JOACHIM WTEWAEL, Marte y Venus sorprendidos por Vulcano (1601). Pintura sobre cobre, 21 x 15,5 cm Mauritshuis, La Haya |
La historia que nos cuenta en esta deliciosa miniatura sobre cobre es muy conocida y la relatan, entre otros, Homero en la Odisea y Ovidio en las Metamorfosis.
Venus, diosa del amor, estaba casada con Vulcano, el más feo y deforme de los dioses olímpicos. Tuvo varios amantes, entre ellos Marte, dios de la guerra. Apolo, el dios del sol y el arte, que aparece sobrevolando la escena con un manto, descubrió el adulterio y le faltó tiempo para ir a contárselo a Vulcano. El dios herrero ideó entonces una estratagema para sorprender a los amantes y tomarse su venganza. Forjó una red de bronce, tan fino como una telaraña, y lo colgó sobre la cama de Venus.
Wtewael muestra la escena de una manera explícita, sin ambiguedades de ningún tipo. Al pie de la cama, amontonados en desorden, se acumulan la armadura y las armas del dios de la guerra. Junto a ellas también se ven unas zapatillas de color rosa, que parece ser la única prenda reconocible de la diosa. Apolo y Venus yacen desnudos en el lecho con sus cuerpos entrelazados del uno sobre la otra, sorprendidos in fragante delicto. En ese momento Mercurio, reconocible por el caduceo y el sombrero rojo, levanta el cortinaje verde que oculta a la pareja, al tiempo que Vulcano, de espaldas a nosotros, con un vigoroso movimiento retira la red permitiendo a los dioses contemplar lo que creía un bochornoso espectáculo, aunque no parece que fuera ese el efecto que causa sobre ellos, que más que escandalizados se muestran divertidos. Júpiter se acerca a la izquierda de Mercurio llevado por su águila y asiendo uno de aquellos relámpagos que arrojaba en sus ataques de ira; tras él vemos a Minerva, representada con casco y que representa la sabiduría; también se muestra a Saturno, dios del tiempo, con su guadaña, sentado al lado de Diana, que representa la virginidad, por eso luce sobre su frente la media luna, símbolo de la castidad; al fondo, en la esquina superior izquierda una diosa envuelta en los rayos del sol, quizá Eos, la aurora, toca un instrumento musical parecido a una viola o un violín. Quizá con la presencia y la actitud de las diosas el pintor ironiza sobre el relato de Homero, que cuenta que las diosas evitaron la vergonzosa escena, lo que dista enormemente de lo que aquí vemos. Por último, sobre la cama revuelta, Cupido dirige sus flechas hacia Mercurio pero, ¿con qué intención? Homero nos cuenta que también Mercurio deseaba poseer a Venus, así pues, quizá con ese gesto el pintor quisiera convertir ese deseo en realidad o, por el contrario, se tratase de un último y desesperado intento por evitar que Mercurio desvelase la intimidad de la escena.
De este mismo cuadro pintó Wtewael otras tres versiones, aunque quizá la de La Haya sea la mejor de todas. En la del Getty Center, por ejemplo, las figuras se disponen de modo diferente y pierden algo de la artificiosidad de la primera versión, lo que les resta algo de encanto, pero muestran de una manera aún más evidente la actitud hilarante y divertida de dioses y diosas ante el suceso.
Realmente es admirable cómo Wtewael es capaz de concebir en un espacio tan reducido una escena tan compleja, con todo tipo de detalles plasmados con minuciosidad y representar todo tipo de elegantes y complicadas posturas físicas, con una acusada teatralidad, un rasgo puramente manierista. También lo son la suavidad de la pintura y la riqueza cromática, utilizando con gran maestría los cólores ácidos, con gran predilección por los rojos, amarillos, verdes y ocres, todos ellos de gran intensidad.
El uso del cobre, que se extendió a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se prestaba muy bien a esa minuciosidad de la que hace gala Wtewael en estas obras, al permitir mayor sutileza en las gradaciones de los tonos y mayor intensidad de color que el lienzo, debido a su superficie dura y pulimentada.
En los tiempos de Wtewael, este tipo de historias solían esconder un mensaje moralizante. En este caso, vemos un ejemplo de la fascinación holandesa por la conducta humana desordenada. El descubrimiento de la relación adúltera podía simbolizar el ojo de Dios, que lo ve todo, y el castigo del pecado, por más que pueda parecer oculto. A pesar de ello, es innegable -y ahí creo que radica sobre todo la gracia y la belleza de esta pequeña obra-, que Wtewael convierte la escena bochornosa en un relato alegre y divertido, en erotismo cómico, que anticipa el humor desenfadado que va a estar tan presente a finales del siglo XVII.
