sábado, 13 de diciembre de 2008

Sobre el origen del término bizantino

Marfil Barberini (s. V). Museo del Louvre, París

Una de las manifestaciones artísticas más brillantes y fastuosas del arte medieval en Europa es el arte bizantino. Sin embargo, es curioso, pero el término bizantino, referido a la parte oriental del imperio romano, no sería comprendido por los contemporáneos de aquel imperio. Los que nosotros llamamos bizantinos se llamaban a sí mismos, romaoi (romanos), palabra que consideraban sinónima de cristianos, y en la Edad Media, se empleaba el término Romania o Basileía Romaíon, que es una traducción directa al griego del nombre en latín del Imperium Romanorum, para referirse al imperio bizantino.

Para entenderlo hay que recordar que Bizancio es Roma, es decir, la parte oriental del Imperio Romano, tras la división oficial en dos en tiempos de Teodosio (395). De todo el imperio romano, sólo Oriente, o lo que es lo mismo, Bizancio, resistió los ataques de los pueblos bárbaros que amenazaban las fronteras del imperio. Primero rechazaron el ataque de los hunos de Atila y, más tarde, el de los visigodos de Alarico. Como es bien sabido, no corrió la misma suerte Occidente, o lo que es lo mismo, Roma. En el año 476, el jefe de la tribu de los hérulos, Odoacro, depuso al último emperador romano de Occidente, Rómulo Augústulo, un niño de tan sólo quince años. A continuación, envió al emperador Zenón, en Constantinopla, las insignias imperiales. El emperador de Oriente, le reconoció como dux de Italia y le confirió el título de patricio. Desde aquel gesto, el único emperador romano estaba en Constantinopla, en el otro extremo del Mediterráneo, y exhibía el título de basileus romanorum.

Precisamente para evitar esa confusión en el término imperio romano, y diferenciar uno de otro, Hyeronimus Wolf, bibliotecario de la poderosa familia Fugger (los banqueros del emperador Carlos V), utilizó por primera vez, en 1557, el nombre de imperio bizantino, en su obra Corpus Historiae Byzantinae. Pretendía, de este modo, diferenciar el antiguo imperio romano de aquel otro imperio romano medieval y griego.


Retrato de Hyeronimus Wolf


A partir de entonces, el término sería empleado por los eruditos franceses a lo largo del siglo XVII, como es el caso de Du Cange, aunque no se haría realmente popular hasta el siglo XVIII, cuando lo empleó Montesquieu en su libro Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y su decadencia (1734). La postura de Montesquieu y el resto de ilustrados europeos como Gibbon, era de un menosprecio absoluto por la cultura y el mundo bizantino, que juzgaban de manera muy dura.

La historiografía actual no comparte aquella opinión, y mucho menos los historiadores del arte, que ven en el arte bizantino una fastuosa síntesis del arte romano, helenístico y oriental, con un poder de seducción que fascinó a numerosos pueblos europeos y orientales, desde Italia hasta Egipto y desde Siria hasta Rusia.

Icono del arcángel San Miguel (s. XII), en oro, plata y piedras preciosas sobre madera. Basílica de San Marcos, Venecia.

Constantinopla, la capital de aquel imperio, "estaba destinada a ser una referencia mundial; fue una ciudad espléndida, la mejor de Europa pero, sobre todo, brilló como centro espiritual y artístico. Al haber sido capaces de dar forma a las síntesis de las enseñanzas griegas, romanas, cristianas y orientales, sus talleres lograron productos tan sofisticados que se convirtieron para Occidente en objetos de deseo, motivo de inspiración y, en definitiva, inimitables" (Miguel Cortés, "Un mundo que seduce", en Descubrir el arte, nº 117).

Una magnífica muestra del arte bizantino puede verse estos días en una exposición de la Royal Academy de Londres, titulada Byzantium, 313-1453, y que puede visitarse hasta marzo del 2009. En la web de la exposición podeis descargaros en pdf una guía didáctica y otra para jóvenes, ambas en inglés, pero muy interesantes.

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