domingo, 30 de agosto de 2009

La iglesia visigoda de San Juan de Baños

Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII

Venta de Baños es una pequeña localidad de menos de siete mil habitantes, situada a unos escasos ocho kilómetros de Palencia, la capital de la provincia, y a menos de 40 de Valladolid, a las que está unida por la A-62. No son pocos los que asocian su nombre con el trazado ferroviario ya que allí se constituye el nudo que une las vías de los ferrocarriles del norte y del noroeste de España, y parada obligada en las nobles y despobladas tierras castellanas para los trenes de largo recorrido. Por el contrario, son muchos menos los que conocen la localidad por la pequeña, pero hermosa e importante iglesia visigoda de San Juan de Baños.

Tengo la impresión que no es mucho el celo o interés que demuestran las diferentes administraciones en divulgar la presencia del monumento a los que no lo conocen de antemano, al menos si tenemos en cuenta las nulas indicaciones sobre su existencia a lo largo de la Autovía de Castilla y León (por lo menos en el tramo comprendido entre Valladolid y Palencia). En la web municipal se indica que el acceso hasta la iglesia se realiza a partir de dicha autovía en la "salida de Venta de Baños, para seguir los indicadores que conducen a Baños de Cerrato, señales concretas que indican la ruta hacia el monumento". Estos indicadores, efectivamente, te llevan hacia tu destino, a pesar de su pequeño tamaño y el gastado color rosáceo que los identifica. Nada en ellos hace presagiar al visitante no iniciado, la importancia y trascendencia de la iglesia. Esto es algo que he observado con repetida frecuencia en nuestro país, el poco aprecio y valor que concedemos a nuestro patrimonio artístico, y que contrasta con el que se concede en otros países de nuestro entorno a monumentos mucho peor conservados y de menor interés, como el que nos ocupa, profusamente anunciados con llamativos y grandes carteles a lo largo de carreteras y autopistas, reclamando la atención e interés de los automovilistas.


Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII


Durante el recorrido, la conversación en el coche gira en torno a estos aspectos. Trato de convencer a mis acompañantes que no nos hemos perdido, mientras circulamos entre las estrechas calles en un caluroso mediodía del mes de agosto. De repente, aparece ante nosotros la pequeña basílica con toda su magnificencia, rodeada de un cuidado césped que refresca la vista, acostumbrada ya a estas alturas a los secos campos castellanos. La primera impresión que recibo es que el lugar apenas si ha cambiado desde mi anterior visita, en abril de 1990 (¡cómo pasa el tiempo!). El pequeño panel informativo sobre el monumento ha desaparecido, y una nota sobre la puerta de la iglesia informa del precio y horario de visitas. Unos metros más allá, junto a una fuente visigoda, se ha acondicionado una pequeña zona arbolada que proporciona una sombra acogedora a los visitantes. No puedo dejar de pensar en los cientos de vehículos que circulan en la autopista ajenos e ignorantes de este bellísimo rincón que acoge uno de los escasos restos de la arquitectura visigoda, que la propia web municipal califica acertadamente como "la iglesia más original y española de todo el arte medieval visigodo".


Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII. Ventana con celosía del ábside.


El templo fue erigido en el año 661 de nuestra era (699 de la era hispánica) por el rey Recesvinto, tal como se recuerda en los versos de una lápida en su interior: "Precursor del señor, mártir Juan Bautista posee esta casa, construida como don eterno, la cual yo mismo, Recesvinto rey, devoto y amador de tu nombre, te dediqué por derecho propio, en el año tercero, después del décimo como compañero ínclito del reino. En la Era seiscientos noventa y nueve" (trad. de P. Palol, tomada de http://www.jdiezarnal.com/).

A Recesvinto, como a la mayoría de los reyes visigodos, le tocó vivir tiempos de gran inestabilidad política, que se agudizaron tras su muerte con las luchas entre viticianos y rodriguistas. Es recordado sobre todo por su obra legislativa, que alcanza su punto culminante con la publicación del Fuero Juzgo, código que recogía bajo una sola ley a godos y romanos. Al final de su reinado parece bastante probable que llevase a cabo expediciones de castigo sobre cántabros y vascones. Precisamente de regreso de una de estas expediciones parece que enfermó de una afección renal y se detuvo en el lugar, donde había unas termas de origen romano y a cuyas aguas atribuyó su curación. Con este motivo decidió fundar un monasterio en aquel lugar, del que hoy sólo se conserva la espléndida iglesia que consagró a San Juan Bautista y la fuente, aunque no parece poseer las propiedades curativas de antaño, ya que como advierte un cartel el agua carece de garantías sanitarias.

