Ayuntamiento de Lovaina. Detalle de la fachada.
Lovaina es una ciudad pequeña, situada a unos 30 kilómetros al este de Bruselas y con una población que ronda los noventa mil habitantes, muchos de ellos estudiantes. Ese trayecto se recorre en apenas veinte minutos en tren desde la Estación Central de Bruselas, con una puntualidad realmente envidiable, como pude comprobar en este y otros trayectos realizados durante este último verano.
Aunque los orígenes de la ciudad se remontan a un campamento levantado por Julio César, no fue hasta la Edad Media, gracias al boyante y próspero comercio de las telas, que la ciudad alcanzó una cierta notoriedad que se tradujo en la construcción de importantes edificios. Sin embargo, el nombre de Lovaina se convirtió en universal cuando el Papa Martín V y el Conde Juan de Bravante decidieron fundar en 1425 una universidad en aquel lugar, lo que la convierte en la universidad más antigua de los Países Bajos y la universidad católica más antigua del mundo.
En el siglo XVI se convirtió en uno de los centros intelectuales más prestigiosos de Europa, y por sus aulas pasaron eminencias de la talla de
Erasmo de Rotterdam que ayudó a fundar el Collegium Trilingüe con la intención de promover el estudio del hebreo, del latín y del griego;
Andreas Vesalio que se se graduó en Medicina en la Universidad de Lovaina;
Gemma Frisius matemático, astrónomo y físico, que resolvió el problema del cálculo de las longitudes geográficas, el problema que durante siglos había inquietado a los navegantes;
Gerard Mercator, el gran cosmógrafo del siglo XVI, estudió Matemáticas en sus aulas, precisamente con Gemma Frisius, de quien aprendió el movimiento de los planetas y la geometría clásica que luego le serían de tanta ayuda en la elaboración de su famoso mapa; o
Adriano de Utrecht, que fue profesor de Filosofía, Teología y Ley Canónica, antes de ser proclamado Papa con el nombre de Adriano VI. Y así podríamos seguir con una larga lista.
La Universidad de Lovaina se convirtió, además, en uno de los bastiones intelectuales de la lucha contra la reforma protestante. Carlos V encomendó a su Facultad de Teología la tarea de inspeccionar todos los libros que se imprimían, y censurar aquellos contrarios a la doctrina oficial de Roma.
La influencia que la Universidad ejerce en la ciudad se percibe en cada paso que se da en ella, y le imprime un carácter que, salvando las lógicas diferencias, te recuerda a otras pequeñas ciudades universitarias como Santiago de Compostela o Salamanca.
En las guías de turismo de Bélgica ocupa un lugar importante, pero no tanto como otras ciudades más conocidas y promocionadas como Brujas, Gante o Amberes, pongo por caso. Es cierto que, si exceptuamos el soberbio Ayuntamiento, carece de las catedrales, grandes iglesias o museos de aquellas ciudades. Sin embargo, dispone de un magnífico conjunto urbano salpicado de pequeñas joyas arquitectónicas que van apareciendo ante tí, sorprendiéndote, a cada paso. Un tanto alejada de la mirada curiosa de las multitudes de turistas, el visitante puede deleitarse con un plácido paseo por sus calles, animadas por la presencia constante de estudiantes, incluso en agosto, pero que no restan ni la tranquilidad ni el sosiego necesario para apreciar la belleza de Lovaina, y ahí radica precisamente su encanto, haciendo de ella, como reza un folleto que recogí en la Oficina de Turismo, un tesoro de ciudad.
WHITNEY WARREN. Biblioteca de la Universidad Central (1921 - 1928), Lovaina.
