jueves, 8 de marzo de 2012

La iglesia mozárabe de Santa María de Lebeña

Santa María de Lebeña
en su paisaje de milagro
sueña.
Canta el azul agua del Deva.
Sueños del último nevero
lleva.
Qué majestad y qué ternura.
El alma aquí se me destoca,
pura.
Santa María es grande y chica.
Es flor cerrada, es flor abierta,
rica.
¿La llave? Nadie. Es flor cerrada.
Mozarabismo. No sabemos
nada.
GERARDO DIEGO


Cuando en el año 711 los musulmanes invadieron la Península Ibérica, muchos hispanovisigodos huyeron hacia el norte del territorio y buscaron refugio en las abruptas montañas del Cantábrico y en los Pirineos, dando lugar a los primeros focos de resistencia y a los primeros reinos cristianos. Otros muchos, en cambio, decidieron continuar en sus tierras, manteniendo sus costumbres, sus tradiciones e, incluso, la religión cristiana, aunque, eso sí, a costa ésto último del pago de importantes tributos. Con el paso del tiempo, sus descendientes fueron adoptando, como no podía ser de otro modo, usos y costumbres de los invasores, es decir, se fueron arabizando. Uno de los muchos nombres que los musulmanes emplearon para referirse a los cristianos que vivían en su territorio fue precisamente ese, el de musta`rib (arabizado), de donde procede el término mozárabe. Los cristianos del norte adoptaron ese vocablo y lo extendieron a aquellos cristianos que huyeron de al-Andalus a partir del gobierno del emir Mohamed I (850-860). Este fue un período de intolerancia y represión que llevó a muchos a emigrar hacia los estados cristianos del norte y, en especial, hacia el valle del Duero, al amparo de los privilegios que los monarcas asturianos concedían a los repobladores de aquellas despobladas tierras.

Vista desde la cabecera. El pórtico fue añadido en el XVIII
Aplicado al arte, el término es de uso mucho más reciente, y se debe al historiador Manuel Gómez Moreno, quien en el siglo XX lo utilizó para referirse a un conjunto de iglesias prerrománicas dispersas por el norte de España, especialmente en la zona del Duero, que presentan rasgos o influencias islámicas, y que creyó realizadas por constructores mozárabes huidos desde al-Andalus. La historiografía actual, en cambio, descarta esta hipótesis, y considera más adecuado o exacto utilizar el término "arte de la repoblación" que, sin embargo, no ha terminado de cuajar, y seguimos hablando de arte mozárabe, que si quizás no es tan riguroso, indudablemente es mucho más sugerente y evocador.

Uno de los ejemplos más hermosos de esta arquitectura prerrománica lo encontramos en Santa María de Lebeña (siglo X), una pequeña iglesia rural enclavada en un paraje de belleza excepcional. Para llegar hasta ella, el viajero debe recorrer el Desfiladero de La Hermida, que con sus 21 kilómetros es el más largo de España. Por él discurre en un continuo zigzagueo la N-621 que une la costa cantábrica con León, atravesando la Cordillera Cantábrica por la comarca de Liébana. El viaje constituye una auténtica prueba de fuego para la paciencia de cualquier conductor, ya que la estrecha carretera discurre encajada entre grandiosas paredes casi verticales de roca caliza que, en algunos puntos, superan los 600 metros de altura, a través de un conjunto de angostas gargantas que las aguas del río Deva han ido excavando a su paso. Sobre estas abruptas laderas crece una importante masa forestal entre la que destacan las encinas, cuyo desarrollo se ve favorecido por el efecto de túnel de secado que produce el viento al canalizarse a través del desfiladero. Alcornoques, hayas y robles entremezclados completan el paisaje sobre el que sobrevuelan gran número de aves. Si no fuera por los automóviles, el camino actual no difiere mucho de lo relatado por algunos viajeros ingleses que lo recorrieron en el siglo XIX:
"Ahora la garganta se ensancha un poco y entonces se estrecha de nuevo abruptamente. Ahora parece como si escapar, excepto volando, fuera imposible; los muros de calizas están a todo nuestro alrededor, y si el viajero mira hacia arriba en una vista a lo lejos, escuchará una y otra vez la nota peculiar del águila de montaña, o el más triste sonido de la nocturna lechuza"
M. Ross y B. Stonehewer-Cooper, "Highlands of Cantabria" (1885)


En el muro oeste, a los pies, estaba la entrada original
Al final del desfiladero un desvío a la izquierda nos lleva a Lebeña, apartándonos de la ruta principal que a pocos kilómetros guarda otros tesoros artísticos como el monasterio de Santo Toribio de Liébana, en Potes, o la bellísima y apartada iglesia románica de Santa María de Priasca. Junto a la iglesia de Santa María de Lebeña, un viejo tejo, que aseguran milenario, y un olivo, montan guardia permanente. Según recoge la leyenda fueron plantados en aquel lugar por los condes de Liébana, Alfonso y Justa, probablemente mozárabes procedentes de Sevilla y a quienes la tradición atribuye la fundación de la iglesia para albergar los restos de Santo Toribio de Astorga, cuyos restos habían sido trasladados para evitar que quedasen en territorio musulmán.

