P.P. RUBENS. Autorretrato con Isabella Brant (1609-10) Alte Pinakothek, Munich |
Rubens
vuelve a Amberes a finales de 1608, al tener conocimiento de la enfermedad de
su madre, que fallece antes de la llegada del pintor. Su regreso coincide con
la firma de la Tregua de los Doce Años unos meses después, y el inicio de un
período de paz para la monarquía española en sus territorios de los Países
Bajos. Este acontecimiento inesperado hizo variar sus planes iniciales de
regresar a Italia, ya que la firma del tratado permitió abrir en la región un
proyecto de reconstrucción del que Rubens supo sacar provecho, recibiendo
numerosos encargos para la decoración de iglesias, casas y palacios de la
burguesía. Su vínculo con la ciudad se consolida todavía más cuando el 3 de
octubre de 1609 contrae matrimonio con Isabella Brant, una joven de dieciocho
años hija de Jan Brant, uno de los hombres más ricos y cultos de la ciudad.
Para celebrarlo, el propio Rubens pintó un retrato de ambos en el que se
muestran elegantemente vestidos, cogidos de la mano. Una enorme madreselva,
símbolo del amor eterno, sirve de fondo
y complementa la estampa de una pareja feliz y enamorada.
Su ascenso social y su carrera artística se
muestran imparables, cobrando por sus pinturas unas cifras inalcanzables para
el resto de pintores. En 1610 la pareja compra una casa con terreno en el
Wapper, una de las zonas más elegantes de la ciudad. Entre 1616 y 1621, Rubens transformó
aquella vivienda en un palacio italiano, diseñando él mismo los planos y
poniendo en práctica todo lo aprendido de la arquitectura italiana. A la
vivienda original, añade una galería semicircular de estatuas, un estudio, un
pórtico inspirado en los arcos de triunfo, una hermosa fachada en el patio, una
logia y un bello jardín. Además, la vivienda disponía de un espacioso taller
donde trabajaba el maestro con sus ayudantes, una amplia biblioteca y una sala
donde guardaba sus colecciones de arte. La Rubenshuis encarna sus ideales artísticos,
que podemos resumir en el amor por la antigüedad clásica y el renacimiento
italiano. La casa, que no se parece a ninguna de la ciudad, “suscita la
atención de los extranjeros y la admiración de los viajeros”, escribe el
secretario municipal de Amberes en 1620.
P.P. RUBENS. Rubenshuis (1616-21). Amberes Fachada de la vivienda al jardín |
Las columnas
rústicas y la logia que construyó en el jardín de su casa en Amberes, sugieren
el conocimiento por parte de Rubens tanto de las construcciones de Vignola,
como las puertas del Palazzo Bocchi, en Bolonia, y la Villa Giulia, en Roma.
Estas ideas, es verdad, también pudo haberlas tomado perfectamente del tratado
de Serlio, de hecho la logia de la Rubenhuis está basada sobre la serliana, el
célebre motivo popularizado por el arquitecto romano, sin embargo, Blunt opina
que el diseño de Rubens está más próximo al de Vignola que al de Serlio.
Para el magnífico pórtico Rubens
tomó como referencia un arco de triunfo romano, aunque la idea del vano
central, con sus esquinas recortadas, de inspiración manierista, está tomado de
la Porta Pía de Miguel Ángel, en Roma. En su decoración, incluyó toda suerte de
motivos clásicos, así como citas de autores como Juvenal sobre la vanidad de
las aspiraciones humanas, que muestran su concepción neoestóica de la vida, en
línea con buena parte de los humanistas flamencos con los que se relacionaba
Rubens, como Justo Lipsio, Ludovicus Nonnius o Gaspar Gevaerts. Bajo el pórtico
colocó dos dioses del Olimpo, Mercurio, el dios de los pintores, a la
izquierda, y a la derecha, Minerva, la diosa de la sabiduría, que parecen
transmitirnos el mensaje de que la casa es un templo del conocimiento, dedicado
al arte de la pintura.
P.P. RUBENS. Rubenshuis (1616-21). Pórtico |
La muerte de Isabella en 1626
dejó a Rubens destrozado, como pone de manifiesto en una carta escrita a
Peirese, uno de sus íntimos amigos. Para superar la pérdida se dedica a viajar
y ejerce funciones diplomáticas. Es precisamente ahora cuando visita España y
conoce a Velázquez. Cuatro años más tarde, en 1630, Rubens, de cincuenta y tres
años vuelve a casarse. La elegida es Hélène Fourment, una hermosa y jovencísima muchacha de tan sólo
dieciséis años, hija de un próspero comerciante de arte. En las pinturas de
Rubens hay numerosos testimonios de la opulencia y sensualidad de Hélène, ya que
son sus rasgos los que le sirven de inspiración para construir su ideal de
belleza femenina en la mayor parte de sus obras de esta época. Precisamente, en
una de ellas, El jardín del amor,
aparece representada como la joven que Cupido empuja a los brazos de un caballero, venciendo su resistencia a sumarse a la sensual historia que se describe.
Pero lo más interesante es que la idílica escena aparece enmarcada
arquitectónicamente en la propia casa y jardín del pintor, donde ambos se
habían instalado tras el matrimonio.
P.P. RUBENS. El jardín del amor (1630-35). Museo del Prado, Madrid |
A la muerte de Rubens, en 1640,
su viuda siguió ocupándola durante varios años con los cinco hijos del
matrimonio, y continuaría haciéndolo después de volverse
a casar con un rico aristócrata. Más
tarde la familia se trasladó a
Bruselas y, en 1648, se la alquiló a
William y Margaret Cavendish, futuros duques de Newcastle, que se habían
refugiado en Flandes durante la guerra civil inglesa. Cuando estos abandonaron
la casa, en 1660, los herederos de Rubens la vendieron, y permaneció sin
grandes alteraciones hasta la segunda
mitad del siglo XVIII en que fue muy transformada, como evidencian dos grabados
de Jacob Harrewjin de 1684 y 1692, las ilustraciones más antiguas que poseemos
de la Rubenshuis.
(CONTINUARÁ)
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