La fragua de Vulcano. VELÁZQUEZ |
Cuatro años que han dado para mucho, he retomado el contacto con antiguos compañeros de universidad, con compañeros de trabajo de los que hace años que no sabía nada, me he reencontrado con antiguos alumnos e incluso con algún familiar a quien hace tiempo que no veo; y también he conocido a mucha y muy buena gente de lugares muy distantes, que me han escrito pidiendo información sobre algún cuadro, bibliografía, algún detalle de algo que había escrito, o simplemente, decirme que le había gustado lo que había contado, otros incluso han tenido la amabilidad de invitarme a participar en sus proyectos, como Luis José Cuadrado, de la Revista Atticus. Me habéis hecho reír y sonreír con algunos correos y comentarios, que he recibido; y eso, para mí, tiene mucho valor.
Para muchos los tiempos que corren son dramáticos, y para otros que no llegan a ese grado, no son fáciles, para los profesores tampoco, y si somos de la enseñanza pública menos aún. Cuando me decidí a escribir este blog me propuse hablar en él nada más que de Historia del Arte. No es que no tenga opinión ni interés sobre otros temas que me preocupan, como la política, la educación o la economía. Todo lo contrario, ¡vaya que si la tengo!, pero decidí expresarla en otros foros distintos. A veces dudo si hago bien. No ha sido fácil, no me lo han puesto fácil en estos años. Aquellos que dicen que hay que respetar y valorar nuestro trabajo, el de los profesores, son luego los primeros que no dudan en hacer justamente lo contrario cuando pretenden intentar justificar así su propia incapacidad. Hemos recibido ataques brutales por algunos de ellos, se nos han ido exigiendo sacrificios continuos, uno detrás de otro, cada uno de ellos como si fuera el primero y no hubiera habido ninguno antes. Esos mismos sacrificios que, curiosamente, ellos no están dispuestos a hacer, para asumir lo que sólo es responsabilidad suya y no nuestra. No creo que haga falta ni decir nombres, y los hay de todos los colores.
Cada vez que he sentido uno de esos ataques he pensado en la cantidad de horas de trabajo, de esfuerzo, de entrega y de generosidad, que hay detrás de un blog, y de verdad que no lo digo pensando en mí, que también las invierto, sino en todos aquellos que empezaron antes que yo y cuyo ejemplo me animó a mí mismo a intentar hacer algo parecido, como el recordado Juan Diego Caballero en Enseñ-arte, Antonio Martínez en Iniciarte, o Javier Ridruejo en Locus Amoenus, y el de tantos otros que empezamos a caminar casi a la vez en este universo virtual, como Alfredo García en Algargos, Paco Hidalgo en Arte Torreherberos, Pilar Álamo en Color y Forma, Ana en Arel-Arte, ... y podría seguir y seguir nombrando. Y sin esperar ningún reconocimiento a cambio, porque no lo hay, ni económico, ni como mérito académico, ni formativo, ni nada de nada. Aquí sí que tiene sentido decir que hacemos lo que hacemos por amor al arte (disculparme la frase fácil). El único reconocimiento que cabe esperar son vuestras palabras de ánimo y de aliento, vuestras visitas al blog y la propia satisfacción personal por el trabajo que hacemos aquí.
Voy a terminar recordando una visita al blog que me emocionó especialmente, la de un albañil que me escribió contándome que de niño no pudo ir a la escuela, y ahora, de mayor, sus ganas de aprender y algún nieto, le condujeron hasta esta página y no quiso pasar por ella sin darme las gracias, porque se valía de personas como yo, me contaba, que comparten sus conocimientos, para aprender. Eso mismo hago yo, le contesté, valerme de todos vosotros para aprender, así que gracias a usted, gracias a todos vosotros por compartir este espacio conmigo. Aquí estaré y aquí os espero, ojalá que por mucho tiempo.
Os dejo un regalo de cumpleaños modesto, uno de mis cantantes favoritos, Bruce Springsteen, en una canción llena de esperanza para los tiempos que corren, a ver si ahuyentamos los nubarrones y vuelve a brillar el sol.