Si como fue mi caso, llegamos a la ciudad en tren, podemos iniciar nuestro paseo desde la propia estación. Frente a ella se encuentra Bondgenotenlann, una importante calle comercial que nos conduce directamente al centro de la ciudad, a menos de 700 metros. A mitad de esta vía, si giramos por Koning Leopoldstraat, llegamos a Monseigneur Ladeuzeplein, donde podemos hacer nuestro primer alto en el camino para admirar la Biblioteca de la Universidad Central, visible desde lejos por la enorme torre que contrasta con la horizontalidad del edificio. La primera biblioteca había sido construída en estilo barroco en 1725 pero se destruyó durante un incendio en la Primera Guerra Mundial. Tras el fin del conflicto, se confió al arquitecto norteamericano
Whitney Warren el nuevo edificio, quien adoptó los cánones historicistas y erigió un buen ejemplo de neorrenacimiento flamenco. Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1940, la Biblioteca volvió a sufrir daños muy importantes que obligaron a su reconstrucción en 1947, siguiendo los planes y diseños de Warren.
Iglesia de San Pedro (siglo XV). Lovaina. A la izquierda vista de la cabecera, a la derecha, fachada principal.
Si reemprendemos nuestro camino por Leopold Vandekelerstraat, pasamos por delante del Colegio de San Ivo, y pocos metros más adelante llegamos a Fochplein, junto a la Grote Markt. Desde allí podemos admirar la cabecera de la Iglesia Colegial de San Pedro, sin duda su mejor perspectiva. El templo es una de las mejores muestras del gótico de Bravante. Se empezó a construir en el primer tercio del siglo XV, aunque tardaron más de doscientos años en concluirla. Unas excavaciones recientes han permitido descubrir una cripta románica correspondiente a una iglesia anterior levantada en el mismo lugar.
La fachada principal, con sus torres truncadas, dan la imagen de iglesia inacabada y su aspecto no se corresponde con la verticalidad propia del gótico. Al parecer, cuando se empezaron a levantar las torres se produjo un derrumbamiento al no soportar su peso los cimientos del templo. Luego, problemas económicos impidieron reemprender la obra, de ahí el aspecto que presenta, muy poco atractivo.
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Ig. San Pedro (Lovaina). Púlpito barroco y reja gótica |
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Merece la pena pasar a su interior y apreciar la altura de las bóvedas de sus tres naves. En el centro de la nave central se alza un espectacular púlpito barroco en madera, en el que se cuenta la historia de la conversión de San Norberto, un noble alemán poco inclinado al fervor religioso, que vio su vida transformada al caer de su caballo fulminado por un rayo de luz, en una visión celestial que parece evocar la propia historia de San Pablo.
Otra de las joyas del interior la apreciamos en la reja gótica de finales del siglo XV. Sus recargados arcos conopiales, y su abundancia decorativa, nos sitúan en el gótico flamígero, y ponen un punto de contraste con la sencillez y limpieza de las bóvedas y muros. La reja es de proporciones considerables, corta la nave central y la separa de la magnífica sillería del coro, obra de N. de Bruye. El coro y las capillas, transformadas en un museo de arte religioso, conservan obras de la importancia de
La Última Cena, de
Dirk Bouts.
Ayuntamiento de Lovaina (siglo XV)
La entrada sur de San Pedro se sitúa en la Grote Markt, frente al Ayuntamiento, auténtica joya del gótico civil flamenco, una de las mejores muestras del estilo junto con los de Bruselas, Brujas o Gante. En su construcción intervinieron tres arquitectos, que se fueron sucediendo en el tiempo. El primero de ellos fue Sulpicius Van der Vort, a quien sucedieron, primero Jan Keldermans y luego
Matheus de Layens, quien pasa normalmente como ejecutor del proyecto.
Es un edificio de tres plantas, con una profusa decoración escultórica propia del gótico flamígero, que ocultan casi por entero las líneas constructivas del edificio. Las esculturas que tapizan los muros, a ambos lados de los estrechos ventanales que los recorren de arriba a abajo, son de dos épocas diferentes. Las más antiguas son góticas y corresponden a escenas bíblicas. Las más recientes, en cambio, representan a dignatarios locales, políticos e intelectuales vinculados a Lovaina, como Erasmo o Luis Vives, y se añadieron en el siglo XIX.
