P.P. RUBENS. Cardenal Infante don Fernando de Austria en la batalla de Nordlingen (1634-35). Madrid, Museo de El Prado |
Tras la muerte de la infanta
Isabel Clara Eugenia sin herederos, el 1 de diciembre de 1633, en el palacio real
de Coudenberg, en Bruselas, el gobierno del territorio revirtió nuevamente en
la corona española. Felipe IV nombró como gobernador a su hermano, el
Cardenal-Infante don Fernando. Su llegada a los Países Bajos vino precedido por
su triunfo en la batalla de Nordlingen, y se vio acompañada por una serie de
entradas públicas de carácter triunfal en algunas ciudades flamencas, entre las
que destacan las de Gante y Amberes.
Los orígenes
de estas ceremonias en los que un personaje de gran importancia, no necesariamente
un rey, ingresa en una ciudad, hay que buscarlos en las ceremonias romanas del triumphus. Se hicieron muy frecuentes
durante el Renacimiento, aunque las cotas más altas de espectacularidad se
alcanzaron durante el Barroco. Cuando se consolida el discurso del origen
divino del poder real, la fiesta se pondrá al servicio de esta idea, haciéndose
más efectista, apoteósica y sorprendente.
Las ciudades
construían numerosos arcos de triunfo, arquitecturas y esculturas efímeras,
condenadas a desaparecer después del desfile, aunque llegaron a influir en las
transformaciones de las ciudades, porque a veces ese espacio urbano creado para
una entrada triunfal se consolida como espacio de poder durante siglos. Es lo
que ocurrió por ejemplo en lo que hoy es el Paseo del Prado, en Madrid, que
tiene su origen en la entrada triunfal que se preparó para recibir en 1570 a la
reina Ana de Austria. Como escribe Cámara: “Vista, oído y olfato fueron los
sentidos que más apreciarían los espacios imaginarios creados por los artistas
en las Fiestas. En ellas los tejidos, las pinturas, las luces o las
arquitecturas efímeras entraban por los ojos, los oídos percibían la música,
las flores y las hierbas olorosas perfumaban los recorridos…, todo se conjugaba
para convertir la ciudad en un espacio de maravilla”.
P.P. RUBENS. Arco de triunfo de Fernando (reverso). San Petersburgo, Museo del Hermitage |
De la
importancia concedida a este tipo de ceremonias y aparatos efímeros, nos pueden
dar una idea los nombres de los artistas que se encargaron de algunas de ellas.
En Venecia, en 1574, Tintoretto y Veronés colaboraron para decorar el arco y la
logia diseñados por Palladio para la entrada de Enrique III; en Inglaterra, en
1533, Holbein preparó la entrada en Londres de Ana Bolena para su coronación; Leonardo
da Vinci en Milán y luego en la corte francesa; Alberto Durero y Albrecht
Aldorfer en Alemania, para el emperador Maximiliano I; el arquitecto Iñigo
Jones en Inglaterra, en varias ceremonias de los reyes Estuardo; y una lista
interminable.
En el caso de
la entrada triunfal en Amberes del Cardenal Infante, la ciudad hizo construir
las decoraciones más importantes de su tiempo. La dirección del proyecto recayó
en el burgomaestre Rockox, en el secretario municipal Jan Caspar Gevaerts y en
Rubens. Los dos primeros se encargaron del programa de festejos y Rubens de la
decoración artística. A pesar de su carácter efímero, conocemos cómo fueron los
diseños de los cinco arcos triunfales de más de veintidos metros de altura que realizó, los cuatro escenarios y un pórtico. Además de algunos de los bocetos del propio Rubens que se conservan en diferentes museos, han llegado hasta nosotros porque se encargó a varios artistas encabezados por Theodor van Thulden, que pasaran a grabado los diseños de Rubens, y posteriormente fueron impresos en un libro conmemorativo bajo el título de Pompa Introitus Ferdinandi.
P.P. RUBENS. Arco de triunfo de Fernando (anverso). Amberes, Rubenshuis |
Desde el punto
de vista del tratamiento artístico, Blunt descubre en los diseños de Rubens las
influencias italianas ya mencionadas anteriormente, es decir, el radicalismo
manierista del último Miguel Ángel, pero con una audacia mayor que le acerca a un
barroquismo pleno, sin parangón en la arquitectura de esos años, y mucho menos
en el momento en que Rubens estuvo en Roma. La profunda curvatura del Pórtico
de los Emperadores, señala Blunt como ejemplo, es muy avanzada para su tiempo,
y viene a realizarla justo en el momento en que se están introduciendo esos planos
en algunas iglesias romanas, como hace
Borromini en San Carlos de las Cuatro Fuentes y Pietro da Cortona en la de San
Lucas y Santa Martina. De todo ello cabe deducir cómo Rubens se mantuvo
pendiente y atento al devenir de la arquitectura de su tiempo.
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