martes, 22 de septiembre de 2009

LOURDES ORTIZ, "Las manos de Velázquez"

Los biógrafos de Velázquez coinciden en afirmar que llevó una vida bastante gris y anodina, sin apenas sobresaltos ni escándalos, impropia del genio que fue el pintor sevillano. Suelen argumentar también, como excusándolo, que fue ese el modo que pudo hallar para mantenerse durante tantos años en la corte del rey Felipe IV, ajeno a las intrigas cortesanas y palaciegas que rodeaban la vida en el alcázar madrileño durante el siglo XVII. Sobre todas ellas Velázquez pasa como una de aquellas sombras que tanto gustaba pintar. Nos presentan a un Velázquez preocupado únicamente por su pintura y su ascenso social.

Casado en Sevilla con Juana Pacheco, la hija de su maestro, pronto pasa a Madrid, se pone al servicio del rey y ya nunca más abandonará aquel puesto, hasta su muerte. Una vida intachable y apacible que contrasta con la de algunos de sus contemporáneos como Alonso Cano, Zurbarán, Rubens, Caravaggio, Borromini, etc., envueltos en acusaciones de asesinato, misiones de espionaje, dificultades económicas y un sinfín de penalidades.

El descubrimiento y publicación en 1983 de unos documentos en archivos romanos por Jennifer Montagu vinieron, sin embargo, a introducir un elemento novedoso en su biografía. Un punto de debilidad humana que el pintor ocultó celosamente, como si se tratase de un borrón en una biografía inmaculada. Aquellos documentos venían a decir que durante su segundo viaje a Italia, Velázquez mantuvo una relación amorosa de la que nació un hijo bastardo en 1652, llamado Antonio. El muchacho murió a los ocho años, y parece que su padre enviaba periódicamente algunas cantidades de dinero para su crianza. De este modo, las continuas misivas del rey ordenándole su regreso a Madrid, y los constantes retrasos del pintor, haciendo oidos sordos de ellas, tomaban un significado totalmente distinto al que habitualmente se le daba. Nada sabemos de la madre. Algunos piensan que se trataba de Olimpia Triunfi, una joven romana en quien creen ver la modelo del único desnudo femenino del Barroco español, la "Venus del espejo". Desde luego, la hipótesis no deja de ser sugerente.


DIEGO VELÁZQUEZ. Venus del espejo (1649-1651), National Gallery de Londres



Como resistiéndose a aceptar aquel, como el único episodio humano de Velázquez, Lourdes Ortiz concibe "Las manos de Velázquez", una novela sobre el pintor sevillano. Teodoro, el protagonista, es un maduro profesor de universidad, divorciado y vuelto a casar con Mónica, una ex-alumna bella y mucho más joven que él. A medida que avanzamos en la relación personal que mantienen ambos, atormentada por los continuos celos e inseguridades de Teodoro, lo hacemos también en sus investigaciones para la preparación de un libro sobre la obra de Velázquez. Es así como de repente empieza a germinar en su mente la idea que durante el primer viaje a Italia de Diego, que entonces era un hombre joven de treinta años, debió conocer a Artemisa Gentileschi, la pintora tenebrista, hija de Orazio Gentileschi. Los hallazgos en algunas de sus obras y la comparación con las de la napolitana, no le dejan lugar a dudas, ambos se conocieron y debieron ser amantes. ¿Acaso no sabemos que aparte de la Venus de Londres hubo otra, mencionada en el inventario del pintor, que no se ha encontrado?

DIEGO VELÁZQUEZ. Una sibila (1632). Museo del Prado, Madrid. Considerado como un retrato de su esposa Juana Pacheco.



A lo largo de la novela, Ortiz alterna el presente narrativo en tercera persona y el relato en segunda. En ninguno de los dos casos acierta a dar un ritmo ágil al relato, cuya trama argumental, como parece fácil deducir, no ofrece mucha originalidad, al menos en lo que a la relación de los personajes se refiere. Tampoco la erudición apabullante de la escritora, catedrática de Historia del Arte, ayuda. Las comparaciones y referencias artísticas que son permanentes a lo largo de la narración: paisajes sacados de Corot, escenas que recuerdan un cuadro de Howard Kanovitz, mujeres de Willen de Kooning con rostros aterradores de cremallera, .... Llegan a cansar y parecen forzadas en ocasiones.

Lo mejor del libro para mi son, sin duda alguna, los análisis de las obras que Lourdes Ortiz pone en boca de los personajes, fundamentalmente Teodoro, pero también Mónica. Tienen la virtud de ofrecer documentadas y sugerentes opiniones sobre muchas de las pinturas de Velázquez y sus contemporáneos, expresadas además, con gran acierto, en un lenguaje más coloquial y próximo, alejado del academicismo, que permite acercarlas a los lectores con un tono refrescante que sorprende gratamente por lo inhabitual. Dejo para otra ocasión alguna de estas descripciones que realmente merecen la pena.

5 comentarios:

  1. Hola profesor: soy una recien estrenada opositora de alicante que adora a Velázquez y que, además tuve la suerte de desarrollar en las prácticas de la oposición:Una de las láminas fue La Tentación de Santo Tomás,que se encuentra en la catedral de Orihuela. Parece ser que el confesor de F.IV era natural de aquí y cuando salió a su 1er. viaje a Italia, Velázquez la pintó en esta ciudad para este sacerdote. Es del año 1632. Soy sequidora de su blog y le doy la enhorabuena por su trabajo, su generosidad y su sensibilidad hacia este apasiosnante mundo del arte. Felicidades! Nieves

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  2. Gracias Nieves por tus palabras. El cuadro que mencionas es muy bonito y al principio se atribuyó a Alonso Cano. Es curioso, pero en la obra de Velázquez no abunda el tema religioso, y este cuadro es de las mismas fechas que el famoso Cristo. Hasta pronto.

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  3. Hola Gonzalo.
    Muy buena idea la recomendación y elcomentario de novelas que puedan ser aplicadas para el conocimiento artistico. No sé si tienes alguna categoría sobre este tema, pero sería interesante.
    Espero esos comentarios sin tantos tecnicismo sobre las obras de Velázquez de Lourdes Ortiz, que prometes colgar otro día.
    Un saludo. Alfredo.

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  4. Alfredo, lo prometido es deuda, así que pronto colgaré una de esas descripciones. En cuanto a la literatura y el arte, tengo agrupadas estas entradas en la etiqueta o categoría 22.Literatura con mucho arte.
    Saludos.

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