lunes, 15 de febrero de 2010

JEAN FOUQUET, "Díptico de Melun"

JEAN FOUQUET. Virgen rodeada de ángeles (h. 1450) [tabla derecha del Díptico de Melun]. Museo de Bellas Artes, Amberes.


El 1 de febrero de 1328 falleció sin herederos Carlos IV, el último rey Capeto de Francia. Nueve años después, en 1337, daría comienzo una larga contienda por la sucesión a la corona francesa entre las dos ramas con derechos, la de los Valois, y la inglesa de los Plantagenet. El conflicto se prolongaría durante 116 años, hasta 1453, y los historiadores lo llaman la Guerra de los Cien Años.

Si durante los primeros compases, la suerte pareció decidida en favor de los ingleses, la milagrosa aparición de una joven, Juana de Arco, proporcionó un giro decisivo a la guerra en 1429, al conseguir la expulsión de los ingleses de la ciudad de Orleans. Aquella victoria permitió a Carlos VII poder coronarse como rey de Francia ese mismo año en Reims, que aunque no fue, ni mucho menos, el final del conflicto, abrió las puertas para la consolidación de la dinastía de los Valois.

Corría el año 1443 y Carlos VII luchaba todavía por imponer su dominio sobre toda Francia. Durante un banquete organizado en la corte, una joven llama la atención por su amabilidad y dulzura de la reina María de Anjou, quien termina por convencer a su señora Isabel de Lorena para que la deje a su servicio en la corte. Cuando el rey la vio parece ser que exclamó "creo que he visto un ángel". El asedio del monarca, entrado ya en la cuarentena, terminó por derribar la resistencia de la joven de tan sólo 21 años, ante la indiferencia de la reina, casi complacida y aliviada de quitarse de encima un marido por el que nunca sintió demasiado afecto y al que dio doce hijos.


JEAN FOUQUET. Retrato de Carlos VII, rey de Francia (h. 1441-1451). Museo del Louvre, París.

Aunque Agnès Sorel no fue la primera amante de un rey, sin embargo fue la primera a la que se le reconoció públicamente esa condición al otorgársele el título de maitresse en titre (querida oficial), que luego llevarían otras. De aquella relación nacieron tres hijas, Marie de Valois, Charlotte de Valois y Jeanne de Francia. Murió en 1450, a los 27 años, de manera repentina, tras haberse desplazado, en pleno invierno, a encontrarse con el rey en Rouen, que estaba al frente de su ejército combatiendo a los ingleses, para advertirle de una conjura contra su persona. Los testimonios de la época hablan de su fallecimiento por un "flujo de vientre", sin embargo las sospechas sobre un posible envenenamiento corrieron desde el principio. No le faltaban enemigos en la corte, el más importante de todos, el hijo primogénito de Carlos, el futuro Luis XI, cuyo rencor hacia la amante de su padre era manifiesto. Por ese motivo, hace unos años su cadáver fue sometido a una autopsia que descubrió que Agnès padecía de una infección por lombrices y que en su organismo se encontró mercurio en dosis muy altas, por lo que las dudas sobre la causa de su muerte permanecen todavía hoy.

La extraordinaria belleza que le atribuían sus contemporáneos quedó recogida por Jean Fouquet, el pintor francés más famoso de su época, al tomarla como modelo para la Virgen rodeada de ángeles del Díptico de Melun, obra maestra del estilo gótico internacional. La pintura nos muestra a una joven de una gran belleza, de cabello claro y piel muy blanca, figura muy estilizada, talle muy estrecho y el cuello sinuoso y hermoso como el de un cisne. La frente despejada enmarca una cabeza de una forma ovalada que roza la perfección y en el que Fouquet dibuja unas finísimas cejas que continuan su dibujo sobre el perfil de la nariz, bajo el cual una boca diminuta aporta una fresca y radiante nota de color.

De Agnès Sorel se decía además que era una mujer inteligente y culta, aficionada a la lectura, que practicaba desde los cinco años, hecho bastante extraordinario para la época. Sus gustos refinados y exquisitos impusieron la moda en la corte francesa durante los años que se mantuvo al lado del rey. Algo de ello hay en el retrato de Fouquet. Los movimientos suaves y ondulantes de la Virgen, su pose, emanan una elegancia que potencia si cabe la belleza de sus facciones. No puede sorprender, por tanto, que el rey quedara prendado del encanto de la muchacha. Lo sorprendente es entender qué vio ella en el rey.


JEAN FOUQUET. Retrato de Étienne Chevalier acompañado de San Esteban (h. 1450)[tabla izquierda del Díptico de Melun] Gemäldegalerie Berlín.


El retrato de Agnès formaba parte del Díptico de Melun, una obra cuyas dos tablas en la actualidad están repartidas entre Amberes y Berlín. El comitente de la obra fue Etiénne Chevalier, que encargó la obra a Fouquet para la tumba de su esposa Catherine Budé en la iglesia de Notre Dame de Melun, donde estuvo expuesta inicialmente. En ella, el esposo acompañado de San Esteban reza pidiendo a la Virgen y al Niño Jesús su intercesión para la entrada de su difunta esposa en el reino de los cielos.

La tabla de la Virgen es una pintura realmente interesante. Su carácter sagrado es obvio y evidente, pero también lo es el tratamiento profano que le confiere Fouquet. Lo más extraordinario está en el pecho desnudo que muestra la Virgen, no por el hecho en sí, bastante habitual y que responde a un motivo conocido como ostentatio, relacionado con el papel de María como intermediaria y nodriza de toda la humanidad. Lo que llama realmente la atención es la forma en que Fouquet muestra el pecho, rotundo y perfectamente modelado, escapando del corpiño desabrochado, con un erotismo tan evidente que no forma parte para nada del tema.

