Hace unos días Andrea, en un comentario, me preguntaba por la imagen que ilustra la cabecera de este blog. Le respondía entonces que era un cuadro del pintor francés Jean-Auguste Dominique Ingres, titulado "La gran odalisca", y que forma parte de los fondos del museo parisino del Louvre. Su interés me empuja a añadir algo más sobre uno de esos cuadros que no pasa inadvertido.
El cuadro lo pintó Ingres en 1814, durante su estancia en Italia. Fue un encargo de la reina de Nápoles, Carolina Bonaparte, la hermana de Napoleón, y constituye uno de los desnudos más atractivos de la historia del arte. Picasso, sobre quien influyó mucho la obra de Ingres, se sentía fascinado por él, y a su lado colgó Manet su "Olimpia".
Una cuestión recurrente en Ingres es si debe considerársele un pintor neoclásico o no. Aunque fue discípulo de David, y parte de su obra se entiende dentro del neoclasicismo, la complejidad y variedad de la misma no se ajusta en absoluto a los parámetros de aquel estilo. No hay más que ver desnudos como "La gran odalisca" o "La bañista de Valpinçon", para advertir en ellos un erotismo, una sensualidad y una calidez, ajenas por completo al sentido de la virtud y la frialdad de la pintura neoclásica. En sus desnudos hizo gala de una libertad formal, tan ajena al gusto académico imperante, que le acarreó numerosas críticas de los salones académicos donde exponía sus pinturas. Ingres, muy sensible ante cualquier contratiempo, derivó hacia otros temas más del gusto de la época con los que alcanzaría el éxito que buscaba. Sin embargo, ninguno de ellos transmiten la emoción de aquellos, que constituyen lo mejor de su obra, y en los que anticipa el romanticismo.
Ingres nos presenta a una odalisca en el ambiente voluptuoso y sensual de un harén o serrallo oriental. Todo el conjunto, minuciosamente estudiado y equilibrado, potencia el erotismo de la composición. La figura, fuertemente encajada en la línea, marca de la casa, se nos muestra sugerente, de espaldas, destapando su cuerpo entre ricos almohadones, delicadas sábanas y lujosos cortinajes. El rostro, levemente girado hacia nosotros, no muestra sorpresa pero sorprende nuestra mirada y nos hace sentir como un voyeur. El perfil imposible, con medio rostro oculto entre las sombras, subraya la sensación de misterio. La cuidada iluminación dorada unifica todo el conjunto.
Ingres era un declarado admirador de Rafael, de quien dijo:"Rafael no es solamente el más grande de los pintores: era el más bello, era bueno, ¡lo era todo!". Incluso en esta ocasión, en que su pintura se acerca intensamente a la erótica preciosista del manierismo, encuentra un hueco para evocar a su maestro, a través del turbante a modo de pañuelo, similar al que Rafael colocó en el retrato de su amante, "La Fornarina".
Ingres era un declarado admirador de Rafael, de quien dijo:"Rafael no es solamente el más grande de los pintores: era el más bello, era bueno, ¡lo era todo!". Incluso en esta ocasión, en que su pintura se acerca intensamente a la erótica preciosista del manierismo, encuentra un hueco para evocar a su maestro, a través del turbante a modo de pañuelo, similar al que Rafael colocó en el retrato de su amante, "La Fornarina".
En la página del Louvre, podeis leer un buen artículo sobre esta obra de Ingres, en francés e inglés, y apreciar los detalles del cuadro en imágenes de alta resolución, que realmente merece la pena.