sábado, 8 de enero de 2011

Leonardo: Duques, amantes y huellas dactilares

ANÓNIMO. Retrato de Ludovico Sforza, detalle de la Pala Sforza (1495). Pinacoteca Brera, Milán.


Durante los siglos XV y XVI se produjo en Italia una eclosión artística de tan grande magnitud, que en ocasiones puede llevarnos a pensar que la vida transcurría en aquel tiempo, tanto para pintores, escultores o arquitectos, como para el resto de las gentes, en una especie de Arcadia donde reinaban la paz y la felicidad, en permanente idilio con la naturaleza. Nada más alejado de la realidad, porque aquellos mismos príncipes, que impusaban el arte y la cultura, y brindaban su protección a los artistas convirtiéndose en sus mecenas; eran al mismo tiempo temibles tiranos, capaces de las mayores intrigas y conspiraciones, y  no dudaban en  llegar al asesinato o la guerra si con ello creían que podían alcanzar los fines que perseguían o poner fin a una disputa.

El llamado Renacimiento italiano se produjo, por tanto, al mismo tiempo que las llamadas guerras italianas, que enfrentaron entre sí a la mayoría de aquellas ciudades-estado, pero también a las potencias europeas de aquel tiempo: los Estados Pontificios, Francia, España, Inglaterra y el Imperio Germánico. En el epicentro de aquellas luchas se encontraba la disputa por los derechos sucesorios al reino de Nápoles y al Ducado de Milán, que los reyes franceses reclamaban para sí.

El Ducado de Milán había estado gobernado por la poderosa familia de los Visconti hasta mediado el siglo XV. En 1447, la muerte del Duque Filippo María Visconti, sin descendencia masculina, desata un problema sucesorio y el dominio sobre el territorio es reclamado tanto por los españoles como por los franceses. Un grupo de nobles milaneses proclaman entonces la República Ambrosiana, para unos años después, en 1450, entregar el ducado a Bianca María Visconti, que aunque ilegítima, era la única hija del duque, y que estaba casada con Francesco Sforza, un condottiero, es decir, uno de aquellos capitanes que alquilaban sus servicios a quien mejor pagaba.

A diferencia de otras ilustres familias italianas como los Médicis en Florencia, los Este en Ferrara, los Montefeltro en Urbino, o los Gonzaga en Mantua, los Sforza eran nobles tan sólo desde 1450, y considerados por muchos de sus contemporáneos como vulgares soldados y arribistas. El lujo y la ostentación fueron sus armas para combatir la falta de pedigrí. De este modo, Ludovico Sforza, uno de los hijos de Francesco, consiguió que en la década de los 80 la ciudad atrayera a un buen número de artistas entre los cuales destacaba la presencia de Donato Bramante. Pero la personalidad más poderosa de todas estaba por llegar, nada menos que el ya famoso Leonardo da Vinci, que se instaló en la ciudad en 1482, y no la abandonaría hasta 1499. Durante los 18 años que estuvo en Milán, Leonardo produjo una amplia galería de retratos -no todos conservados- además de dos obras capitales, como la Virgen de las Rocas (Museo del Louvre) o La Última Cena (Santa María delle Grazie, Milán).


LEONARDO DA VINCI. Estudio preparatorio para el caballo Sforza (1488-1489). Royal Library, Windsor.


Sobre los motivos que llevaron a Leonardo hasta Milán, como casi todo lo concerniente a su vida y su obra, se ha discutido mucho. En la famosa carta de presentación que escribió a Ludovico el Moro, donde daba cuenta de sus habilidades, consciente de la delicada situación en que se encuentran tanto el Duque como el Ducado, se presenta como ingeniero militar, capaz de construir puentes y túneles subterráneos, fabricar cañones, carros acorazados y otros artilugios militares, y tan sólo al final de la misiva añade que también es pintor y escultor, capaz de levantar el caballo de bronce que el duque planeaba erigir en honor a su padre y que finalmente nunca llegó a terminarse. Algunos de los biógrafos de Leonardo consideran que ese era el auténtico leit motiv del artista, la fábrica de aquel caballo de bronce con el que quizás soñó durante buena parte de su vida. Lo curioso es que Leonardo nunca hasta entonces había hecho nada de lo que decía que era capaz de hacer en su carta, por lo que Ludovico, hombre culto e informado, cuando le recibe en Milán no lo hace pensando en el ingeniero que podía ser, sino en el artista que era y cuya fama estaba extendida por toda Italia.


LEONARDO DA VINCI. La dama del armiño (h. 1489). Museo Czartoryski, Cracovia.


