Santa María de Lebeña
en su paisaje de milagro
sueña.
Canta el azul agua del Deva.
Sueños del último nevero
lleva.
Qué majestad y qué ternura.
El alma aquí se me destoca,
pura.
Santa María es grande y chica.
Es flor cerrada, es flor abierta,
rica.
¿La llave? Nadie. Es flor cerrada.
Mozarabismo. No sabemos
nada.
GERARDO DIEGO
Cuando en el año 711 los musulmanes invadieron la Península Ibérica, muchos hispanovisigodos huyeron hacia el norte del territorio y buscaron refugio en las abruptas montañas del Cantábrico y en los Pirineos, dando lugar a los primeros focos de resistencia y a los primeros reinos cristianos. Otros muchos, en cambio, decidieron continuar en sus tierras, manteniendo sus costumbres, sus tradiciones e, incluso, la religión cristiana, aunque, eso sí, a costa ésto último del pago de importantes tributos. Con el paso del tiempo, sus descendientes fueron adoptando, como no podía ser de otro modo, usos y costumbres de los invasores, es decir, se fueron arabizando. Uno de los muchos nombres que los musulmanes emplearon para referirse a los cristianos que vivían en su territorio fue precisamente ese, el de musta`rib (arabizado), de donde procede el término mozárabe. Los cristianos del norte adoptaron ese vocablo y lo extendieron a aquellos cristianos que huyeron de al-Andalus a partir del gobierno del emir Mohamed I (850-860). Este fue un período de intolerancia y represión que llevó a muchos a emigrar hacia los estados cristianos del norte y, en especial, hacia el valle del Duero, al amparo de los privilegios que los monarcas asturianos concedían a los repobladores de aquellas despobladas tierras.
Vista desde la cabecera. El pórtico fue añadido en el XVIII |
Uno de los ejemplos más hermosos de esta arquitectura prerrománica lo encontramos en Santa María de Lebeña (siglo X), una pequeña iglesia rural enclavada en un paraje de belleza excepcional. Para llegar hasta ella, el viajero debe recorrer el Desfiladero de La Hermida, que con sus 21 kilómetros es el más largo de España. Por él discurre en un continuo zigzagueo la N-621 que une la costa cantábrica con León, atravesando la Cordillera Cantábrica por la comarca de Liébana. El viaje constituye una auténtica prueba de fuego para la paciencia de cualquier conductor, ya que la estrecha carretera discurre encajada entre grandiosas paredes casi verticales de roca caliza que, en algunos puntos, superan los 600 metros de altura, a través de un conjunto de angostas gargantas que las aguas del río Deva han ido excavando a su paso. Sobre estas abruptas laderas crece una importante masa forestal entre la que destacan las encinas, cuyo desarrollo se ve favorecido por el efecto de túnel de secado que produce el viento al canalizarse a través del desfiladero. Alcornoques, hayas y robles entremezclados completan el paisaje sobre el que sobrevuelan gran número de aves. Si no fuera por los automóviles, el camino actual no difiere mucho de lo relatado por algunos viajeros ingleses que lo recorrieron en el siglo XIX:
"Ahora la garganta se ensancha un poco y entonces se estrecha de nuevo abruptamente. Ahora parece como si escapar, excepto volando, fuera imposible; los muros de calizas están a todo nuestro alrededor, y si el viajero mira hacia arriba en una vista a lo lejos, escuchará una y otra vez la nota peculiar del águila de montaña, o el más triste sonido de la nocturna lechuza"
M. Ross y B. Stonehewer-Cooper, "Highlands of Cantabria" (1885)
En el muro oeste, a los pies, estaba la entrada original |
En Lebeña encontramos reunidas muchas de las características propias de la arquitectura mozárabe, comenzando por la influencia visigoda, apreciable sobre todo en el alzado del edificio, diseñado por el juego de volúmenes de perfil recto y masa cúbica a diferentes alturas que compartimenta los espacios interiores, formando cámaras de planta cuadrada que favorecen la sensación de aislamiento. Cada uno de estos espacios se cubre con bóvedas de cañón, longitudinales en los espacios centrales y transversales en los laterales. Los arcos que compartimentan los espacios, de herradura y de medio punto, apoyan sobre columnas adosadas a los pilares, lo que constituye la mayor originalidad de este edificio, ya que anticipa una práctica que se generalizaría a partir del románico. Algunos historiadores han rastreado ejemplos anteriores que preludian este sistema en alguna de las escasas mezquitas norteafricanas cubiertas con bóvedas que se conservan, como la mezquita de Bu Fatata (833) en Túnez.