San Juan de Baños se ajusta bastante bien al prototipo de arquitectura visigoda. Es una pequeña iglesia de aproximadamente 20 x 13 metros, con una planta que ha sufrido diferentes transformaciones a lo largo de la historia, especialmente en su cabecera, que primitivamente era de gran originalidad, formada por un ábside central y dos habitaciones separadas, que posteriormente se anularon formando un testero plano.

Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII. La cabecera original se ha transformado en un testero plano.

Los pesados muros están construídos con grandes sillares y ofrecen escasos huecos para la iluminación, conformados por pequeñas ventanas en forma de arco de herradura con hermosas celosías, que se colocan tanto en la parte superior de la nave central como en el ábside y en la entrada.

Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII. Decoración de las impostas de la fachada.


Sin duda, uno de los elementos destacables de la iglesia es el gran arco de herradura que preside la entrada, típicamente visigodo por su peralte, que sobrepasa un tercio del radio. Descansa sobre unas impostas decoradas con círculos secantes y exhibe una cruz patada en la clave. A través de él se accede a un recogido e intimista interior, con una planta basilical de tres naves, de las que únicamente la central es visigoda. Las naves están separadas por arcos de herradura que reposan sobre columnas de mármol, probablemente reutilizadas de la anterior construcción romana. También aquí encontramos motivos decorativos similares a los del exterior.

Iglesia de San Juan de Baños (Palencia). Siglo VII. Cruz de la clave del arco de entrada.

En turismo prerrománico y en la página de J. Díez Arnal, podeis encontrar información detallada sobre este templo, así como abundantes fotografías que os ayudarán a formaros una idea más completa sobre un monumento que merece mucha más atención de la que se le presta, al igual que la propia cultura visigoda sobre la que nuevos hallazgos arrojan algo más de luz, como nos recuerda Antonio Martínez en su blog INICIARTE. Y por último, os dejo aquí un video de artehistoria, breve y conciso, como es habitual.



viernes, 14 de agosto de 2009

COSTUS, dos gaditanos en la movida madrileña

COSTUS. Lola Flores y Yul Brinner (1979). Decoración del bar "La Vía Láctea", Madrid.



El 20 de noviembre de 1975 la televisión y la radio anunciaron al mundo la muerte del general Francisco Franco, el dictador que rigió con mano de hierro una de las dictaduras más largas y feroces, surgida casi cuarenta años antes de una guerra civil que él mismo inició. Casi desde ese mismo instante empezaron a producirse una serie de cambios profundos en España, no sólo políticos, sino también sociales y culturales, tan importantes como los primeros.

Un papel destacado en aquellas transformaciones estaba destinado a ser protagonizado por los jóvenes españoles, que mostraron unas ganas irrefrenables de dejar atrás aquella España triste y gris en la que habían crecido, legado de la dictadura. Se mostraron ansiosos por disfrutar de una libertad hasta entonces vedada, y que no sólo pretendía ser política, sino también individual. Como suele ocurrir siempre que se sale de un tiempo de represión, el ansia de libertad lleva a cometer excesos, y fueron muchos los que se cometieron, por las ganas de probar todo lo prohibido, por desconocimiento, por impaciencia y por otras muchas más razones. Hoy sería impensable escuchar a un político gritar enardecido ante una multitud de jóvenes "¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque... y al loro!", como hizo Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, en 1984, que le convirtió en un referente para la juventud de la época, y al que llamaban el viejo profesor.

La manera de vestir de aquellos jóvenes, desenfadada y desafiante, les hizo caer, como reconocía Radio Futura, enamorados de la moda juvenil; su forma de divertirse al calor del amor en un bar, como proclamaban Gabinete Caligari, hizo que estos locales fueran punto de reunión y de experimentación, convirtiéndose algunos en lugares de culto, como ocurrió con La Vía Láctea en Madrid; gritaban a quien quisiera oirles, y a quien no también, como en la canción de Alaska y Los Pegamoides, que ni tú ni nadie puede cambiarme. Una música diferente, alegre y colorista, puso himno a todas estas inquietudes y sirven hoy como banda sonora de aquellos años, para algunos mágicos y dorados.


ENRIQUE COSTUS. Carmen Sevilla (1978). De la serie "Arquitecturas nacionales y otros monumentos".



Esos anhelos de cambio y modernidad se tradujeron en un auténtico fenómeno de cultura alternativa o movimiento contracultural, que tuvo en dos ciudades españolas, Vigo y Madrid, sus dos centros más activos. En Madrid, el movimiento se conoció como la movida madrileña o nueva ola madrileña, y algunos de sus iconos más reconocibles, fueron el director de cine Pedro Almodóvar, la cantante Alaska, la periodista Paloma Chamorro y un larguísimo etcétera que cubre casi todas las manifestaciones culturales y artísticas, y no sólo las musicales como algunos pudieran pensar.