De la producción de este período nos vamos a detener en dos pinturas de Leonardo identificadas en algún momento como el retrato de La Belle Ferronière, apodo con el que se conocía a una amante del rey Francisco I de Francia. Según la leyenda popular, el marido de la mujer, herrero (ferronier) de profesión, para vengarse de su esposa y del rey ,contagió a esta de sífilis. Para ocultar las huellas de la enfermedad, la mujer ideó un adorno que consistía en una cinta alrededor de la cabeza con una joya o camafeo sobre la frente, y que pronto iba a convertirse en una moda parisina del XVI. En ambos retratos, Leonardo adorna a las damas con joyas similares a la descrita, de ahí que muchos creyeran que había retratado a la amante del rey, sin embargo en realidad se trata de Cecilia Gallerani y Lucrezia Crivelli, dos de las amantes de Ludovico el Moro.

En estos retratos, al igual que en otros de la misma época, destacan la minuciosidad de los detalles con que nos obsequia Leonardo, especialmente en las perlas, joyas y vestidos; también el empleo de la técnica del sfumato, que Leonardo había descubierto en la ejecución de la Virgen de las Rocas. A través de delicadas y sutiles veladuras, el maestro diluye los contornos y perfiles y hace surgir los rostros enigmáticos y desafiantes de ambas jóvenes desde la oscuridad del fondo, con una ligera y característica rotación de los cuerpos, que les confieren esa carga de misterio y naturalidad.

El primer encargo que recibe Leonardo de su nuevo señor es, precisamente, el retrato de Cecilia Gallerani.  El padre de la joven había sido embajador de Milán en Florencia y Lucca, por lo que podemos considerar que procedía de una familia distinguida, aunque no rica. Los testimonios que nos han llegado de ella, nos hablan de una joven de hermosura seductora, inteligente, culta y protectora de artistas y escritores. Leonardo recogió su belleza en el famoso retrato de La dama del armiño.

Todo parece indicar que se convirtió en la amante de Ludovico hacia 1487, cuando contaba tan sólo con catorce años. El duque en cambio, ya había alcanzado la treintena. La atracción hacia Cecilia fue tan fuerte, que según el embajador veneciano estuvo a punto de hacer peligrar el matrimonio concertado con la hija del duque de Ferrara, Beatrice d'Este, aunque este finalmente se llevó a cabo en 1491. La nueva duquesa se negó a mantener ninguna relación con su marido mientras no rompiera su relación con su amante, que se encontraba próxima a dar a luz a un hijo del duque, que finalmente nacería en mayo de 1491 y al que se le impuso el nombre de Cesare Sforza. La férrea negativa de Beatrice a tener cerca a Cecilia terminó por alejar a esta de la corte ducal. Ludovico le concedió unas tierras y la casó en 1492 con el conde Ludovico Bergamini. El fascinante retrato de Leonardo quedó en su poder y seguramente fue visto por todos aquellos que frecuentaron el pequeño círculo literario y artístico que creó años después a su alrededor en su residencia del Palazzo Carmagnola de Milán.


LEONARDO DA VINCI. La dama del armiño (detalle) (h. 1489). Museo Czartoryski, Cracovia.

El retrato de Cecilia Gallerani tiene un fuerte contenido erótico, "la mano que acaricia el animal es una alusión sexual -escribe Nicholl-; los accesorios del vestido -la banda de oro de la frente, la cinta negra, el velo, el collar- sugieren la condición de la mujer sometida, de la cautiva, de la concubina". El animal que acaricia Cecilia, y que da título al cuadro, es un armiño, que simboliza la pureza y la limpieza, por aquello de que prefería la muerte antes que manchar su piel. Es por eso un atributo de castidad, lo que no deja de ser una ironía, contraponiendo Leonardo lo simbólico a lo erótico. Pero además, en este caso concreto, tiene un significado específico, y alude directamente a Ludovico el Moro, investido con la condecoración de la Orden del Armiño en 1488. "El animal que vemos en los brazos de Cecilia es, por lo tanto, un emblema del hombre al que está unida social y sexualmente; observamos su mirada vigilante, su fuerte pata musculosa y sus garras extendidas sobre la manga roja de la joven. Como hace con frecuencia, Leonardo representa con tanta fuerza lo emblemático que esto revierte sobre lo real, de forma que vemos el armiño como un depredador, lo que es en la naturaleza y lo que era Ludovico" (Charles Nicholl, Leonardo da Vinci. El vuelo de la mente).


LEONARDO DA VINCI. La Belle Ferronière (h. 1495-1496). Museo del Louvre, París.


Después de abandonar a  Cecilia no puede decirse que este se comportase como un marido fiel. En el lecho de Ludovico entró pronto una nueva amante, Lucrezia Crivelli, a quien se ha identificado con la hermosa joven del cuadro del Louvre. Aunque no todos los especialistas en Leonardo comparten esa identificación, es seguro que el maestro florentino realizó un retrato de la joven. En enero de 1497, Ludovico enviudó, y dos meses después Lucrezia dio a luz al hijo de ambos, Giovanni Paolo Sforza, que reconocido por su padre, llegó a ser Marqués de Caravaggio y un famoso condottiero.


