Una de las actrices más importantes de aquellos años fue Olive Thomas, que se había incorporado a la compañía de Ziegfeld en 1915, después de haber ganado un concurso de belleza. El empresario, haciendo gala de su fama de conquistador, no tardó de hacer de ella «lo que en tiempos del Renacimiento se denominaba una 'favorita'» (MORDDEN). Enseguida se convirtió en una de las principales atracciones, primero de las Ziegfeld Follies, y después de las Midnights Frolics, y atrajo sobre sí el interés de la naciente industria del cine. En Hollywood conoció a Jack Pickford, el hermano pequeño de Mary Pickford, la novia de América, y se casaron en secreto. Olive Thomas decía que lo había hecho así para no aprovecharse del nombre de su famosa cuñada, aunque Mary Pickford confiesa que, en realidad, nadie de su familia aprobaba aquel matrimonio, entre el joven y alocado Jack y la actriz, de quien, sin embargo, escribe cariñosamente:
«La belleza de Olive Thomas es legendaria. Tenía los ojos azul violeta más hermosos que he visto nunca. Estaban rodeados de largas pestañas oscuras, que parecían más oscuras por la delicada palidez de su piel. Podía entender por qué Florenz Ziegfeld nunca perdonó a Jack por llevársela lejos de las Follies. Ella y Jack estaban locamente enamorados uno del otro, pero siempre he pensado que eran un par de críos jugando».
Ollie, como la llamaban en la intimidad, era una estrella en alza cuando ella y Jack salieron hacia París para una segunda luna de miel, en agosto de 1920. Unas semanas más tarde, encontraron en una lujosa habitación del Hotel Ritz, su cuerpo desnudo junto a un frasco vacío de cloruro de mercurio. Jack Picford dijo a la policía que había inspirado el frasco por error en la oscuridad del baño, pero, según Fleming, sus amigos sabían que la actriz estaba abatida por su adicción a las drogas y que Jack le había contagiado la sífilis. El tratamiento que tomaba para la enfermedad consistía en una mezcla de cloruro de mercurio y agua. Si fue un trágico accidente o un intento de acabar con su vida probablemente no lo sabremos nunca, el caso es que ingirió la mezcla y, pasó cinco días agonizando terriblemente, sorda y ciega, antes de morir.
Tres días antes de salir para París, la actriz posó para Vargas, que pintó un espléndido retrato que llamó Memory of Olive Thomas (1920), una de las grandes obras de toda su carrera, de un puro y apasionado erotismo. Desgraciadamente, la actriz nunca pudo llegar a verlo terminado. Vogell sugiere que el retrato fue un encargo de Florenz Ziegfeld, que lo colgó orgullosamente en su despacho del teatro, a pesar de la indignación de su esposa, la también actriz Billie Burke, que estaba al corriente de la aventura de su marido, así que el gesto venía a ser «un escándalo público en forma de arte».
Vargas pintó a Olive desnuda hasta la cintura, de perfil, como una gitana de Julio Romero de Torres. Su mano izquierda se cierra sobre uno de sus senos, mientras que con la derecha sostiene una rosa que alza su cara que cae extasiada hacia atrás, al aspirar profundamente todo el aroma de la flor, como si en ese gesto el pintor quisiera evocar la misma intensidad con que vivió Olive su breve vida, tan efímera como la fragancia y la vida de la rosa. Su boca, ligeramente entreabierta por el éxtasis, y enmarcada en unos labios de un profundo rojo escarlata, acompaña el gesto desmayado de intenso placer. No podemos ver, es verdad, los hermosos ojos violetas de los que nos hablaba Mary Pickford, pero sí la profundidad de sus pestañas. El resultado es la imagen de alguien que vive a través de sus sentidos.
Gonzalo Durán: Las alegres Vargas Girls (fragmento).
El texto completo en Revista Atticus Cuatro (2013).
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