BIBLIOGRAFÍA:
Wtewael muestra la escena de una manera explícita, sin ambiguedades de ningún tipo. Al pie de la cama, amontonados en desorden, se acumulan la armadura y las armas del dios de la guerra. Junto a ellas también se ven unas zapatillas de color rosa, que parece ser la única prenda reconocible de la diosa. Apolo y Venus yacen desnudos en el lecho con sus cuerpos entrelazados del uno sobre la otra, sorprendidos in fragante delicto. En ese momento Mercurio, reconocible por el caduceo y el sombrero rojo, levanta el cortinaje verde que oculta a la pareja, al tiempo que Vulcano, de espaldas a nosotros, con un vigoroso movimiento retira la red permitiendo a los dioses contemplar lo que creía un bochornoso espectáculo, aunque no parece que fuera ese el efecto que causa sobre ellos, que más que escandalizados se muestran divertidos. Júpiter se acerca a la izquierda de Mercurio llevado por su águila y asiendo uno de aquellos relámpagos que arrojaba en sus ataques de ira; tras él vemos a Minerva, representada con casco y que representa la sabiduría; también se muestra a Saturno, dios del tiempo, con su guadaña, sentado al lado de Diana, que representa la virginidad, por eso luce sobre su frente la media luna, símbolo de la castidad; al fondo, en la esquina superior izquierda una diosa envuelta en los rayos del sol, quizá Eos, la aurora, toca un instrumento musical parecido a una viola o un violín. Quizá con la presencia y la actitud de las diosas el pintor ironiza sobre el relato de Homero, que cuenta que las diosas evitaron la vergonzosa escena, lo que dista enormemente de lo que aquí vemos. Por último, sobre la cama revuelta, Cupido dirige sus flechas hacia Mercurio pero, ¿con qué intención? Homero nos cuenta que también Mercurio deseaba poseer a Venus, así pues, quizá con ese gesto el pintor quisiera convertir ese deseo en realidad o, por el contrario, se tratase de un último y desesperado intento por evitar que Mercurio desvelase la intimidad de la escena.
JOACHIM WTEWAEL, Marte y Venus sorprendidos por Vulcano (h. 1608-10). 20 x 15,5 cm Getty Center, Los Ángeles |
Realmente es admirable cómo Wtewael es capaz de concebir en un espacio tan reducido una escena tan compleja, con todo tipo de detalles plasmados con minuciosidad y representar todo tipo de elegantes y complicadas posturas físicas, con una acusada teatralidad, un rasgo puramente manierista. También lo son la suavidad de la pintura y la riqueza cromática, utilizando con gran maestría los cólores ácidos, con gran predilección por los rojos, amarillos, verdes y ocres, todos ellos de gran intensidad.
El uso del cobre, que se extendió a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se prestaba muy bien a esa minuciosidad de la que hace gala Wtewael en estas obras, al permitir mayor sutileza en las gradaciones de los tonos y mayor intensidad de color que el lienzo, debido a su superficie dura y pulimentada.
En los tiempos de Wtewael, este tipo de historias solían esconder un mensaje moralizante. En este caso, vemos un ejemplo de la fascinación holandesa por la conducta humana desordenada. El descubrimiento de la relación adúltera podía simbolizar el ojo de Dios, que lo ve todo, y el castigo del pecado, por más que pueda parecer oculto. A pesar de ello, es innegable -y ahí creo que radica sobre todo la gracia y la belleza de esta pequeña obra-, que Wtewael convierte la escena bochornosa en un relato alegre y divertido, en erotismo cómico, que anticipa el humor desenfadado que va a estar tan presente a finales del siglo XVII.
BIBLIOGRAFÍA:
- DE RYNCK, P. (2005): Cómo leer la pintura. Entender y disfrutar los grandes maestros, de Duccioa Goya. Barcelona, Ed.Electa
- FREDERICKSEN, B. B. (1988). Masterpieces of Painting in the J. Paul Getty Museum. Malibu (CA), The J. Paul Getty Museum.
- LOWENTHAL, A. W. (1995): Joachim Wtewael. Mars and Venus surprised by Vulcan. Malibu (CA), Getty Museum Studies on Art