A diferencia de La dama del armiño, en esta ocasión, Leonardo renuncia a los detalles sutiles y simbólicos. La hermosa y sensual joven mira desafiante, retadora. Resulta misión casi imposible escapar a esa mirada magnética y poderosa, y al mismo tiempo melancólica, que anula casi todos los demás elementos del cuadro. Sin embargo no es a nosotros a quien mira, sino a un punto fuera, hacia la derecha, ¿una persona, un lugar, un recuerdo, ...? Es fácil entender que el Moro quedara cautivado por la hermosa Lucrezia, y hay quien cree que llegaron a contraer matrimonio en secreto. La fuerza de esa mirada puede hacer que no reparemos suficientemente en la riqueza del colorido del traje, en la luz o en la composición, muy similares al retrato de Cecilia Gallerani.


LEONARDO DA VINCI. Joven de perfil con vestido del Renacimiento (La Bella Principessa) (h. 1494-1496)) Colección particular.


La relación entre Leonardo y las amantes de Ludovico el Moro puede que no se limitara a estos únicos dos retratos. En el año 2009 los periódicos de todo el mundo se hicieron eco de un sorprendente hallazgo que revolucionó el mundo del arte. Martin Kemp, profesor emérito de Historia del Arte de la Universidad de Oxford anunció el descubrimiento de una nueva pintura de Leonardo da Vinci. La pintura en cuestión había sido adquirida en el año 1998 por Kate Ganza, una marchante de Nueva York, quien la vendió en 2007 a Peter Silverman.

El cuadro estaba catalogado como obra de un pintor anónimo alemán del siglo XIX, sin embargo, Silverman pensó desde el primer momento que podía ser obra de un pintor florentino del renacimiento, incluso del propio Leonardo, así que encargó diferentes análisis de la obra, fruto de los cuales se produjo el hallazgo de una huella dactilar en la superficie del cuadro, quizá la prueba más concluyente de la atribución a Leonardo, que venía a sumarse a otras como el carbono 14, los análisis mediante infrarrojos de la técnica del pintor, etc . Según Peter Paul Biro, un canadiense experto forense en arte, "la huella dactilar corresponde a la punta del dedo índice o corazón - informó El País- y es "muy comparable" a la encontrada en un San Jerónimo del pintor renacentista italiano que se conserva en el Vaticano".

A partir de ahí, Kemp se centró en identificar a la delicada joven del retrato, que a diferencia de las amantes del Moro que posan de frente, lo hace de perfil, como solían hacer los miembros de la familia Sforza y el resto de familias aristocráticas de la época. Su conclusión es que la modelo fue Bianca Sforza, la hija primogénita de Ludovico,  y decidió titular el cuadro desde entonces como La Bella Principessa. La madre de la joven fue Bernardina de Corradis,  una de las primeras amantes del Moro.

Bianca vino al mundo en 1482 y su padre concertó su matrimonio, cuando tan sólo tenía siete años, con un oficial de las tropas milanesas, aunque este no se llevaría a efecto hasta 1496, cuando la muchacha cumple los trece años, falleciendo pocos meses más tarde. El elegido por esposo fue Galeazzo Sanseverino, con quien Leonardo tuvo bastante trato desde su llegada a Milán, incluso antes de que se convirtiera en yerno del duque, y del que puede decirse que llegó a ser bastante amigo. Tenía una gran fama de jinete, recogida incluso por Baltasar de Castiglione en El cortesano. Es sobradamente conocido el amor de Leonardo por los animales y por los caballos en particular, de los que hizo numerosos dibujos en sus cuadernos. Sabemos por el propio Leonardo, que lo anota en un cuaderno, que algunos de los dibujos de caballos que realizó como preparación para la estatua de bronce de Francesco Sforza eran de las caballerizas del propio Galeazzo Sanseverino. El trato del pintor con el yerno de Ludovico siguió manteniéndose incluso después de la muerte de Bianca, ya que se convirtió en el patrono del matemático Luca Pacioli,  gran amigo también de Leonardo, y le regaló una copia manuscrita de la Divina proportione para la que había realizado las ilustraciones geométricas.


Sea como fuere, el tema es objeto de discusión por los especialistas, y seguramente lo seguirá siendo por mucho tiempo. Se debatirá sobre la identidad de la retratada, y también sobre la pertenencia o no de la obra a Leonardo. En esta página de la wikipedia inglesa podeis encontrar un buen resumen con los argumentos esgrimidos por los que defienden la autoría de Leonardo, y de los que, por el contrario, lo niegan. Y en esta otra, además de obtener información sobre la familia Sforza y los personajes mencionados en la entrada. También podeis leer los argumentos de su autor para relacionar la pintura, no con Bianca Sforza, sino con Angela Borgia Lanzol, una prima de la famosa Lucrezia Borgia, de quien estaba profundamente enamorado el cardenal Hipólito d'Este, gran amigo de Leonardo y quien quizás pudo haberlo encargado. Habrá que estar atento a las novedades que puedan deparar futuras investigaciones.

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