En el año 2004, el escritor argentino Martín Caparrós ganó el Premio Planeta Argentina, con "Valfierno", una novela inspirada en un hecho real: el robo en el Museo del Louvre del cuadro más famoso de Leonardo da Vinci, "La Gioconda".
Lo interesante de la novela, radica en colocar el foco de la atención de los lectores, no sobre el cuadro ni sobre los hechos más conocidos de este novelesco episodio, sino sobre aquellos otros menos difundidos, la trama urdida por el "cerebro" de la operación, un argentino llamado Eduardo Valfierno. Un auténtico estafador, hijo de un terrateniente argentino, que a poco de heredar dilapidó la fortuna de su padre. Para mantener el ritmo de vida al que estaba acostumbrado, se introdujo en el mundo de la venta de obras de arte, y de ahí pasaría a entablar contacto con un falsificador francés, el pintor Yves Chaudron, que según he podido leer en algún sitio, se consideraba casi como una reencarnación del propio Leonardo. Juntos se convirtieron en unos hábiles estafadores de obras de arte.
En realidad, el objetivo de Valfierno parece que no era quedarse con la obra original de Leonardo, sino urdir una trama que le permitiera vender como verdaderas las falsificaciones que su socio tenía preparadas. Para poder hacerlas pasar como tales, era necesario hacer desaparecer la original. El plan tuvo éxito, y parece ser que colocó hasta seis copias a sus respectivos coleccionistas, por las que se calcula que pudo obtener entre 30 y 60 millones de dólares de la época. Además salió totalmente indemne del asunto y vivió como un millonario hasta su muerte en 1931, aunque también hay quien afirma que se arruinó poco antes, con el crack del 29. Antes de morir no pudo evitar confesar su hazaña, y se la relató al periodista norteamericano Karl Decker, con la condición de que no la hiciera pública hasta su muerte.
Reconstrucción del robo publicado en un periódico parisino (http://parisenimages.fr).
Para realizar su plan, Valfierno se valió de un carpintero italiano, Vincenzo Perugia, un emigrante que sobrevivía en París de mala manera. El robo se produjo el 21 de agosto, lunes, aprovechando el día de cierre del museo para labores de mantenimiento y limpieza, como sigue haciéndose hoy en la mayoría de ellos. La tarde anterior, Perugia había entrado en el Louvre a última hora de la tarde y se había quedado dentro, oculto, tras el cierre del mismo. No debió resultarle muy complicado, ya que conocía perfectamente los entresijos del mismo y las costumbres de los vigilantes, puesto que el propio Perugia había sido empleado del establecimiento. Con total tranquilidad, se dirigiría al Salón Cuadrado donde se exhibía, descolgaría el cuadro y lo desmontaría del aristocrático marco donado pocos años antes por la condesa de Bearn. A la mañana siguiente, vestido con la bata blanca que utilizaban los operarios del Louvre, abandonó el edificio tranquilamente, con la tabla, oculta entre sus ropas.
Portada de un periódico italiano reproduciendo el robo (http://www.rfi.fr)
Aquel mismo lunes, cuando los empleados del Louvre vieron el hueco en la pared, no le dieron mayor importancia. Pensaron que lo habían retirado para ser fotografiado para la realización de algún catálogo, por alguno de los fotógrafos que estaban autorizados para ello. No fue hasta el día siguiente, el martes 22, que el robo fue descubierto, gracias a la insistencia de Louis Béroud, un pintor que hacía reproducciones para turistas. Aquella mañana había llegado temprano al museo para copiarla, encontrar un buen sitio y evitar las molestias de los visitantes y curiosos. Al no encontrarla y tras insistir, pues al principio no se le hizo mucho caso, los guardias comprobaron, horrorizados, que el cuadro había sido robado y no retirado para fotografiarlo. Como se recoge en el periódico La Vanguardia, del 23 de agosto, no se tuvo certeza de la sustracción hasta primeras horas de la tarde.