Entre los artistas más sugerentes de la movida madrileña, y figuras importantes de la misma, está COSTUS, nombre bajo el que se cobijaron los artistas gaditanos, Enrique Naya y Juan Carrero, auténticos maestros del pop-art español. Enrique Naya nació en Cádiz y Juan Carrero en Palma de Mallorca, se conocieron en Cádiz, donde ambos vivían y estudiaban en la Escuela de Artes y Oficios, y allí iniciaron una amistad y un amor que duró hasta la muerte prematura en 1989, primero de Enrique, víctima del sida, y un mes más tarde de Juan, por suicidio. Es fácil comprender lo pequeña y asfixiante que podía ser la ciudad para la forma de vida y las inquietudes que empezaron a mostrar los jóvenes artistas. En 1975, el mismo año de la muerte del dictador, se trasladaron a Madrid, para finalizar sus estudios de Artes y Oficios.


ENRIQUE COSTUS. Carmen Polo viuda de Franco (1978). De la serie "Paso Trascendental: del Diez Minutos al HOLA".


Su casa de Madrid, en el número 14 de la calle de La Palma, en el barrio de Malasaña, se convirtió casi de inmediato en el epicentro de la movida madrileña, y sería bautizada, con la mordacidad acostumbrada por el escritor Francisco Umbral, como la "Casa-convento de las estrellas descarriadas". Todos los que fueron alguien en aquel movimiento pasaron por la casa, y en ella se rodaron muchas escenas de la primera película de Pedro Almodóvar, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), auténtico documento cinematográfico de la movida, en la que también aparecen los propios pintores.

Al principio, la carrera de ambos se desarrolló en solitario. El primero en exponer fue Enrique Naya, que lo hizo en la Casa de la Juventud de Cádiz en 1975, con una peculiar visión de la cultura americana, a la que llamó "Made in USA. Visión de Yankilandia desde Cádiz". Tres años después, ya en Madrid, realizó "Arquitecturas nacionales y otros monumentos", su segunda exposición, con retratos de las grandes folklóricas españolas como Estrellita Castro, Carmen Sevilla, ..., motivo de escándalo público por lo que fue clausurada el primer día, y vuelta a abrir casi de inmediato. Por su parte, Juan Carrero, también en 1978 presentó en El Puerto de Santa María su primera colección de trabajos, bajo el sugestivo nombre de "Escenas de la España cañí".


COSTUS. Marina 3 (1980). De la serie "La marina te llama".


Su trabajo conjunto no comenzó realmente hasta 1979, cuando recibieron el encargo de decorar un local llamado a convertirse en todo un símbolo, el bar La Vía Láctea. Debido al gran tamaño de los murales deciden afrontarlos juntos, y fue ahí donde nació COSTUS, aunque el nombre no se adoptó como firma hasta 1981, con la exposición "El chochonismo ilustrado". Desde entonces su obra conjunta se firma como COSTUS y la individual como Enrique Costus y Juan Costus.

Será ahora cuando realizan algunos de sus trabajos más personales y maduros, como "La marina te llama" (1980), "Valle de los Caídos" (1980-87) y "La Andalucía de Séneca" (1985-89). En la primera de ellas homenajean a las famosas muñecas gitanas de Marín, que tantos y tantos salones y televisores coronaron en la España de los 60 y los 70.

En la segunda, el homenaje es a la propia ciudad de Madrid, a través de un monumento que siempre se había visto como una exaltación del franquismo, y que ellos entienden como un conjunto arquitectónico-escultórico, producto de un pasado del que ya no se puede renegar y que expresan unos valores universales de los que se apropia el franquismo. Ofrecen una peculiar y personal visión del monumento y de sus símbolos, pleno de ironía y sátira, que no debió ser bien recibido precisamente entre los sectores más rancios de la sociedad española: arcángeles seductores con vaqueros ajustados y cremalleras a medio abrir, vírgenes con medias rojas y estética punk, etc.

La tercera, también llamada "Serie Andaluza", es una vuelta a las raíces, Cádiz, Andalucía, ..., quedó incompleta a la muerte de los artistas. En ella vuelven a fundir, como en la anterior, el estilo hiperrealista y el expresionismo, incluyendo la luz mediterránea y paisajes egipcios, tras un viaje a aquel país.

COSTUS. Patria (1986). De la serie "Valle de los Caídos". La cantante Alaska sirve como modelo de la obra.

Su obra combina admirablemente lo contemporáneo y lo clásico. El clasicismo viene dado en muchas de sus obras, y especialmente en las últimas, tanto por la composición, heredada del barroco, como por el tratamiento escultórico de muchas figuras. Y como hicieran muchos de los artistas del pasado, que se atrevían a introducir en sus composiciones religiosas y alegóricas a personajes de su tiempo vestidos a la usanza de la época, tampoco ellos dudan en poner el rostro de cantantes, actrices, amigos, en ellas, y vestirlas con vaqueros y camisas aunque causase extrañeza en su momento. Lo moderno, en cambio, lo proporcionan las ambientaciones espaciales, el colorido alegre y fluorescente, que recuerda a las luces de neón, y el tratamiento irónico, atrevido, satírico, provocador y desenfadado que hacen.