En Lebeña encontramos reunidas muchas de las características propias de la arquitectura mozárabe, comenzando por la influencia visigoda, apreciable sobre todo en el alzado del edificio, diseñado por el juego de volúmenes de perfil recto y masa cúbica a diferentes alturas que compartimenta los espacios interiores, formando cámaras de planta cuadrada que favorecen la sensación de aislamiento. Cada uno de estos espacios se cubre con bóvedas de cañón, longitudinales en los espacios centrales y transversales en los laterales. Los arcos que compartimentan los espacios, de herradura y de medio punto, apoyan sobre columnas adosadas a los pilares, lo que constituye la mayor originalidad de este edificio, ya que anticipa una práctica que se generalizaría a partir del románico. Algunos historiadores han rastreado ejemplos anteriores que preludian este sistema en alguna de las escasas mezquitas norteafricanas cubiertas con bóvedas que se conservan, como la mezquita de Bu Fatata (833) en Túnez.

Juego de volúmenes de perfil recto y masa cúbica a diferentes alturas, con escasos vanos, situados en la parte superior
La influencia del arte asturiano se manifiesta en la utilización del aparejo del edificio y, especialmente, en el testero plano con tres ábsides. Las tres capillas de la cabecera se comunican entre sí a través de arcos interiores de medio punto, uno de ellos enmarcado en alfiz. Opuesto al principal hay un contraábside como en San Cebrián de Mazote y en Santiago de Peñalba.


Planta y sección. Dibujo de Vicente Romero y Lampérez (1907), tomado de Ateneo de Madrid

Interior, fot. tomada de Pueblos de España


La planta mide 16x12 m, es cruciforme, de planta basilical de cruz griega inscrita en un cuadrado, parecida a la de la iglesia de Santa María de Wamba, y hay quien rastrea en ellas la influencia de modelos bizantinos, como el Mausoleo de Gala Placidia, en Rávena. El efecto basilical, sin embargo, no se percibe bien ya que la entrada original estaba a los pies del edificio, en el muro oeste, mientras que actualmente se hace por uno de los muros laterales bajo un pórtico que se añadió en el siglo XVIII.

En el interior de Santa María de Lebeña, en el frontal del altar, se puede ver una gran losa de piedra arenisca, que originalmente estuvo policromada de blanco y rojo y que formaba parte del iconostasio, un elemento característico de la liturgia mozárabe, que también aparece en la arquitectura bizantina, visigoda y asturiana y cuya función básica era separar la zona del presbiterio, reservada a los sacerdotes, del resto de la iglesia donde se ubicaban los fieles. Grabados sobre ella aparecen diferentes motivos de carácter cristológico y escatológico, muy habituales entre los pueblos germánicos cristianizados y en el oeste prerrománico. En el centro se coloca una gran esvástica con una cruz grabada en el centro. La esvástica es un símbolo anterior al cristianismo y que éste asimiló a la representación simbólica de Cristo como sol de justicia. Aquí aparece rodeada de dos círculos concéntricos que simbolizan las esferas celestiales.  Los motivos representados en el cancel de Lebeña se han interpretado como una representación de la vida terrenal en su parte inferior (metáfora del árbol, horologio, montañas y cielo), de los círculos celestes y el carácter espiritual del cielo cristiano a través de la resurrección en la zona intermedia (círculos concéntricos y estrella de ocho puntas, respectivamente) y la salvación de Cristo en la parte superior (en los dos círculos que aluden a la salvación de Cristo y, sobre todo, en el gran círculo central).

Frontal del altar con grabados. Fotografía tomada de jdiezarnal

Alguna información más puedes encontrar en esta página de la Asociación de Amigos del Arte Altomedieval Español y en esta otra de Arteguías. En cuanto a la interpretación simbólica de la decoración de la losa del iconostasio, esta ficha del Aula de Patrimonio Cultural de la Universidad de Cantabria, es muy completa.

6 comentarios:

Lola MU dijo...

Es una verdadera maravilla y visitarla produce un auténtico impacto (como todo el prerrománico, desde mi punto de vista). He disfrutado muchísimo leyéndote. Un saludo.

Gonzalo Durán dijo...

Tanto la iglesia como el entorno no deja indiferente a nadie. Gracias por pasarte por aquí y un saludo.

Antonio Martínez dijo...

Gracias por esta entrada. Me trae unos recuerdos fantásticos de un viaje increíble por Asturias. Saludos, Gonzalo.

Gonzalo Durán dijo...

Hermosas, muy hermosas, las tierras del norte. Saludos, Antonio.

Divina dijo...

Como siempre impecable. Es un lujo aprender con tus artículos. Se te echaba de menos. Un saludo desde Santiago de Compostela.

Gonzalo Durán dijo...

También yo os echo de menos. Besos.

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