Portada de un periódico italiano reproduciendo el robo (http://www.rfi.fr)
Aquel mismo lunes, cuando los empleados del Louvre vieron el hueco en la pared, no le dieron mayor importancia. Pensaron que lo habían retirado para ser fotografiado para la realización de algún catálogo, por alguno de los fotógrafos que estaban autorizados para ello. No fue hasta el día siguiente, el martes 22, que el robo fue descubierto, gracias a la insistencia de Louis Béroud, un pintor que hacía reproducciones para turistas. Aquella mañana había llegado temprano al museo para copiarla, encontrar un buen sitio y evitar las molestias de los visitantes y curiosos. Al no encontrarla y tras insistir, pues al principio no se le hizo mucho caso, los guardias comprobaron, horrorizados, que el cuadro había sido robado y no retirado para fotografiarlo. Como se recoge en el periódico La Vanguardia, del 23 de agosto, no se tuvo certeza de la sustracción hasta primeras horas de la tarde.
Resulta estimulante seguir las incertidumbres y reacciones de aquellos primeros días a través de la hemeroteca digitalizada de La Vanguardia. Así recoge los titulares de la prensa francesa, reflejo también del estado de ánimo de la opinión pública. Unos se mostraban incrédulos, como Le Gaulois ("¡Es necesario repetirlo diez veces para creerlo!") y Éclair ("Increible"); otros indignados, como Le Petit-Journal ("Inadmisible") o el Echo de Paris ("La anarquía reina en el Louvre"); y otros simplemente horrorizados, como Liberté ("Espantoso"). Fuera de Francia, también tuvo un gran impacto la noticia, y por ejemplo, muchos artistas callejeros londinenses hicieron su agosto, nunca mejor dicho, dibujando sobre los adoquines de la ciudad el cuadro desaparecido.
Un cantante, en las calles de París vendiendo una canción alusiva al robo: "L'as-tu vue? La Joconde?" (http://parisenimages.fr)
Un cantante, en las calles de París vendiendo una canción alusiva al robo: "L'as-tu vue? La Joconde?" (http://parisenimages.fr)
Enseguida pasó a denunciarse la falta de medidas de seguridad en el Museo. Resultan escalofriantes, de ser ciertas, las informaciones de La Vanguardia del sábado 26 de agosto. Un diputado se mostraba indignado porque había sistemas de seguridad más modernos en alguna pequeña parroquia de los alrededores de París, que en el museo más importante de Francia. Un miembro de la Sociedad de Amigos del Louvre, denuncia el abandono del museo y la falta de celo de vigilantes y resto del personal, porque en una ocasión casi llega a pisar el cuadro robado, depositado sin ninguna vigilancia en el suelo. Y finaliza con el relato de un fotógrafo describiendo cómo trabajaban sus colegas y él mismo en las reproducciones, concluyendo que el que no robaba algún cuadro era porque no quería. En fin, para poner los pelos de punta. No tiene nada de extraño el cese fulminante del Director del Museo.
Casi de inmediato, empezaron a circular por todos los corrillos las diferentes hipótesis sobre el motivo del robo, quizá debido a un ladrón dispuesto a pedir un rescate. Algunos esperaban que pudiera tratarse de una broma pesada, sin embargo, otros creían que podía ser una demostración práctica de la ineficacia de los sistemas de seguridad del Louvre. Hubo incluso quien habló de un admirador enamorado del cuadro o algún millonario caprichoso que pretendía disfrutarlo en exclusiva. Una de las hipótesis más graves estuvo a punto de ocasionar un conflicto diplomático, al atribuir la responsabilidad del hurto al gobierno alemán, como forma de humillar a Francia. No olvidemos el clima de tensión que se vivía entre ambos países previo a la Primera Guerra Mundial. A los germanos no debió hacerles ninguna gracia la acusación, y contraatacaron acusando a los franceses de preparar un complot antialemán.