La verticalidad del conjunto se subraya por las cuatro torres situadas en cada uno de sus ángulos a las que hay que añadir otras dos en el tejado. Sin duda, el de Lovaina, es uno de los ayuntamientos más bellos del mundo.
Tafelrond (1927). Lovaina
Antes de abandonar la Grote Markt podemos sentarnos en algunos de los agradables cafés situados en los edificios barrocos y neoclásicos que la componen. Desde sus terrazas se puede admirar la belleza del conjunto y contemplar al fondo el edificio que llaman Tafelrond (La Mesa Redonda). El edificio original era gótico, obra de Matheus de Layens, uno de los arquitectos que intervino en el Ayuntamiento. El edificio actual se trata de una reconstrucción en estilo neogótico, del año 1927.
Aula Universitaria (Lovaina)
Continuamos con nuestro paseo por Naameestraat y nos topamos de inmediato, a nuestra derecha, con el Aula Universitaria. El edificio original estaba dedicado al comercio de paños, actividad que supuso la prosperidad de la ciudad en la Edad Media. Entonces sólo tenía una planta, la que podemos ver en estilo gótico (1317). En el siglo XVII se añadieron otras plantas para adecuarlo a las nuevas funciones cuando la Universidad adquirió el edificio. En la actualidad constituye la sede de la administración central de la Universidad Católica de Lovaina y está profundamente reformado aunque conserva algunos de sus hermosos arcos.
Si giramos a la izquierda en Standonckstraat, llegamos a Hogeschoolplein, una tranquila y recogida plaza en la que nos topamos de frente con el Colegio del Papa, uno de los más antiguos de la Universidad de Lovaina y que cuenta con una agitada historia a sus espaldas. En 1502, cuando Adriano de Utrecht ejercía de profesor en Lovaina, adquirió una casa propiedad de Gautier Van den Tymple que reformó en profundidad para convertirla en su residencia. Allí vivió hasta su marcha a España como consejero del emperador Carlos V. Años más tarde, y convertido ya en Papa con el nombre de Adriano VI, pocos días antes de su muerte en 1523, otorgó su testamento, en el que ordenaba que aquel edificio se convirtiera en un colegio para estudiantes de teología, lo que obligó a otra profunda reforma del edificio.
LOUIS MONTOYER. Colegio del Papa [cuerpo central de la fachada] (1776-1778). Lovaina
En 1775 el edificio sufrió un derrumbe parcial que afectó gravemente a sus instalaciones y se decidió practicar otra reforma, que se encargó a un arquitecto de prestigio, Louis Montoyer. La primera piedra del mismo la colocó el entonces presidente del Colegio, el doctor Thomas Lambert Ghenne el 18 de mayo de 1776. Dos años después se daban por finalizadas las obras de este precioso ejemplo de neoclasicismo.
El edificio forma un rectángulo que ocupa una superficie de unos siete mil metros cuadrados aproximadamente, que se articulan en torno a un patio interior que sorprende por su silencio y la serenidad que emanan sus proporciones.
La fachada exterior se articula en tres cuerpos. El central dispone de seis pilastras de orden colosal en estilo compuesto. El conjunto se remata con un frontón triangular. Los cuerpos laterales, en cambio, se cubren con frontones semicirculares y las pilastras, del mismo orden que las anteriores, se organizan en dos cuerpos en altura, el primero de los cuales descansa sobre un basamento rústico.
LOUIS MONTOYER. Colegio del Papa [patio interior] (1776-1778). Lovaina
En el año 1786 el emperador José II decidió destinar las instalaciones para Seminario General de la Universidad; más tarde, en los revolucionarios años que se sucedieron con la ocupación napoleónica, llegó a ser una sucursal del Hospital de los Inválidos de París. Durante la ocupación holandesa, el rey Guillermo I estableció allí el Colegio de Filosofía; y desde 1835 sirve de escuela de pedagogía para los estudiantes de Filosofía y Letras.
Hacemos aquí un alto en nuestro camino para retomar la ruta en unos días.