La figura de la Virgen, su corporeidad terrenal, contrasta absolutamente con el colorido irreal de los ángeles, rojos y azules que se sitúan tras ella. Sus cuerpos brillantes, de volúmenes apretados, el colorido intenso y sobre todo su mirada fija y penetrante, resultan poco humanos. Me recuerdan a esas películas de miedo en la que aparecen niños conocedores de ocultos secretos pertenecientes al mundo de los adultos. Al menos yo no puedo verlos sin percibir una sensación inquietante y perturbadora, pero que al mismo tiempo resulta fascinante.

El contraste entre las dos tablas constituye un compendio de la encrucijada en que se encuentra el arte europeo a mediados del siglo XV, y de lo que fue la propia obra de Fouquet. No es mucho lo que sabemos de su vida, aunque fue pintor de la corte del rey de Francia y su fama trascendió las fronteras de aquel páis. Debió formarse en los círculos de los ilustradores flamencos y borgoñones, quizá con los Hermanos Limbourg, y también sabemos que viajó por Italia, donde pintó un retrato hoy perdido, del papa Eugenio IV. Su estilo es una fusión de diferentes influencias flamencas e italianas, a las que aporta un sello personal, caracterizado por un cierto distanciamiento y una rígida estructuración de sus cuadros, que tienden a la abstracción.

Esa mezcla de estilos e influencias puede verse admirablemente en esta obra. La tabla derecha, con el donante y el santo, delata las influencias de pintores italianos como Paolo Ucello y Andrea del Castagno, por la claridad narrativa y el uso de la perspectiva en el espacio arquitectónico en el que situa la escena, y que parece un palacio renacentista italiano. Al mismo tiempo, el evidente realismo de los rostros, en los que se dibujan las arrugas y la sombra de la barba, recoge la influencia de los primitivos flamencos.


JEAN FOUQUET. Virgen rodeada de ángeles (h. 1450), detalle [tabla derecha del Díptico de Melun]. Museo de Bellas Artes, Amberes.


La tabla de la Virgen, en cambio, es un vivo ejemplo del llamado estilo gótico internacional iniciado por los Hermanos Limbourg, en el que se mezcla el preciosismo cromático de la escuela de Siena y el espíritu caballeresco francés. Las señas de identidad del estilo están presentes en esta tabla de Fouquet: la utilización de colores brillantes y llamativos; las formas estilizadas y suaves, en las que la curva, así como los ritmos ondulantes y retorcidos se prefieren a las sensaciones volumétricas; y la influencia de la miniatura, que se constata en el detallismo y minuciosidad de las representaciones, y que aquí se percibe en la magnífica corona y el trono de la Virgen, adornado con perlas, gemas y láminas de ónice.

Sobre Jean Fouquet, podeis leer un buen artículo en la wikipedia, pero no dejeis de visitar esta otra página de la exposición Fouquet, peintre et enluminer du XVe siècle (en francés e inglés). Para conocer algo más sobre las relaciones de Agnès Sorel y Carlos VII, visita el blog de Ana Vázquez Hoys, o lee la biografía de Agnès Sorel en la wikipedia francesa, algo más completa que su versión en español.


8 comentarios:

Unknown dijo...

Desconocía la identidad de la modelo, pero siempre sospeché que este cuadro tenía muy poco de sacro y sí mucho de profano. Excelente entrada.

Gonzalo Durán dijo...

¿Será por eso que decimos de algunas mujeres hermosas que son divinas? José Manuel, gracias por tu visita y tus palabras.

Alfredo dijo...

Bravo. Gran artículo. Yo pensaba que la identidad de la modelo era Catalina Budé, esposa del donante. Gracias por dejarlo tan clarito.
Saludos

Gonzalo Durán dijo...

Bueno, la verdad es que la identidad de Catalina Budé es una de las que se manejan en este cuadro, aunque la inmensa mayoría de los historiadores coinciden en afirmar que se trata de Agnès Sorel. Entre otras razones se esgrime el enorme parecido que guarda con la imagen yacente de su sepulcro en la abadía de Loches. Saludos.

PACO HIDALGO dijo...

Muy buen trabajo, Gonzalo, sobre este pintor gótico poco estudiado, al menos, en los temarios de Bachillerato. Un abrazo.

Gonzalo Durán dijo...

Gracias Paco, como bien sabes los temarios de bachillerato se reducen a una selección de autores de cada estilo, y otros muchos se quedan por el camino. El blog me permite la oportunidad de abrir una ventana a esos otros autores y obras singulares que se quedan fuera pero sin los que difícilmente se pueden comprender los caminos del arte.

noelia dijo...

He dado por casualidad, Gonzalo, con tu blog, resulta estimulante para quienes, aunque curiosos, no sabemos mucho de arte,enhorabuena. Esta entrada sobre el "Díptico de Melun" es estupenda. El rostro de la Virgen da la sensación de estar pensando, en una especie de recogimiento mental (nada religioso, más bien muy terrenal), me ha recordado un poco al retrato del bufón, aunque yo tengo debilidad por el autorretrato de Fouquet. No sé si se pueden hacer preguntas pero ¿hay alguna explicación, más allá de la influencia de Fran Angelico, al color rojo de los ángeles? Un saludo
Noelia

Gonzalo Durán dijo...

Hola Noelia, gracias por tus palabras y feliz de que me hayas encontrado.En cuanto a la pregunta, no lo sé, salvo que el colorido rico y brillante es una de las señas de identidad del gótico internacional. También en el románico se ven colores irreales en algunas pinturas. Un saludo y espero que vuelvas pronto.

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