Exhibición del cuadro tras su recuperación por la policía italiana (http://aviscorvis.spaces.lives.com)
La policía, por su parte, pronto empezó a hacer averiguaciones y elaboró una lista de sospechosos. Se detuvo e interrogó a numerosas personas, algunas muy ilustres. Uno de ellos fue el escritor Guillaume Apollinaire, quien en una de sus provocadoras declaraciones, había pedido quemar el Louvre con todas sus pinturas, ya que representaba el arte oficial, que en su lenguaje equivalía a caduco. A través de él, también fue interrogado su gran amigo Pablo Picasso, que contaba con antecedentes por compra de objetos robados, aunque él siempre negó que supiese que lo eran. Ambos fueron absueltos de la acusación.
Los esfuerzos policiales fueron totalmente infructuosos, y el cuadro estuvo desaparecido durante 853 días. Se cuenta que en este tiempo, muchos curiosos se acercaban hasta el museo tan sólo para ver el hueco que había en la pared que ocupara la obra de Leonardo.
Mientras tanto, Perugia, cansado de esperar noticias de Valfierno, que nunca llegaron según la versión oficial, se trasladó de nuevo a Italia. En mayo de 1913 leyó en un periódico que un anticuario de Florencia estaba dispuesto en la compra de todo tipo de obras de arte. Perugia se puso en contacto con él y le ofreció el cuadro por medio millón de dólares y la condición de que nunca volviera a salir de Italia. Al principio pensó que se trataba de una broma, aunque concertó una cita a la que acudió acompañado de su amigo, el director de la Galería de los Uffizi. La entrevista tuvo lugar en el Hotel Trípoli de Florencia, donde el ladrón, para su asombro, les mostró el cuadro, guardado en un cajón y envuelto en una tela roja. Tras dar aviso a la policía, Perugia fue detenido, y más tarde declararía que su intención era vengar los numerosos robos cometidos por Napoleón en Italia, quizá ignorando que no había sido éste uno de ellos.
La noticia de la aparición saltó a los periódicos, primero en forma de rumor, recogido por La Vanguardia en la Cámara de los Diputados, en Roma, y luego confirmada plenamente. Antes de su regreso a París, la obra hizo una pequeña gira por Florencia, Roma y Milán. A su regreso a Francia, el cuadro se expuso en el Palacio de Bellas Artes de París.
Por su parte, Perugia fue considerado casi como una especie de héroe nacional en Italia y se le aplicó una leve pena de un año y quince días de prisión, de los que tan sólo cumpliría la mitad. Murió en 1947.
En esta página podeis leer algunos detalles más acerca de este incidente. También resulta muy interesante, como ejemplo de la repercusión mediática del robo, la lectura del libro "Espejismos de papel. La realidad periodística de la noticia", de Lourdes Romero, algunas de cuyas páginas (no todas) podeis leer en este enlace. También el trabajo de Mercè Balada y Mónica Ramoneda, que me pusieron sobre la pista de la hemeroteca de La Vanguardia.
Por último, Juan Diego Caballero, autor de ese estupendo blog que es ENSEÑ-ARTE, ha preparado una de esas preciosas presentaciones a las que nos tiene acostumbrados y que os dejo aquí.
Casi de inmediato, empezaron a circular por todos los corrillos las diferentes hipótesis sobre el motivo del robo, quizá debido a un ladrón dispuesto a pedir un rescate. Algunos esperaban que pudiera tratarse de una broma pesada, sin embargo, otros creían que podía ser una demostración práctica de la ineficacia de los sistemas de seguridad del Louvre. Hubo incluso quien habló de un admirador enamorado del cuadro o algún millonario caprichoso que pretendía disfrutarlo en exclusiva. Una de las hipótesis más graves estuvo a punto de ocasionar un conflicto diplomático, al atribuir la responsabilidad del hurto al gobierno alemán, como forma de humillar a Francia. No olvidemos el clima de tensión que se vivía entre ambos países previo a la Primera Guerra Mundial. A los germanos no debió hacerles ninguna gracia la acusación, y contraatacaron acusando a los franceses de preparar un complot antialemán.
