el grandioso frente de poniente, con el juego bien ponderado de sus cinco ejes, es una de las páginas más solemnes y contundentes de la arquitectura universal"
"El magnífico grupo escultórico en el presbiterio del Monasterio del Escorial, representando al monarca Felipe II y a su familia en devota actitud de oración, emana y transmite de forma fehaciente y ejemplar, la real y auténtica subordinación y acatamiento de los valores y jerarquía humanos, a la siempre superior esfera de la omnipotencia y majestad divinas".
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La grandeza artística de El Escorial está fuera de toda duda. Permíteme, en cambio, que discrepe abiertamente de tu opinión sobre el Valle de los Caídos, del que artísticamente sólo merece destacarse la obra escultórica de Juan de Ávalos. Por lo demás, todo lo que hay alrededor de este monumento es tremendo, ordenado construir por un dictador como Franco que empleó como mano de obra a los propios presos políticos del bando republicano, y que hoy alberga la tumba del propio dictador y la del fundador del partido fascista que lo sostuvo. Imposible calificar como maravilla semejante obra. Se me ocurren otros muchos calificativos, todos por cierto, bastante alejados del que tú le aplicas.
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