martes, 4 de noviembre de 2014

Peter Paul Rubens, arquitecto (y 5ª parte): La entrada triunfal en Amberes del Cardenal Infante don Fernando

P.P. RUBENS. Cardenal Infante don Fernando de Austria
en la batalla de Nordlingen
(1634-35).
Madrid, Museo de El Prado
          Tras la muerte de la infanta Isabel Clara Eugenia sin herederos, el 1 de diciembre de 1633, en el palacio real de Coudenberg, en Bruselas, el gobierno del territorio revirtió nuevamente en la corona española. Felipe IV nombró como gobernador a su hermano, el Cardenal-Infante don Fernando. Su llegada a los Países Bajos vino precedido por su triunfo en la batalla de Nordlingen, y se vio acompañada por una serie de entradas públicas de carácter triunfal en algunas ciudades flamencas, entre las que destacan las de Gante y Amberes.

Los orígenes de estas ceremonias en los que un personaje de gran importancia, no necesariamente un rey, ingresa en una ciudad, hay que buscarlos en las ceremonias romanas del triumphus. Se hicieron muy frecuentes durante el Renacimiento, aunque las cotas más altas de espectacularidad se alcanzaron durante el Barroco. Cuando se consolida el discurso del origen divino del poder real, la fiesta se pondrá al servicio de esta idea, haciéndose más efectista, apoteósica y sorprendente.

Las ciudades construían numerosos arcos de triunfo, arquitecturas y esculturas efímeras, condenadas a desaparecer después del desfile, aunque llegaron a influir en las transformaciones de las ciudades, porque a veces ese espacio urbano creado para una entrada triunfal se consolida como espacio de poder durante siglos. Es lo que ocurrió por ejemplo en lo que hoy es el Paseo del Prado, en Madrid, que tiene su origen en la entrada triunfal que se preparó para recibir en 1570 a la reina Ana de Austria. Como escribe Cámara: “Vista, oído y olfato fueron los sentidos que más apreciarían los espacios imaginarios creados por los artistas en las Fiestas. En ellas los tejidos, las pinturas, las luces o las arquitecturas efímeras entraban por los ojos, los oídos percibían la música, las flores y las hierbas olorosas perfumaban los recorridos…, todo se conjugaba para convertir la ciudad en un espacio de maravilla”.

P.P. RUBENS. Arco de triunfo de Fernando (reverso).
San Petersburgo, Museo del Hermitage
De la importancia concedida a este tipo de ceremonias y aparatos efímeros, nos pueden dar una idea los nombres de los artistas que se encargaron de algunas de ellas. En Venecia, en 1574, Tintoretto y Veronés colaboraron para decorar el arco y la logia diseñados por Palladio para la entrada de Enrique III; en Inglaterra, en 1533, Holbein preparó la entrada en Londres de Ana Bolena para su coronación; Leonardo da Vinci en Milán y luego en la corte francesa; Alberto Durero y Albrecht Aldorfer en Alemania, para el emperador Maximiliano I; el arquitecto Iñigo Jones en Inglaterra, en varias ceremonias de los reyes Estuardo; y una lista interminable.

En el caso de la entrada triunfal en Amberes del Cardenal Infante, la ciudad hizo construir las decoraciones más importantes de su tiempo. La dirección del proyecto recayó en el burgomaestre Rockox, en el secretario municipal Jan Caspar Gevaerts y en Rubens. Los dos primeros se encargaron del programa de festejos y Rubens de la decoración artística. A pesar de su carácter efímero, conocemos cómo fueron los diseños de los cinco arcos triunfales de más de veintidos metros de altura que realizó, los cuatro escenarios y un pórtico. Además de algunos de los bocetos del propio Rubens que se conservan en diferentes museos, han llegado hasta nosotros porque se encargó a varios artistas encabezados por Theodor van Thulden, que pasaran a grabado los diseños de Rubens, y posteriormente fueron impresos en un libro conmemorativo bajo el título de Pompa Introitus Ferdinandi.

P.P. RUBENS. Arco de triunfo de Fernando (anverso).
Amberes, Rubenshuis
 
El programa desarrollado por Rubens, y en el que contó con colaboradores como Jordaens, Jan Van der Hoecke y Theodoor van Thulden,  fue el habitual en estos casos. Por una parte, contribuye a la exaltación dinástica de la Casa de Austria, representando a todos los monarcas de la familia, desde Rodolfo I. La legitimidad de la continuidad dinástica se refleja en un arco donde puede verse a su antecesora, la Infanta Isabel Clara Eugenia, contemplando desde el cielo como el rey nombra gobernador a su hermano. Se exalta igualmente la figura del propio gobernador, al relatar su historia personal destacando como punto culminante la victoria de Nordlingen. También nos ofrece un modelo de conducta personal, por ejemplo, destacando su sabiduría al  situar la figura de Fernando bajo la de Hércules, resistiendo las tentaciones de Venus y Baco para ejercer la virtud bajo el dictado de Minerva. Por último, aprovecha para recordar la situación de la ciudad, empobrecida por las guerras, que la habían sumido en la decadencia comercial y económica, de la que esperaba resurgir bajo el gobierno de Fernando, aunque finalmente no ocurrió. En este sentido, Strong considera la Pompa Introitus de Rubens como “el triste final de una vigorosa tradición, el último vestigio de la creencia que una entrada era un diálogo entre gobernante y gobernados, entre el príncipe y las clases burguesas. En la era del absolutismo que había surgido en otros lugares de Europa, el diálogo se había desvanecido”.

Desde el punto de vista del tratamiento artístico, Blunt descubre en los diseños de Rubens las influencias italianas ya mencionadas anteriormente, es decir, el radicalismo manierista del último Miguel Ángel, pero con una audacia mayor que le acerca a un barroquismo pleno, sin parangón en la arquitectura de esos años, y mucho menos en el momento en que Rubens estuvo en Roma. La profunda curvatura del Pórtico de los Emperadores, señala Blunt como ejemplo, es muy avanzada para su tiempo, y viene a realizarla justo en el momento en que se están introduciendo esos planos en algunas iglesias romanas, como  hace Borromini en San Carlos de las Cuatro Fuentes y Pietro da Cortona en la de San Lucas y Santa Martina. De todo ello cabe deducir cómo Rubens se mantuvo pendiente y atento al devenir de la arquitectura de su tiempo.

Bibliografía
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