Exhibición del cuadro tras su recuperación por la policía italiana (http://aviscorvis.spaces.lives.com)
La policía, por su parte, pronto empezó a hacer averiguaciones y elaboró una lista de sospechosos. Se detuvo e interrogó a numerosas personas, algunas muy ilustres. Uno de ellos fue el escritor Guillaume Apollinaire, quien en una de sus provocadoras declaraciones, había pedido quemar el Louvre con todas sus pinturas, ya que representaba el arte oficial, que en su lenguaje equivalía a caduco. A través de él, también fue interrogado su gran amigo Pablo Picasso, que contaba con antecedentes por compra de objetos robados, aunque él siempre negó que supiese que lo eran. Ambos fueron absueltos de la acusación.
Los esfuerzos policiales fueron totalmente infructuosos, y el cuadro estuvo desaparecido durante 853 días. Se cuenta que en este tiempo, muchos curiosos se acercaban hasta el museo tan sólo para ver el hueco que había en la pared que ocupara la obra de Leonardo.
Mientras tanto, Perugia, cansado de esperar noticias de Valfierno, que nunca llegaron según la versión oficial, se trasladó de nuevo a Italia. En mayo de 1913 leyó en un periódico que un anticuario de Florencia estaba dispuesto en la compra de todo tipo de obras de arte. Perugia se puso en contacto con él y le ofreció el cuadro por medio millón de dólares y la condición de que nunca volviera a salir de Italia. Al principio pensó que se trataba de una broma, aunque concertó una cita a la que acudió acompañado de su amigo, el director de la Galería de los Uffizi. La entrevista tuvo lugar en el Hotel Trípoli de Florencia, donde el ladrón, para su asombro, les mostró el cuadro, guardado en un cajón y envuelto en una tela roja. Tras dar aviso a la policía, Perugia fue detenido, y más tarde declararía que su intención era vengar los numerosos robos cometidos por Napoleón en Italia, quizá ignorando que no había sido éste uno de ellos.
Recibimiento del cuadro por las autoridades francesas en el Palacio de Bellas Artes (http://parisenimages.fr)
La noticia de la aparición saltó a los periódicos, primero en forma de rumor, recogido por La Vanguardia en la Cámara de los Diputados, en Roma, y luego confirmada plenamente. Antes de su regreso a París, la obra hizo una pequeña gira por Florencia, Roma y Milán. A su regreso a Francia, el cuadro se expuso en el Palacio de Bellas Artes de París.
Por su parte, Perugia fue considerado casi como una especie de héroe nacional en Italia y se le aplicó una leve pena de un año y quince días de prisión, de los que tan sólo cumpliría la mitad. Murió en 1947.
En esta página podeis leer algunos detalles más acerca de este incidente. También resulta muy interesante, como ejemplo de la repercusión mediática del robo, la lectura del libro "Espejismos de papel. La realidad periodística de la noticia", de Lourdes Romero, algunas de cuyas páginas (no todas) podeis leer en este enlace. También el trabajo de Mercè Balada y Mónica Ramoneda, que me pusieron sobre la pista de la hemeroteca de La Vanguardia.
Por último, Juan Diego Caballero, autor de ese estupendo blog que es ENSEÑ-ARTE, ha preparado una de esas preciosas presentaciones a las que nos tiene acostumbrados y que os dejo aquí.
Muy bueno tu blog. Muy trabajado. Te agradezco que me agregaras.
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias por la viosita y por tus palabras, colega y tocayo. Intentaré leerte con deteniminto próximamente, tiene muy buena pinta lo que he podido ver por encima.
ResponderEliminarY feliz año!
Gracias por visitar mi blog, colega y tocayo!
ResponderEliminarIntentaré seguirte!
Y feliz año!
Suscribo las palabras de Nacho. Magnífico tu blog y gracias por agregarme. Haré lo mismo. He tardado unos días en contestarte ya que he estado fuera.
ResponderEliminarAlfredo (Historiarte)
He llegado a este blog de casualidad, es francamente fantástico!!
ResponderEliminarGracias por visitar el blog y por tus palabras. Espero seguir viéndote por aquí Duncan de Gross (por cierto me encanta el nombre).
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