La pintura española del Renacimiento no alcanza el esplendor de otras zonas de Europa, especialmente Italia, y la mayoría de los pintores del momento (Pedro Berruguete, Juan de Juanes, Alejo Fernández, ...) no resisten la comparación con sus contemporáneos italianos. De este mediocre panorama, rescatamos, no obstante, algunos nombres de indudable calidad, como los magníficos retratistas Sánchez Coello y su discípulo Pantoja de la Cruz, o el gran Luis Morales, apodado como el Divino. Pero la personalidad más descollante de todas es la de un griego, adoptado como español, y cuya figura se proyecta hasta los lugares más importantes de toda la pintura universal, Doménicos Theotocópulos, a quien todos en Toledo llamaron Dominico Greco o simplemente El Greco.
EL GRECO. Apóstol Santiago el Menor (1610-14). Museo El Greco, Toledo
Nació en Creta, entonces una colonia veneciana, en el año 1541 y murió, setenta y tres años más tarde, en Toledo, ciudad en la que residió desde el año 1579. Su primera formación la realizó en su isla natal, donde se impregnó de la forma de organizar los espacios al modo bizantino, así como de la expresividad de los iconos, que muchos años más tarde continuamos viendo en sus apóstoles.
De Creta pasó a Venecia, donde recibe la influencia más decisiva para la formación de su propio estilo. Es allí donde, en contacto con la pintura veneciana, más con Tintoretto que con Tiziano, su técnica se vuelve libre y suelta; su colorido, rico y suntuoso, de gamas preferentemente frías, de carmines, azules, amarillos y blancos argentados. También allí aprenderá a construir el espacio con esas extrañas distorsiones que le caracterizan.
De Venecia a Roma, en su peregrinar por hacerse un hueco entre los grandes, tan difícil entre tanta competencia. Siempre dispuesto a aprender, es entonces cuando aparecen en sus pinceles las formas alargadas y serpenteantes que deforman los cuerpos y que hacen inconfundibles sus figuras, y donde se pone de manifiesto su clara adhesión al manierismo.
EL GRECO. Martirio de San Mauricio y la legión tebana (1580-82) El Escorial.
De Roma se vino a España. Hay quien dice que el motivo de su salida se debió a las disputas con los seguidores de Miguel Ángel, a quien con sus firmes convicciones y personalidad, no dudaba en criticar. Otros, en cambio, piensan que el motivo de su venida fue hacerse un hueco como pintor de la corte de Felipe II y las obras de El Escorial. Para el rey pintó "El martirio de San Mauricio y la legión tebana", que el rey no lo consideró adecuado para sus fines, lo pagó generosamente y se quedó con él, por lo que habría que poner en duda la afirmación general de que no le gustó. Quizá lo que no le gustó era el emplazamiento y no la obra en sí.
El contratiempo llevó a El Greco a instalarse definitivamente en Toledo, donde convive con doña Jerónima de la Cueva, madre de su único hijo, el también pintor Jorge Manuel. Su estilo se va haciendo cada vez más irreal y más independiente, al mismo tiempo que su fama se va acrecentando, especialmente después de 1586, en que pinta su obra más famosa, "El entierro del señor de Orgaz", con esa tajante separación entre cielo y tierra, expresada no sólo físicamente sino también por medio de la técnica empleada, especialmente en la parte del cielo, con las formas apenas sugeridas, y los ropajes irreales.
En los últimos años de su vida, El Greco acentuará sus deformaciones y la independencia del color, constituyéndose en uno de los mejores exponentes del manierismo. Hay numerosos ejemplos de ello en esta fase de su producción, especialmente en los lienzos religiosos de gran formato como Bautismo de Cristo, Pentecostés, Anunciación, Calvario, Adoración de los pastores, etc. También por aquellos años pintó la serie de los Apostolados y varios cuadros de San Francisco y otros de la Verónica, temas que repitió en varias ocasiones, y en los que expresa un enorme misticismo.
EL GRECO. Cardenal Fernando Niño de Guevara (1600) Metropolitan Museum, Nueva York
Además de su pintura religiosa, no podemos olvidar en El Greco su extraordinaria producción retratística, donde la influencia veneciana es manifiesta y penetra psicológicamente el carácter del retratado, ya sea un inquisidor como el Cardenal Niño de Guevara, un cardenal, como el Cardenal Tavera, un hombre de letras como fray Hortensio Paravicino, o un caballero como el famoso Caballero de la mano al pecho. E incluso el paisaje, como en su famosa Vista de Toledo.
Para concluir no me resisto a trasladar aquí un par de textos clásicos sobre el pintor toledano, creo que merece la pena recrearnos en ellos, uno de un contemporáneo, el padre fray José de Sigüenza, y otro de un estudioso de principios del siglo XX como M.B. Cossío :
"De un Dominico Greco, que agora vive y haze cosas excelentes en Toledo, quedó aquí [en El Escorial] un quadro de San Mauricio y sus soldados, que le hizo para el propio altar destos santos; no le contentó a Su Magestad (no es mucho) porque contenta a pocos, aunque dizen es de mucho arte, y que su autor sabe mucho, y se vee en cosas excelentes de su mano. En esto hay muchas opiniones y gustos; a mi me parece que esta es la diferencia que hay entre las cosas que están hechas con razón y con arte a las que no lo tienen, que aquellas contentan a todos y estas a algunos; porque el arte no haze más de corresponder con la razón y con la naturaleza, y esta en todas las almas está impresa, y así con todas quadra; lo mal hecho, con algún afeyto o apariencia puede engañar al sentido ignorante, y assi contentan a los pocos considerados e ignorantes. Y tras esto (como decía su manera de hablar nuestro Mudo) los Santos se han de pintar de manera que no quiten la gana de rezar en ellos, antes pongan devoción, pues el principal efecto y fin de su pintura ha de ser esta".