lunes, 1 de febrero de 2010

SIMONE MARTINI, "La Anunciación"

SIMONE MARTINI. "La Anunciación" (1333). Galería Uffizi, Florencia.



"Y entrando [el ángel Gabriel] a donde estaba, dijo, ¡Salve, muy favorecida!, el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres. Mas ella, cuando le vio, se turbó de sus palabras, y pensaba qué salutación fuese esta. Entonces el ángel le dijo: María, no temas porque has hallado gracia cerca de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno, y parirás un hijo, y llamarás su nombre Jesús. [...]. Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto?, porque no conozco varón. Y respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra; lo Santo que nacerá será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1, 28-31 y 34-35)

Así se relata en el Evangelio de San Lucas el momento en que el arcángel San Gabriel se aparece a la Virgen María en la Anunciación, y de esta manera lo reproducen sobre una tabla los delicados pinceles de Simone Martini.

La pintura del gótico italiano se va a desarrollar fundamentalmente en la región de la Toscana. Dos de sus ciudades, Florencia y Siena, verán surgir las dos escuelas más importantes. La primera de ellas, encabezada por Giotto, anuncia los nuevos tiempos del Renacimiento. La segunda, más puramente gótica, encontrará en Simone Martini su mejor exponente. Es esta última una pintura que une la tradición bizantina, la maniera greca, con las novedades del gótico que llegaban de Francia, produciendo un arte preciosista en el que los suntuosos colores y las formas suaves y delicadas, producen una pintura con un extraordinario sentido decorativo y aristocrático. El gusto por contar historias de la escuela florentina, se ve en Siena empequeñecido por la acumulación de figuras y elementos anecdóticos.

Todo eso podemos verlo en La Anunciación, pero también el credo pictórico de Simone Martini, que podemos resumir en cuatro grandes ideas. La primera es el gusto por el detalle, de clara inspiración miniaturística. La segunda, su predilección por las formas y perfiles ondulantes, que determinan un ritmo curvilíneo en la composición, que en muchas ocasiones parece recoger las figuras sobre sí mismas. La tercera la riqueza del colorido y los tonos dorados. Y la cuarta, la idealización de los rostros de los personajes, con unos rostros ovalados y ojos almendrados, casi rasgados, que emanan una profunda dulzura.

La obra estuvo expuesta originalmente en uno de los altares de la catedral de Siena, acompañada de otras que narraban diferentes episodios de la vida de la Virgen María, a la que estaba consagrada el templo. A partir del siglo XIII el culto mariano alcanzará una gran difusión en la religiosidad europea, y en el siglo XIV se convierte en uno de los grandes asuntos iconográficos de la pintura, y proliferaron las representaciones relativas a su vida, desde la infancia hasta el ciclo de su muerte y glorificación.


En la representación de Martini, vemos a Gabriel arrodillado frente a la Virgen, casi en el momento de detener el vuelo de sus alas doradas, como parece indicarnos el manto que ondea aún tras su figura. En la mano izquierda porta una rama de olivo, la misma planta de la que está hecha la corona que porta sobre su frente. Tradicionalmente se considera como un símbolo de la paz. En las representaciones habituales suele portar un ramo de lirios, como símbolo de la pureza de María, sin embargo, aquí se suprimió por motivos políticos, ya que el lirio también era el emblema de Florencia, la república enemiga de Siena. El lirio, no obstante, aparece sobre un jarrón depositado en el suelo, un poco más atrás, entre la figura del ángel y la Virgen. De la boca del ángel, las palabras de salutación vuelan hacia María, y puede leerse escrito sobre la tabla: "Ave Maria, gratia plena, dominus tecum".

La Virgen, tal como describe Lucas, parece turbarse ante la súbita aparición y recoge su cuerpo hacia atrás, al propio impulso de las palabras que llegan a ella. Como es tradicional, se la representa leyendo la Biblia. Toda la composición de la figura es una continua línea curva.

En el vértice del arco central, sobre el jarrón, se representa al Espíritu Santo, con su habitual forma de paloma, rodeada de cabezas aladas de ángel. Sobre él podemos ver un medallón vacío. Probablemente estuviese ocupado por una imagen de Dios, cumplimentándose así la Trinidad cristiana, Dios Padre, Espíritu Santo y el Hijo recién concebido.

El resto de medallones, uno sobre cada uno de los cuatro arcos que flanquean al central, muestran cuatro profetas del Antiguo Testamento. De izquierda a derecha, Jeremías, Ezequiel, Isaías y Daniel. Especialmente importante es el tercero, Isaías, que aparece sobre la Virgen portando un rollo con el famoso pasaje de su libro en el que profetizó la Anunciación: "Por tanto, el Señor mismo os dará señal: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel" (Isaías, 7, 14).

Por último, las figura que aparecen a ambos lados del grupo central, corresponden a San Ansano, patrón de Siena, y a una santa que se suele identificar bien como Santa Margarita o bien como Santa Julieta. San Ansano se trataba de un noble sienés que vivió en el siglo IV y se convirtió al cristianismo siendo un niño, predicó la nueva fe y murió mártir a los veinte años. Se le suele representar con la palma del martirio y la bandera de la Resurrección, símbolo de la victoria sobre la muerte. Estas dos figuras no son de la mano de Martini, sino de otro pintor sienés con quien trabajó en numerosas ocasiones, su cuñado Lipo Memmi.

Uno de los aspectos más destacados de la pintura es la utilización del color dorado, que cubre todo el fondo de la escena representada, así como la estructura arquitectónica de arcos apuntados polilobulados que sirve para enmarcar las figuras. Es este un aspecto muy frecuente en todo el gótico, y se debe a la influencia directa de la estética escolástica, que contraponía, aunándolos, lo concreto (lo que no poseía luz por sí mismo) y lo abstracto (la propia luz). El oro gótico es el símbolo de la lux pura, la que está en contacto con lo divino, por eso el oro rodea la imagen de la virgen, ángeles y santos, como ocurre en esta ocasión. Son seres alcanzados por la gracia divina. Cuanto más luminoso fuese un cuerpo, o lo que es lo mismo, cuanto más dorado, más se acercaría a lo divino.

Sobre Simone Martini, podeis leer el artículo de la wikipedia.También el que publicó en Enseñ-arte Juan Diego Caballero. En cuanto a la obra, en el Curso de Historia del Arte de la UOC podeis leer este trabajo, y en CREHA este otro de Ignacio Martínez Buenaga. En cuanto a las imágenes, todas las de este trabajo han sido tomadas de Web Gallery of Art.


5 comentarios:

PACO HIDALGO dijo...

Soberbia explicación de esta obra del maestro de Siena. Saludos. Paco.

Gonzalo Durán dijo...

Muchas gracias Paco. Un saludo, Gonzalo.

Alfredo dijo...

Hola Gonzalo.
Gran análisis de este bellísimo cuadro. A mí lo que más me gusta es el diálogo que se establece con las manos del angel y de María. Muy elegante.
Felicitaciones. Alfredo.

Gonzalo Durán dijo...

Es verdad, todos los movimientos participan de eso, de la elegancia y el refinamiento. Gracias Alfredo.

Aporías dijo...

Tremenda explikacion sobre esta maravillosa obra de Martini ... solo tengo una acotación a tu gran trabajo descriptivo y contextual... y es que : según tengo entendido , los lirios se sustituyeron por azucenas , que también representan la pureza de la Virgen..

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