domingo, 16 de febrero de 2014

ALBERTO VARGAS, "The Sin of Nora Moran"


Los carteles de Vargas para el cine continúan con la pauta marcada por este género desde sus inicios, centrando la atención en las grandes estrellas de la pantalla, que actúan como reclamo principal de los estrenos, pero incorporan un mayor colorido y, sobre todo, un elemento visual que pretende transmitir la atmósfera del film. Uno de los mejores trabajos de esta época, y que permite apreciar con claridad estos rasgos, fue el portentoso cartel de la película The Sin of Nora Moran (1933). En ella una mujer con un trágico y oscuro pasado, es condenada por un crimen que no ha cometido y, aunque puede evitar la condena, se sacrifica para salvar la carrera de su amante, político de profesión. Aunque la película constituyó en su momento un auténtico fiasco, está considerada como una de las mejores y más originales películas de serie B rodadas en Hollywood, y "con su acumulación de flashbacks dentro de flashforwards, secuencias oníricas dentro de secuencias que a lo mejor son sueños o no, la estructura narrativa de la cinta es de una sutileza y complejidad aturdidoras, de un surrealismo y una sofistificación, más cercana a David Lynch, digamos, que no a Michael Curtiz" (KELLY). Fue una de las obras que influyó más directamente en la celebrada Citizen Kane (1941), de Orson Welles (JAMES). Pero esta cinta se la recuerda igualmente por ese cartel de Vargas, considerado como uno de los mejores de toda la historia del cine. Los distintos elementos empleados, como el fondo negro, sobre el que se recorta la imagen impactante del personaje interpretado por Zita Johann; la larguísima y ondulada cabellera rubia (aunque la actriz húngara tenía el pelo corto y oscuro), que cae como una cascada tras la que esconde su vergüenza y oculta su rostro, que intuimos enrojecido por las lágrimas; la breve y ceñida túnica, que más que tapar su desnudez, la muestra y la resalta; y la propia soledad de la figura, están pensados para transmitir el abatimiento de una trágica historia de pasión, deseo y abandono. Realizado un año antes de la publicación del Código Hays, desprende una profunda carga erótica que nos recuerda al Vargas de las Ziegfeld Follies en el uso del color, pero apunta ya, en su postura y las formas femeninas, a las pin-up por las que se haría famoso en la década siguiente. La tipografía del título, en el tercio superior del cartel, contribuye decididamente a subrayar el mensaje de Vargas, destacando la palabra sin (pecado) sobre las demás, a doble renglón"

Fragmento de mi artículo Las alegres Vargas Girls, publicado en Revista Atticus Cuatro.

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