COSTUS. Pareja con arco (1988). De la serie "La Andalucía de Séneca". Museo de Cádiz.


Vista hoy, se aprecia que la obra de Costus recoge como pocas la esencia de lo que fue la movida madrileña. Han pasado algunos años y muchos de los personajes que forman parte de la figuración, entonces conocidos y populares, hoy apenas son recordados, otros, en cambio, se mantienen de plena actualidad. Las pinturas de Costus actuan como un documento que perpetuará sus imágenes, del mismo modo que hoy hemos olvidado quienes fueron aquellos mismos figurantes de las pinturas de Murillo o Caravaggio, por ejemplo, aunque sin embargo, les conocemos por los cuadros de estos pintores.

Podemos decir que el tiempo engrandece, el trabajo de estos gaditanos que se muestra de una gran modernidad. No creo exagerado decir que es de lo mejor del pop-art español, y desprenden una ironía, un sentido del humor, y un atrevimiento difícilmente superables. Su mezcla de pop, kitsch, naif, hiperrealismo, expresionismo y casticismo, fueron un vendaval de aire fresco, un temporal de levante que diríamos en Cádiz. Los más jóvenes quizá no capten lo que había de desafío en estas imágenes, de atreverse a reirse de determinados personajes, de reivindicar determinadas conductas personales, pero los que vivieron aquellos años conocen bien el riesgo que asumían al hacerlo de la forma que lo hicieron.

Para profundizar más en la vida y en la obra de los Costus, os recomiendo que visiteis tanto la página web oficial de Costus, como la de la Fundación Costus, ambas son espléndidas, y de la última de ellas proceden las imágenes utilizadas tanto en la entrada como en la presentación que os dejo aquí abajo.

jueves, 6 de agosto de 2009

Nada sabe tan dulce como tu boca

En un beso sabrás todo lo que he callado.
PABLO NERUDA


Rita Hayworth y Glenn Ford en una escena de la película Gilda (1946), de Charles Vidor.


Glenn Ford y Rita Hayworth en Gilda, entre el ruido de copas y música de un cabaret en Buenos Aires; Clark Gable y Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó, con los ecos de la guerra de Secesión al fondo; Deborah Kerr y Burt Lancaster rodando entre las aguas en la orilla de una paradisíaca playa del Pacífico en De aquí a la eternidad; Humphrey Bogart e Ingrid Bergman desafiando a los nazis en las cálidas noches africanas de Casablanca; Gregory Peck y Jennifer Jones sellando un trágico final en Duelo al sol; ... y así podríamos seguir mencionando una larga lista de películas que forman parte de nuestra memoria colectiva, no sólo porque todas ellas escribieron la historia del cine con mayúsculas, sino porque también en todas ellas se produjeron besos inolvidables, que dieron lugar a escenas imborrables.

Eran otros tiempos y el beso era el momento álgido de cualquier película que se preciara, lo más pasional que se toleraba socialmente dentro de los límites del decoro. Era tanta la admiración y expectación que despertaban aquellas imágenes, tanta la fantasía que liberaban y tantos los puntos suspensivos que dejaban tras de sí, que la gente comenzó a llamarlos besos de película, reconociendo en la frase, quizá inconscientemente, lo imposibles que eran en la vida real, como si aquellos besos o aquellas formas de besar resultaran inalcanzables para cualquiera que no fuera un galán o una estrella del celuloide.

Deborah Kerr y Burt Lancaster, en la escena más famosa De aquí a la eternidad (1953), de Fred Zinnemann.


Nadie besaba así, parecían decir con la frase. Aquellos besos hacían añicos la torpe y terrenal definición que de besar da el diccionario: "tocar u oprimir con un movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia". Una definición que abre una catarata de interrogantes, tan amplia como los diferentes tipos de besos.


ANTONIO CANOVA. Eros y Psique (1793). Museo del Louvre, París.


Sin embargo, antes que el cine, los besos habían formado parte de la historia del arte, en esculturas y pinturas a lo largo de la historia, y lo han seguido haciendo también después, aunque sin la popularidad de la gran pantalla.

Como en la canción de Víctor Manuel, nada sabe tan dulce como tu boca. Dejamos aquí un recorrido de besos artísticos. Los hay renacentistas, barrocos, neoclásicos, realistas, impresionistas, cubistas, y muchos más, que ilustran bastante bien la variedad de besos que describiera en su poema la escritora chilena Gabriela Mistral.



Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.
Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.
Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenaron sé de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.
Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.