Juego de volúmenes de perfil recto y masa cúbica a diferentes alturas, con escasos vanos, situados en la parte superior |
Planta y sección. Dibujo de Vicente Romero y Lampérez (1907), tomado de Ateneo de Madrid
Interior, fot. tomada de Pueblos de España
La planta mide 16x12 m, es cruciforme, de planta basilical de cruz griega inscrita en un cuadrado, parecida a la de la iglesia de Santa María de Wamba, y hay quien rastrea en ellas la influencia de modelos bizantinos, como el Mausoleo de Gala Placidia, en Rávena. El efecto basilical, sin embargo, no se percibe bien ya que la entrada original estaba a los pies del edificio, en el muro oeste, mientras que actualmente se hace por uno de los muros laterales bajo un pórtico que se añadió en el siglo XVIII.
En el interior de Santa María de Lebeña, en el frontal del altar, se puede ver una gran losa de piedra arenisca, que originalmente estuvo policromada de blanco y rojo y que formaba parte del iconostasio, un elemento característico de la liturgia mozárabe, que también aparece en la arquitectura bizantina, visigoda y asturiana y cuya función básica era separar la zona del presbiterio, reservada a los sacerdotes, del resto de la iglesia donde se ubicaban los fieles. Grabados sobre ella aparecen diferentes motivos de carácter cristológico y escatológico, muy habituales entre los pueblos germánicos cristianizados y en el oeste prerrománico. En el centro se coloca una gran esvástica con una cruz grabada en el centro. La esvástica es un símbolo anterior al cristianismo y que éste asimiló a la representación simbólica de Cristo como sol de justicia. Aquí aparece rodeada de dos círculos concéntricos que simbolizan las esferas celestiales. Los motivos representados en el cancel de Lebeña se han interpretado como una representación de la vida terrenal en su parte inferior (metáfora del árbol, horologio, montañas y cielo), de los círculos celestes y el carácter espiritual del cielo cristiano a través de la resurrección en la zona intermedia (círculos concéntricos y estrella de ocho puntas, respectivamente) y la salvación de Cristo en la parte superior (en los dos círculos que aluden a la salvación de Cristo y, sobre todo, en el gran círculo central).
Frontal del altar con grabados. Fotografía tomada de jdiezarnal |
Alguna información más puedes encontrar en esta página de la Asociación de Amigos del Arte Altomedieval Español y en esta otra de Arteguías. En cuanto a la interpretación simbólica de la decoración de la losa del iconostasio, esta ficha del Aula de Patrimonio Cultural de la Universidad de Cantabria, es muy completa.
Es una verdadera maravilla y visitarla produce un auténtico impacto (como todo el prerrománico, desde mi punto de vista). He disfrutado muchísimo leyéndote. Un saludo.
ResponderEliminarTanto la iglesia como el entorno no deja indiferente a nadie. Gracias por pasarte por aquí y un saludo.
ResponderEliminarGracias por esta entrada. Me trae unos recuerdos fantásticos de un viaje increíble por Asturias. Saludos, Gonzalo.
ResponderEliminarHermosas, muy hermosas, las tierras del norte. Saludos, Antonio.
ResponderEliminarComo siempre impecable. Es un lujo aprender con tus artículos. Se te echaba de menos. Un saludo desde Santiago de Compostela.
ResponderEliminarTambién yo os echo de menos. Besos.
ResponderEliminar