JOSEFA TOLRÀ. El gran genio llamado a la tierra prometida (1953). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Puede uno pensar que en los grandes museos del mundo sólo exponen su obra los grandes pintores y escultores, los que pueblan las páginas de los libros de texto, de las grandes monografías, los creadores de los grandes iconos del arte. Sin embargo, no siempre ocurre así y, a veces, entre las estrechas rendijas que dejan los legados colosales de Picasso, Gargallo, Millares o Antonio López, por poner algún que otro ejemplo ilustre, se deslizan silenciosamente, casi sin hacer ruido, otros, cuyo nombre y, no digamos su obra, son prácticamente desconocidos, no sólo para el gran público, sino también para los que ya están algo iniciados en el mundo del arte.
En una reciente visita al Reina Sofía de Madrid, en la sala 401, captaron mi atención las formas ingenuas y coloristas de un grupo de seis cuadros que se exponían juntos, unos al lado de los otros, como niños cogidos de la mano, temerosos de perderse en las vastas salas del museo pobladas de obras y visitantes. Cuando me aproximé a ellos mi interés fue en aumento. Se trata de unas pinturas hechas con materiales muy modestos, lápices, rotuladores de colores y tinta china, según el caso, sobre papel o cartulina; materiales más propios de un escolar que de un pintor profesional pudiera pensarse, al igual que el trazo infantil de los dibujos, poblados de flores, animales, estrellas y figuras humanas de ojos almendrados, orientales, que fijan poderosamente su mirada sobre el espectador, que queda atrapado en el ritmo ondulante de las líneas que giran, la fuerza expresiva del color y la densidad barroca de los detalles que cubren la superficie.
JOSEFA TOLRÁ. Paisaje marino. Costas de Noruega (1954). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
La condición de mujer de su autora constituyó otro foco de interés más para mí, ya que, a pesar de ser un centro de arte contemporáneo, apenas superan la decena las pintoras que exhiben allí su obra, e incluyendo a las fotógrafas, no alcanzan la veintena. Su nombre, Josefa Tolrà, sin embargo, apenas me dice nada en aquel momento, así que después de admirar sus cuadros y fotografiarlos, apunto mentalmente la obligación de buscar algo sobre esta pintora catalana que vivió entre 1889 y 1954. La información de la sala del museo se limita a decirnos que fue una pintora de imaginación desinhibida, desplegada desde su reclusión psiquiátrica, y que su obra llamó la atención desde finales de los años 40 del grupo Dau al Set, fundado por los pintores Modest Cuixart, Joan-Josep Tharrats, Joan Ponç y el recientemente fallecido Antoni Tàpies y los escritores Arnau Puig, Juan Eduardo Cirlot y Joan Brossa. En el momento de su fundación, en 1948, todos ellos se sentían fuertemente atraídos por el surrealismo onírico de Joan Miró, el dadaísmo, el existencialismo y una cierta preocupación social. El grupo representa mejor que ningún otro la eclosión de lo que ha dado en llamarse magicismo plástico, por lo que no tiene nada de extraño el interés que despertò en ella el extraño universo de Josefa Tolrà.
JOSEFA TOLRÀ. Planetas que circundan el sol (1940-50). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Sin embargo, mis intentos de profundizar en la figura de Josefa Tolrà han resultado infructuosos, y es muy poco lo que he podido averiguar sobre ella. En la segunda mitad de los años 50 del pasado siglo se inicia en Cataluña un movimiento de recuperación de la cultura catalana, es en él en el que Enric Ciurans enmarca la exposición de la obra de Josefa Tolrà que se hizo en 1956 en la Sala Gaspar, patrocinada por el Club 49, y de la que escribió un texto de presentación el crítico de arte Alexandre Cirici Pellicer. Sobre la pintora, dice Ciurans que era una medio payesa analfabeta de Cabrils que, durante sus momentos de tránsito, hablaba de arte y filosofía mientras pintaba sus extrañas figuras de fluidos cósmicos.
JOSEFA TOLRÀ. Inspiración (1946). Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
A partir de esa breve información orienté mi búsqueda hacia lo que Jean Dubuffet calificó como art brut (arte bruto o arte marginal), denominación bajo la cual ampara la producción de una serie de creadores que están fuera de los circuitos habituales de formación y difusión, la mayoría de ellos enfermos psiquiátricos recluídos en instituciones mentales, pero también ancianos, solitarios e inadaptados en general. Tienen en común que todos son inexpertos en el arte, autodidactas y que, en muchos casos, ignoran no sólo otras formas de expresión artística diferentes a las suyas propias, sino tan siquiera la existencia de museos. Dubuffet definió este tipo de arte como "producciones de toda especie, dibujos, pinturas, bordados, modelos, esculturas, etc. que presentan un carácter espontáneo y fuertemente inventivo, que nada le deben a los padrones culturales del arte, y que tienen por autores a personas oscuras, extrañas a los medios artísticos profesionales". Estas manifestaciones artísticas están fuertemente imbuídas de un primitivismo espontáneo.
Por lo que vemos y sabemos de Josefa Tolrà resulta tentador incluirla dentro de esta forma de expresión, que parece ajustarse a su trayectoria vital y artística. Así que, aunque su presencia en museos parece ser muy escasa, he localizado dos dibujos suyos titulados Fantasía taurina, en el Museo de Arte Moderno Lille Metropole, en Villeneuve-d'Ascq, procedente de la Colección L'Aracine, una de las mejores, junto con la de Lausanne, de art brut en Europa.
Bien, pues si alguno puede añadir algo más de información sobre esta pintora, estaré encantado de ampliar esta entrada, y si os interesa el art brut, este trabajo de Ramón Almela, en Homines, es una buena oportunidad para conocerlo un poco más.