JUAN DE FLANDES. Retrato de una infanta. Catalina de Aragón? (h. 1496) Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid |
Catalina
fue la más pequeña de los cinco hijos de los Reyes Católicos. Vio la luz en el
Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares el 16 de diciembre de 1485 y recibió en
el bautismo el mismo nombre de una de sus bisabuelas, la princesa inglesa Catalina
de Lancaster, como una premonición de su propio destino. Al igual que sus
hermanas recibió una educación esmerada por el expreso deseo de su madre. Además
de lo habitual para las damas de su época, estudió historia, genealogía,
heráldica, filosofía, poesía, Historia de Roma, algo de Derecho canónico, latín
y griego, y llegó a hablar también con fluidez el francés, el flamenco y el
inglés. Por todo ello, para Erasmo de Rotterdam y Luis Vives, constituía un
milagro de educación femenina (MATTINGLY, 2000:25). Tenía un gran parecido con
su madre Isabel la Católica, no sólo físicamente sino también en su manera de
pensar y en el carácter, «la
misma graciosa dignidad, ligeramente distante; la misma inteligencia directa y
vigorosa; la misma gravedad básica y la misma firmeza moral» (MATTINGLY, 2000:38), que le
serían de una ayuda inestimable para afrontar el cruel destino que le deparó su
partida a Inglaterra en agosto de 1501, cuando apenas contaba quince años, para
contraer matrimonio con Arturo, Príncipe de Gales, una unión concertada años
antes cuando ambos eran unos niños. Para Tremlett, es la intensidad de su
carácter lo que distingue a Catalina por encima de cualquier otro aspecto, que
la hace capaz de tomar sus propias decisiones, siendo plenamente consciente de
las consecuencias que tenían, tanto para ella misma como para Inglaterra, lo
que la convirtió en el oponente más duro al que tuvo que enfrentarse Enrique
VIII (TREMLETT, 2012), demostrando con ello una entereza admirable a pesar de
su juventud.
M. GONZÁLEZ MUÑOZ. Catalina de Aragón (2007) Alcalá de Henares, Madrid |
El
delicioso retrato de Catalina es de una gran sencillez, muy similar al de su
hermana Juana, con la que guarda un gran parecido físico. Aparece también de
frente y de busto, delicadamente iluminada por una luz que viene fuera del
cuadro y que proyecta su sombra sobre el fondo. Destaca de ella sus cabellos
rubios rojizos, muy abundantes, partidos a la mitad sobre su cabeza y recogidos
por detrás en una trenza de la que escapa una mata de pelo que cae sobre su
espalda; su tez clara y sonrosada; y unos grandes ojos azules, despiertos y
atentos, con una mirada limpia y decidida. Va vestida de forma muy sencilla,
sin ningún tipo de joya, con un traje de color blanco con un bordado dorado
sobre fondo oscuro en el cuello y en las mangas, donde el pintor aprovecha para
hacer gala del dominio de la técnica detallista de la pintura flamenca. A la
vista del retrato hay que darle la razón a Tomás Moro que al conocerla, dijo
que poseía «todas
las cualidades que constituyen la belleza de una joven muy encantadora» (cit. MATTINGLY, 2000:61).
MICHEL SITTOW. Catalina de Aragón (h. 1505) Kunsthistorisches Museum, Viena |
Tras
la muerte de Arturo en 1502, Catalina va a quedar en una situación penosa
durante varios años, víctima de la mezquina disputa entre su suegro y su padre
Fernando el Católico por la cuestión de la dote matrimonial. En medio de sus
penurias llegó a escribir a su padre «no
tengo ni para camisas»
(FERNÁNDEZ, 2001:157). Su situación cambió al convertirse en reina tras su
matrimonio con su cuñado Enrique VIII en 1509. A esos años de espera
corresponde un retrato suyo, bellísimo, que se guarda en Viena y que se
atribuye a Michel Sittow, el que fuera pintor de su madre Isabel hasta 1504.
Aunque no existe constancia documental del mismo, se piensa que el retrato lo
pudo realizar durante un viaje a Inglaterra hacia 1505. En él, Catalina va ricamente
vestida de terciopelo, a la moda inglesa, destacando el pesado collar de oro con
la inicial de su nombre en inglés. Sin duda, se muestra como una joven a la que
no era fácil igualar en belleza, en opinión de algunos nobles ingleses, y de su
propio esposo. Como escribe Mattingly, «muestra
ojos finos, cabellos cuajados de resplandores dorados, una tez fresca y
delicada, una expresión llena de dulzura y de cautivadora dignidad» (MATTINGLY, 2000:159), lejos de
imaginar su trágico final. Pero Sittow aún nos dejaría otra representación de
Catalina, aunque no se trate de un retrato como tal, ya que se considera que
fue la modelo de la que se sirvió para la María
Magdalena de Detroit.
(continuará)
Apasionante. Seguiré su blog a partir de ahora. Gracias por hacerme partícipe de sus conocimientos.
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