viernes, 22 de mayo de 2009

Caravaggio y sus problemas con la censura de Trento

CARAVAGGIO. La muerte de la Virgen (1606). Museo del Louvre, París. [Foto tomada de Web Gallery of Art]


Probablemente, el artista que más tropezó con el celo tridentino y la censura artística que se derivó del Concilio, fue Caravaggio, por su personalísimo modo de representar las historias religiosas, tan del gusto popular y, al mismo tiempo, tan censurable para determinados sectores religiosos. El extremado realismo de sus figuras, una clara reacción contra el manierismo anterior, chocaba con el gusto de aquellos, que lo consideraban vulgar e inapropiado como modelos de santos y vírgenes.

Sonado fue el escándalo provocado por "La muerte de la Virgen", pintado originariamente para la iglesia romana de Santa María della Scala. La pintura no podía pasar inadvertida para los censores por diferentes motivos. El primero de ellos era el propio tema, el de la muerte de la Virgen, procedente no de los evangelios canónicos, sino de los apócrifos. El tema era de una larga tradición, iconográfica que arranca en lo bizantino, aunque se evitaba el término muerte, y en su lugar se empleaba dormición o tránsito. A lo largo del siglo XVI, como consecuencia de la exaltación del culto a la Virgen, como reacción frente al protestantismo, el tema de la dormición se fue sustituyendo por el de la Asunción, con toda su pompa triunfal. De esta manera, cuando Caravaggio pinta este cuadro, el tema podemos decir que prácticamente se había convertido en una rareza.

Para colmo, corrió el rumor que Caravaggio había tomado como modelo de la Virgen a una prostituta amiga suya o el cadáver de una mujer ahogada en las aguas del Tíber, con el vientre hinchado. Pero si todo esto no era suficiente para rechazar el cuadro, tampoco gustó el modo de representarla, dejando los pies y parte de las piernas al descubierto. Caravaggio representa la escena como si de un duelo de difuntos cualquiera se tratase, en el que los apóstoles son mostrados como parientes y vecinos entristecidos, como los de cualquier hogar humilde. Sólo un pequeño halo sobre la cabeza de María, apenas visible, nos pone en presencia de lo divino. Con ello Caravaggio quería mostrar la presencia de Dios en los hechos de la vida cotidiana, entre los humildes, pero no fue así entendida por las estrechas mentes de sus clientes, que se mostraron ofendidos por todos estos aspectos.

El cuadro hubo de ser retirado de la iglesia y sustituido por otro. Fue Rubens, gran admirador del italiano, quien aconsejó su compra al Duque de Mantua, su señor por aquellas fechas. Más tarde, como toda la colección de los Gonzaga, sería adquirido por el rey Carlos I de Inglaterra, y tras su triste final, decapitado en la revolución inglesa, fue comprado por Luis XIV de Francia.

Izquierda: CARAVAGGIO. San Mateo y el ángel (1602) [actualmente desaparecida]; Derecha: CARAVAGGIO. La inspiración de San Mateo (1602), San Luis de los Franceses, Roma. Foto tomada de La palabra está en el aire)


Igualmente curiosa es la historia relacionada con un encargo para la capilla Contarelli, en la iglesia de San Luis de los Franceses para la que pintó en 1602 "San Mateo y el ángel", pero fue rechazado. En la pintura, Caravaggio representa a San Mateo como un hombre tosco y rudo, mal vestido y descalzo, sin ningún signo de santidad ni nobleza, e incluso da la sensación de que fuera un ignorante analfabeto, ya que es el ángel quien parece guiarle la mano para escribir el Evangelio. El ángel, por cierto, aparece sobre la tierra, lo que tampoco gustaba a la Iglesia. Todos estos detalles provocaron el rechazo inmediato de la obra, y Caravaggio realizaría de inmediato una segunda versión, esta sí aceptada, que es la que actualmente podemos ver en Roma. La primera estaba en Berlín, pero fue destruida por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, y lamentablemente está perdida.

CARAVAGGIO. La cena de Emaús (1600) National Gallery, Londres. [Fotografía tomada de Web Gallery of Art]


No acabaron aquí los problemas de Caravaggio con la censura eclesiástica, que a veces se fijaba en detalles tan ridículos como ocurrió con "La cena de Emaús". Aquí Caravaggio ilustra un pasaje del Nuevo Testamento tomado de San Lucas . El día de la Resurrección, Jesús se dirige andando a la aldea de Emaús y se encuentra con dos de sus discípulos que sin embargo no le reconocen, es la primera vez que les ve desde su detención en el monte de los Olivos. Cuando se disponen a cenar en una posada ocurrió que "estando sentados con ellos a la mesa, tomando el pan, bendijo y partió, y dióles. Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos" (Lucas 24, 30-31). El gesto de Cristo es el de un sacerdote, y los movimientos de los discípulos, tan teatrales, nos muestran el asombro ante el descubrimiento. Como contraste, el personaje que permanece de pie, el posadero, ajeno a lo que está ocurriendo permanece inalterable. Caravaggio en estado puro.


CARAVAGGIO. La cena de Emaús (detalle) (1600) National Gallery, Londres [Fotografía tomada de Web Gallery of Art]


Tres fueron los reparos que encontraron los censores en este caso y sobre los que se centraron las críticas. El primero, la forma poco digna con que viste a los apóstoles, con ropas ajadas y remendadas, y el aspecto rústico que tienen. El segundo, la representación de Jesús, sin barba. Este detalle escandalizó a mucha gente, poco acostumbrado a verlo de ese modo, aunque era frecuente en las imágenes del cristianismo primitivo, y también lo representó así Miguel Ángel en el Juicio Final de la Capilla Sixtina. El tercer motivo de crítica fue el bodegón que incluyó sobre la mesa, extraordinario sea dicho de paso, y minuciosamente representado. El Concilio recomendaba que los artistas se centrasen en los sucesos principales, que contasen historias, y el bodegón podía hacer que los fieles desviasen su atención del asunto narrado y se distrajesen en detalles innecesarios. No vieron, o no quisieron ver ni entender, el propósito de Caravaggio: "La naturaleza muerta refuerza el mensaje central. Las manzanas podridas y los higos en mal estado simbolizan el pecado original, a la vez que la granada era un conocido símbolo de la Resurrección de Cristo: su victoria sobre el mismo pecado" (Patrick de Rynck, Cómo leer la pintura. Entender y disfrutar los grandes maestros, de Duccio a Goya).

1 comentario:

Pilar Álamo dijo...

Para mí la censura es la cárcel del arte.
Si ponemos en marcha la Moral y la Ética, estas solo admiten la Libertad.
La creación en general -y la artística en particular- tiene como presupuesto a la Libertad para prosperar.
La censura, termina convirtiéndose en autocensura, que mas temprano o más tarde va minando la potencia creativa y expulsa a los artistas hacia otros lugares, privándoles de la libertad.
Esto último representa siempre una pérdida para la sociedad en la que impera la censura, porque se ve privada del aporte del artista que expulsa.
Bueno...si me he pasado, perdona, pero me parece muy interesante lo que has dicho en tu trabajo y me ha hecho meditar sobre el tema de una manera profunda.
Un abrazo...
y como siempre, estupendo trabajo.

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